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Pedir es un trabajo.

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A continuación tres anécdotas sobre los pedigüeños del transporte público en mi país:

1.- Una mujer cuya edad ronda los 50 años se monta en el autobús y luego de saludar en voz alta a todos los pasajeros relata que padece de un extraño tipo de cáncer que se propaga sumamente rápido por el cuerpo y la quimioterapia no llega al país -al menos en eso dice la verdad- por lo que necesita dinero para comprarla en el mercado negro, donde es más cara. Luego de terminar su discurso camina por el pasillo y bastante gente le da billetes de hasta 20 Bs.

Medio kilómetro más adelante se baja, le entrega el dinero a un tipo que está en la parada y comienza a contar el billete. Ambos ríen sin dientes.

2.- En la estación Plaza Venezuela del Metro de Caracas un chamo como de 27 años aguarda siempre al final de la fila para comprar boletos. A medida que la cola crece le indica a las últimas personas que necesita dinero para comprar un pasaje de autobús a Guarenas. El pasaje cuesta 15 Bs.

-No, siempre estás aquí. -le digo.

-Bueno, pero no te estoy robando. -dice con una mirada de odio al ‘rico’ difícil de olvidar.

-Me estás estafando.

Me volteo, los otros caen por inocentes.

3.- En la estación La California, entro en el último vagón del tren y por otra puerta aledaña entra un tipo alto, sucio, de mirada esquiva pero certera. En el mismo vagón, otro tipo con evidentes muestras de síndrome de down y ‘dificultad’ para hablar pareciera pedir dinero. Hace la seña del 1 con el dedo índice mientras profiere gritos y cuando alguien le da dice «asias». El otro tipo, quien pareciera no relacionarse de alguna manera con el que pide, lo sigue de cerca a lo largo de todo el tren y en voz muy baja y con la misma mirada tosca de odio hostiga a las personas para que le den más. ¿Lo protege o lo explota?

Decía una profesora que Venezuela era en la actualidad un país de bandoleros, foragidos y ladrones. La próxima vez que un vago te pida dinero en la calle piensa en la posibilidad de que haya gran cantidad de gente enriqueciéndose detrás de él. La calle es una estafa y la ciudad es sucia; aquí abunda la esclavitud moderna y pedir es un trabajo.

3 Comentarios

  1. Hace un mes en Chacao se me acercó un tipo, no tenía apariencia de ser indigente sino mas bien uno de esos «oportunistas» que se rebuscan pidiendo en la calle, me pide que le de 10 bolívares para «ayudarlo» y yo le respondo que no tengo 10 y sigo caminando, el tipo me dice: «bueno pero a ti no te cuesta nada 10 bolívares, esa es la vaina con ustedes… por eso les tienen arrechera» cuando me dice eso me regresé, lo rocié con spray de pimienta y le grité: «ahora si tienes razón para odiarme de verdad».

    Sí, soy algo sociópata…

  2. Desde hace muchos años yo decidí no darle ni un bolívar a un pedigueño en este país.

    Que le pidan a Chiabe y a Moduro o que se consigan un trabajo. Hasta los que ladillan en sitios web desde una «sala comunicacional» del gobierno son menos repelentes que un montón de vagos y estafadores.

  3. Por eso, desde hace años, yo solo doy contribuciones a instituciones de caridad, de las cuales tengo certeza que hacen llegar ese dinero a quienes realmente lo necesitan.

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