panfletonegro

Kusturica en los Caobos: tiempo de gitanos en zona VIP

kusturica.jpg  

En Calle Trece no hubo seguridad. En Kusturica es otra historia. La gente debe hacer cola para ingresar a Parque Los Caobos, donde se efectuará el evento, porque hay una suerte de aduana en la entrada del “espacio publico recuperado por la Alcaldía Mayor para el disfrute del ciudadano”,según palabras repetidas con insistencia conductista por parte de los moderadores de la función.
Paradójicamente, la empresa encargada de velar por la seguridad es privada y hoy se comporta de manera mercenaria. Es decir, un rato con el gobierno, un rato con la oposición. Es el vivo reflejo de la naturaleza bipolar y esquizofrénica de los negocios neoliberales del socialista Juan Barreto, a quien le encanta la teatralidad mediática y la banalidad farandulera de organizar bailantas demagógicas con fines económicos y electorales.
De tal manera, la política se confunde, en la actualidad, con el populismo, la cultura del derroche y el espíritu circense de Miss Venezuela. No por nada, Osmel Souza asesora a Juan Barreto en materia de producir saraos a cielo abierto. No por nada, Osmel Souza representa el link entre la Alcaldía Mayor, El Nacional y la corte de Sábado Sensacional. Oportunidades de negocio, a manos llenas, para la boliburguesía. Por eso, no es conveniente aceptar avisos de Juan Barreto con la idea de sacar adelante publicaciones de diverso pelaje. Yo les recomendaría a los amigos periodistas renunciar al ego, a la necesidad de desarrollar iniciativas hemerográficas de proyección internacional, bajo el patrocinio de Juan. Eso es pan para hoy, y hambre para mañana.
Pero el tema de la seguridad merece profundizarse ,antes de proseguir con la cronología del suceso. Para empezar, la seguridad “está reforzada” por una simple razón: ayer hubo un rave en el mismo lugar con el saldo rojo de dos muertos, al repetirse la tragedia Columbine del toque de Karl Kox. Una amiga periodista manifiesta al respecto: “ aquí ,todos los días, hay pequeñas masacres de Columbine y ya nadie les para, ya casi nadie las reseña”. Ya las naturalizamos, pues, como dirían por ahí.
De hecho, hasta el domingo ningún periódico cumplió con el trabajo de destacar la noticia. El gremio sospecha de censura o de una tácita complicidad publicitaria con el mecenas de la Alcaldía Mayor. El tiempo dirá si la cuestión resulta silenciada.
Mientras tanto, se escuchan diferentes versiones, a cual más escandalosa. A propósito, una joven reportera de un canal del gobierno, nos cuenta desde la frontera con el bakstage: “la vaina fue un caos, pana. De repente, llegaron unos tipos, sacaron unas pistolas y todos comenzamos a correr a lo loco cuando escuchamos el primer tiro. Yo alcancé a esconderme en la zona VIP, y por suerte pude quedarme allí hasta que se calmó la cosa. Al final parece que hubo una pelea y que resolvieron el peo a plomo limpio”.
Luego, una fuente anónima nos amplía la información: “es cómico, la vaina se volvió un coge culo que recordaba el final de Cyrano Fernádez: tupamaros por aquí, pasamontañas por allá, motos, tiros y pólvora pareja. Los bichos , de paso, aprovecharon para robar, para hacer su agosto, con el consentimiento de la policía, que no hizo nada para detener el rollo. En total, mataron como a siete y después se largaron con sus motos”.
Por ende, el cordón de seguridad de la entrada ralentizaba el acceso, en la tradicional operación tortuga de cacheo, registro de cartera y amendrentamiento policial. Al llegar a la alcabala, un guardia arrogante, estilo abusadorcito, se ufanaba al proferir amenazas degradantes al público cautivo: “si traen botellas, los voy a devolver, si traen pistolas, los voy a sacar, si se ponen popys, también los voy a sacar. Épa chamo, espera a la jeva al final de la escalera. Sí, chamo, allá. Chamo te estoy diciendo que más allá, ¿qué pasa, quieres que te saque?”. En dos palabras, un hermoso y emblemático comité de bienvenida en clara sintonía con la violencia implícita y explicita del contexto.
Sin embargo y como siempre, se trataba de una simple fachada, de una tosca pantomima para meter la coba, porque adentro reinaba la ley de la selva. Cerca de la fuente vimos dos coñazas feas y nadie vino a separarlas. A un punketo lo reventaron a golpes, en nuestras narices, sin ningún tipo de clemencia. El ambiente se perfilaba así de lo más deshumanizado, de lo más viejo oeste. Algo como “Los Imperdonables” de Clint Eastwood, con todo y mujeres hastiadas del machismo pendenciero. Cuando le cayeron a golpes al punketo, pude notar el cambio de semblante en dos señoras, que pasaron de la felicidad a la tristeza. No sé si fue una reacción maternal de ellas, no sé si fue una manera de ventilar emociones, pero sus caras de tragedia, me impresionaron. Me impresionaron tanto o más que la golpiza. Ahora regreso a la frialdad de la tercera persona, para hablar del resto de la película en desarrollo.
A las siete, la cerveza costaba tres mil bolívares. A las once subieron el precio a cuatro y cinco mil. Así se especulaba y se especula a costa de la revolución. Olvídate de la inflación en la era de CAP. Bienvenidos al socialismo del siglo XXI. La cerveza Polar fue la bebida oficial del evento rojo rojito ,donde la firma del absurdo patrocina el devenir la noche.
La tarima, por ejemplo, deja en evidencia el reinado de la incongruencia. Por delante, proyecta imágenes de contestación, de cambio, de subversión, de anarquismo, de cine liberación. Por detrás, imperan las típicas formas de disociación neoliberal-tecnocrática. El despliegue de medios es tecnocrático, es el de las experiencias rojas de la Coca Cola, así como es tecnocrática la distribución del espacio. Ojo con el tema de la distribución del espacio, pues permite vislumbrar la radiografía del acontecimiento.
Existen dos áreas bien diferenciadas: el área semipública y el área privada. En la primera se condesa a la masa amorfa y anónima, reducida a la condición de audiencia pasiva, cuya máxima intervención puede consistir en aprobar o en desaprobar el espectáculo, con gritos y aplausos. Un grado cero de la interacción.
En la segunda, se reserva el derecho de admisión, al cobijar a la jerarquía del poder bajo el manto del esquema VIP. Con ello, la elite organizadora logra, de manera subrepticia y egocéntrica, robustecer sus valores de casta y distinción. Con ello, se fortifica la mitología basada en la estratificación social. Nosotros estamos protegidos del contacto, nosotros ofrecemos diversión y entretenimiento, nosotros requerimos de intimidad, nosotros vemos el show en balcón presidencial, nosotros organizamos el evento, nosotros gozamos entre nosotros, nosotros trajimos a Kusturica, nosotros acaparamos a Kusturica, nosotros rumbeamos con Kusturica, nosotros introducimos a Kusturica, nosotros contribuimos a fomentar el divismo y la divinización de Kusturica. Nosotros proponemos un cambio Gatopardiano, donde todo cambia para que nadie cambie, donde ustedes van a seguir siendo subestimados como feligreses, pero al servicio de nuestro apostolado. Ustedes dependen de nosotros.
En backstage, el clima era de regocijo, autoindulgencia,ombliguismo y adoración ciega hacia los líderes de la gesta. Por fortuna, la audiencia no era tan necia, tan boba. Dignamente, parte de la audiencia se resistía a la evolución de la farsa, desenmascarando a las cabezas visibles de la opereta. A la conductora , Apolonia, le llamaban de “jala bolas” para abajo, al momento de proferir sus consignas progobierno: “porque más nunca seremos colonia de nadie”. “Cállate jalabola, cállate mentirosa”, le respondían desde la olla con furia y manotazos al aire. Por cierto, la consigna nacionalista mueve a la risa, al retratrotaernos a un escenario superado de principios del siglo 19. Para allá vamos como el cangrejo, aunque en realidad seguimos siendo colonia de McDonalds, Hollywood y la Coca Cola.
Un capítulo especial merece la participación de Juan Barreto en el proscenio. Pobrecito, es un rey desnudo. Intentó presentar a Kusturica y no lo dejaron. Le mentaron la madre, lo insultaron a viva voz, lo vapulearon, lo humillaron, lo degradaron frente a Kusturica. Perdió, nuevamente, sus reales de campaña. Como nadie lo respetaba, pues le dio por asumir el papel de Mario Silva, de guapetón de barrio, de busca pleitos, de provocador, de picadito, de dueño de la pelota y de la cancha. Por poco, se enfrasca en una reyerta verbal sin sentido con el soberano, en la creencia y en el prejuicio de figurarlo como una conspiración de escuálidos infiltrados. Pero se equivoca. Era su propia gente quien lo pitaba más duro. Bien hecho. Toma tu tomate por gafo. Eso es lo que te pasa por salido, Juan. Juan te debiste quedar en la Universidad, vale. Nosotros que te admiramos tanto, Juan. Tantos libros buenos que nos recomendaste, Juan. Tanto que nos hiciste reír, Juan. Tu eres un tipo bueno, Juan. Lástima que el poder te corrompió, Juan. Ya no eres el mismo. Ya te perdimos. Esperamos, algún día, que regreses, que tomes conciencia de tus errores, que rectifiques, que pidas perdón. Piénsalo, porque nosotros no somos rencorosos y sabremos perdonarte.
Para terminar con el relato, vamos con la nota musical, vamos con un pequeño respiro. Mis más sinceros respetos a “Los Javelin”. Estos panas ,de verdad, se la están comiendo. Los felicito. Su perfomance no es nada del otro mundo, tampoco es original, pero transpira confianza, energía y mística. Los chamos le ponen un kilo en cada instrumento, son para morirse de la risa, no se toman en serio así mismos, y para rematar, suenan perfecto, suenan a Pulp Fiction.
En cambio, lo que vino después no tiene nombre. Bueno, sí lo tiene: se hace llamar “El Pacto”. Y en resumen, es como el Pacto con el demonio, es como el Pacto de Punto Fijo al revés, es como el Pacto con la imaginería barroca de La Hojilla. No en balde, el líder de la banda irrumpió en tarima con un numerito estrafalario, sintomático del desorden semiótico de la revolución. El hombre cargaba una franela de la bandera de la Unión Soviética, recubierta por una chaqueta militar verde oliva, marca Mario Silva, y en la mano izquierda portaba un machete, un control machete a lo Noriega. A su lado figuraban unos panas disfrazados como extras de Miranda Regresa, con charreteras y demás, empuñando unos garrotes. El cantante se creía la reencarnación de Chávez, invocando a gritos a las tres potencias con su instrumento fetichista en el aire. De lejos, recordaba al Only Richard no de la candela erótica, sino al Only Richard del mundialmente famoso cuchillo sexuaaaaaaaaaall. Only Richard debería demandar a los panas del Pacto, del Pacto con Juan Barreto. Y eso no es todo. Lo mejor vendría después cuando comenzaron a declamar poemas y loas a Zamora, acompañados por la fotocopia en zancos del cuerpo de baile de Yolanda Moreno en traje típico para gala de la belleza orquestada por Joaquín Riviera.
Finalmente, subió Kusturica, y Kusturica hizo lo suyo. Interpretó todos sus temas conocidos,embelesó a la audiencia, y puso a bailar hasta las piedras con “Unza, Unza,Time”. Inobjetable su show en vivo. Los tipos logran crear una estupenda atmósfera de complicidad con el público, al invitarlo a romper con sus atavismos. En el fondo, la música secunda y respalda la propuesta estética y ética de Kusturica, en su ideal de reforzamiento regional de la cultura gitana, siempre abierta al campo de las hibridaciones. Su música invita a desafiar las normas y las convenciones occidentales de la ilustración cartesiana, en un retorno tribal a las experiencias chamánicas de carácter colectivo. Irónicamente, es una música de resistencia, asimilada por el mainstream y convertida en objeto de culto para su mercadeo internacional,como barajita de la demanda sandalista. Por eso, el concierto de Kusturica abre con la internacional socialista y busca reposicionar el sueño de liberación de la izquierda divina. Sin embargo, la izquierda de Kusturica es una ilusión. Es una izquierda caviar de viajes, zonas VIP, autófragos, mujeres,hedonismo, fama de rockero y vida de ricos y famosos. Es una izquierda tramposa de hoteles cinco estrellas, almuerzos con autoridades competentes, cenas con embajadores, conversaciones falsas con fanáticos, encuentros con periodistas subpagados y declaraciones monocordes. Es una izquierda robotizada y lobotomizada en piloto automático, incapaz de desentonar. Es una izquierda formulera, reaccionaria, atrasada y jurásica, seducida por el culto a la personalidad de Chavez, Maradona y Milosevic. Kusturica defendió al salvaje de Milosevic, apadrinó al genocida de Milosevic, y lo justificó durante la guerra de los Balcanes a través de sus largometrajes. Hoy continúa defendiendo la causa de la Gran Serbia ante la independencia de Kosovo. El nacionalismo exacerbado de Kusturica ya pasó de moda en los Festivales importantes del mundo, y sus películas se transformaron en un círculo vicioso de lugares comunes.A él le atribuyen la comercialización y el empaquetamiento de la realidad de la ex Yugoslavia, para su posterior explotación audiovisual. El exotismo vende en la globalización, y el regionalismo rinde dividendos en el exterior. Estas son las reverberaciones latentes de su concierto en Venezuela. Estas son las obvias discordancias e inconsistencias del socialismo del siglo XXI. El que tenga ojos que las vea.

Salir de la versión móvil