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¡Hasta la victoria siempre!

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¡Cuánto dilucida uno tan pronto le sale un muerto a esta revolución de pacotilla! Sobre todo si es por accidente, asesinato, o cualquier otro hecho trágico y fortuito. Basta ver en las redes sociales y demás medios de comunicación la despedida habitual entre los camaradas y hermanos de cofradía de ¡hasta la victoria siempre! y otros ditirambos cursis y sin sentido como si la muerte fuera la última palmadita en el hombro por una victoria sobre una proeza inexistente y lo que es peor, ¡que jamás llegará!

He oído también usar la expresión en despedidas, en encomiendas imposibles, por ejemplo cuando Castro mandó a sus tropas a pelear en Angola en una guerra que fue una chapuza de lado y lado así como también al cabo de muchos años después de la muerte del sujeto, en obituarios anacrónicos, como cuando desenterraron los tres huesos del Che en un altiplano sin nombre en Bolivia. Pareciera que la expresión fuera una tácita aceptación de que la victoria algún día llegará segura para los comunistas, probablemente cuando la muerte (por hambre o por falta de medicinas) arrase con todo y solo queden tres camaradas firmes, embrutecidos, pero eso sí muy dignos, gloriosos y con condecoraciones engrapadas hasta en el escroto. En ese mundillo de frases sin sentido y propaganda que es el comunismo el que le digan a alguien en vida ¡hasta la victoria siempre! pudiera ser tomado como una sentencia a muerte. Yo al menos, que soy medio paranoico, me lo tomaría así.

La tragicomedia del comunismo es que lo único que históricamente ha llegado a producir eficientemente y en cantidades industriales, es decir propaganda, traspasa inclusive los límites de la vida. El espectáculo que hicieron con los restos de Chávez, las momias de Lenin, Mao y otras tantas, las frases absurdas que se le dicen al camarada muerto como si éste fuera una especie de Cid Campeador listo para seguir batallando en modo fiambre, entre otras truculencias, no son sin embargo reflejo del culto a la muerte como muchos creen sino una muestra de la sobreproducción de propaganda en los regímenes comunistas. Un elemento que pone a este tipo de regímenes más cerca de lo que es la religión que de lo que es un sistema político, económico y social.

Así como en el capitalismo hay más variedades de cereales que las que debería de haber para satisfacer cualquier antojo humano por mas excéntrico que éste fuera, igual pasa en el comunismo donde el desfile de momias solo rivaliza con las que nos legó el antiguo Egipto. En cualquier caso a los muertos hay que despedirlos con respeto, con admiración por logros hechos en vida, con compasión, en silencio e introspección, como ejemplos de una vida digna, ética y ejemplar. Ya esto último sería una Gran Victoria en un país como Venezuela.

 

 

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