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No cedas ante el mal… (1)

Toma-aerea

(fuente imagen: http://diariocontraste.com/es/mira-como-se-vio-la-marcha-de-caracas-en-el-aire-desde-la-camara-de-un-drone-video/ (11/03/2014))

¿Es que aún queda alguien por darse cuenta que es tan necesario el “radical” en la calle, como el político “pasivo” de la MUD, como el “crítico” que pide calma y cordura?

A quienes ofende el que lanza una molotov ante los disparos de las fuerzas del Estado o de los colectivos armados protegidos por estos; a quienes ofende el maniqueísmo de la MUD que pidió respeto al luto de los chavistas o a repensar las guarimbas; y a quienes ofende la crítica reposada de un opositor alarmado por lo que sucede y por lo que podría llegar a suceder; los invito a hacer el ejercicio de imaginar la Venezuela del futuro, la que superará esta oscura etapa, que logrará hacerlo antes de que se termine de destruir y sobretodo que logrará que esta situación sea sostenible en el tiempo. Una vez que consigan esta imagen en su mente les invito a que vean hacia atrás en perspectiva histórica y comprendan el aporte y la vital importancia del rol que cada una de estas partes, el radical, el político y el crítico, jugará en cada momento.

La libertad no se defiende ni se recupera del mal omnipotente sin violencia. La libertad no se consolidará ni se mantendrá sin un liderazgo nacional visible, capaz de hacerlo manteniendo la unidad y pudiendo ver a la cara y hablarle al otro país que hasta ahora apoya o se ha mantenido indiferente ante la destrucción material y espiritual de Venezuela (algo que por cierto para muchos de ellos en su limitado microcosmos no es nada obvio). El coste humano de recuperar la libertad será inmenso y de no ser por los críticos, los reposados, los pacifistas y los inteligentes, la lucha fácilmente podría desvirtuarse y destruirse en excesos y venganzas movidas por la pasión de quienes hemos sido durante tanto tiempo oprimidos por la maldad absoluta.

Una situación tan amarga y compleja está llena de grises, pero mucho cuidado de confundir esta obviedad con no saber interpretar qué es blanco y qué es negro. ¡Que cada quien asuma su rol en esta compleja y espontánea lucha! ¡Que se complementen estos roles pero que jamás se desarmen el uno al otro! Todos ellos serán los héroes en esta historia, el que pone el pecho en la calle, el que articula políticamente y da la cara a la opinión pública y el que en medio llama a mantener la cordura y la mirada puesta en aquello por lo que luchamos: el bien. Es necesario el reconocimiento del valor de los roles de los demás, de no sabotearlos, sino de ser capaces de influenciarlos, contenerlos, sacudirlos, complementarlos y apoyarlos según lo requiera cada circunstancia, porque la realidad es que la lucha es incompleta e insostenible sin el aporte de todos estos muy distintos y a veces contradictorios factores.

Lo que hoy sucede es muy distinto a lo que los venezolanos se han acostumbrado a desear o a querer ver: algo controlado, dirigido por una cara visible, movido en bloque, armónico, eficiente. Nada más alejado de la naturaleza de este proceso que vivimos, espontáneo, de vida propia, en el que cada actor responde a las acciones de los otros y de los cambios del entorno, que nadie dirige o controla pero que todos mueven en un sentido. Si hay claridad, coherencia y voluntad de todas las partes, y reconocimiento y valoración del rol de cada una de ellas, se ordenará sólo y se moverá en una única dirección:que el bien termine por prevalecer en Venezuela.

Quien hoy en día tenga dos dedos de frente y siga viendo por todos lados tan solo a “locos radicales”, “colaboracionistas”, “cagados”, “comeflores”o “ignorantes”, en primer lugar ni se acerca a entender lo que está sucediendo y mucho menos su solución y en segundo lugar está haciendo un terrible mal a la causa.

La libertad y la paz, como todo en la vida, nunca han sido gratis, se han logrado con muchos sufrimientos y violencia a lo largo de la historia. El hombre de bien tiene el reto de poder ser capaz de distinguir claramente cuándo la violencia es una opción y un producto deliberado del mal para destruir o del bien para defenderse, lamentablemente como conclusión inevitable. Los grises sólo pueden apreciarse cuando se sabe muy bien lo que es blanco y lo que es negro, que no exista confusión en esto. El legado más funesto del chavismo ha sido hacer pasar el mal por el bien. La historia nos reclamará si en estos momentos los hombres de bien hacemos que otros terminen confundiendo el bien por el mal y lo justo por lo injusto. Nos toca en estas horas darle la vuelta a la inversión de valores que en las últimas décadas allanó el camino, encumbró y ha mantenido al chavismo, no como cuatro funcionarios con ansias de poder sino como todo un fenómeno socio-político.

En caso de que el ejercicio mental sugerido al principio no haya sido suficiente para matizar la complejidad de este proceso, además de las tres clases de héroes identificados, invito a hacer las paces con los siguientes actores que, si bien no serán héroes (y me dan lástima quienes así los esperan hoy o quienes así los interpretarán mañana), serán parte necesaria para salir de este abismo. Forman parte de esa gama de grises que a muchos nos pueda dar asco reconocer que algo bueno pueda resultar de su posición ambivalente y que, más confundidos aún, los idiotas ansían como legítimos héroes. Son quienes tal vez por las razones incorrectas terminarán haciendo lo correcto. Son de quienes dependerá paradójicamente que en Venezuela no triunfe el mal absoluto. Piensen en ellos y reflexionen acerca de qué hace falta para que terminen de aparecer.

Hablo del Guardia Nacional que cansado de disparar perdigones en algún punto se rinda y decida no obedecer alguna orden. Hablo también del asambleísta, alcalde o gobernador del PSUV que descubra que está del lado errado de la historia y que de no pronunciarse en algún punto estará condenando su futuro político. Hablo de Cisneros que por similares razones crea conveniente para sus intereses voltear la línea editorial de Venevisión. Hablo del militar, empresario y periodista corrupto que consciente de su posición tan clave como frágil comience a tender puentes, a negociar y a hablar de transición con sus pares opositores para mantener algo de su status en la nueva Venezuela, sólo con la condición de que le dé paso. Hablo del chavista de a pie o del ni-ni que se fue de carnaval, que tal vez se sonrió con la burla de VTV del efecto eco y que en algún momento entendió que está demasiado fuerte la cosa y que al menos no aportará más a la opresión o mostrará una posición activa en su contra. Hablo del chavista que tal vez haya visto con morbo los videos de las agresiones contra opositores y que se le sale algún “quién lo manda a protestar”, alguien que cree haber sufrido mucho por culpa de algo fantasmagórico e intangible que asocia a los “burguesitos hijos de papá” que hoy son reprimidos agresivamente con una justicia un poco rara que no termina de entender por completo y que cada vez comprende menos, porque poco a poco se siente más confundido en cuanto a si aquellos carajitos con perdigones en sus cuerpos o balas en sus cabezas en verdad tienen la culpa de algo que él o sus padres hayan podido sufrir. Hablo de quienes sufren de tortícolis crónica de tanto mirar para otro lado y que sólo llegarán a decir ¡basta! porque no aguantan otra cola más para comprar harina, azúcar o papel toilet. Hablo de los que puedan tener un deja vú con lo que ellos mismos sufrieron alguna vez en sus propias carnes y entender que lo que está pasando simplemente no está bien, esos que terminarán de ver que lo malo no es “a quien” se torture o “a cuantos” se torture, sino “que” se torture. Hablo también de ese personaje que terminará dando ese discurso que pasará a la historia como el punto de inflexión: el fin de esta etapa y el comienzo de la transición en Venezuela.

Sin estos venezolanos no se podrá alcanzar la tan ansiada y merecida paz en libertad por la que claman y luchan los venezolanos de bien. Pero es que sobretodo sin ellos no podrá sostenerse más allá de un corto tiempo, no sería más que una ilusión efímera que inevitablemente se revertirá en algo aún peor. No serán héroes, pero terminarán salvándonos. Nunca supieron distinguir demasiado el bien de tan sólo lo que es bueno para ellos. Tal vez será sólo hasta dentro de muy poco tiempo que tendrán la inteligencia, voluntad o sentido moral suficientes para ver más allá de sus narices y hacer o dejar de hacer algo. Pero de lo que no hay duda es que sin ellos la lucha de los venezolanos de bien estará condenada. La historia se encargará de valorarlos, en su justa medida, pero por otro lado también nos juzgará terriblemente si no hacemos todo lo posible para incorporarlos en este complejo proceso que sólo les toca a los héroes comenzar y liderar.

Resalto esta última idea clave: esta lucha es legítima y debe darse por los principios que defiende, no porque la iniciativa sea de clase media o de clase popular, de muchos o de pocos. Comencemos la a revertir la inversión de valores. Cualquiera, un “sifrino” o un “pobre” arriesgando la vida en una protesta por la libertad y la paz, en contra del socialismo totalitario, los colectivos, la muerte y la tortura es un héroe; un “sifrino” o un “pobre” que se arreche, proteste o comience a saquear porque no aguanta una cola más para comprar comida, o que lo pueda en cualquier momento matar un malandro, es tan sólo algo lógico y natural. Nada más, nada menos. La clave es que son además necesarios para que aquello por lo que luchan los héroes prevalezca y se salve a todos los venezolanos sin excepción. Esto no es una protesta de clase media o de gente de barrios, de mayorías o de minorías, y es vergonzoso juzgar su legitimidad y pertinencia en función de eso, es una protesta por el bien, por la verdad y por la libertad. Supongo que no hará falta recordar que Miranda y Bolívar pertenecían a las minorías más minúsculas y además adineradas de su época. Eran mantuanos, con acento español, que no sólo eran de los poquitísimos que sabían leer sino que fueron educados por ilustres maestros con los clásicos y además en Europa. Creo que nadie en su sano juicio valoraría su rol histórico en función a que eran unos “sifrinos guarimberos” que no representaban a una inmensa mayoría que vivía una realidad distinta y que los hubiese aplastado en cualquier hipotética elección democrática de haberla habido. Sí que valdría la pena investigar si algunos en su época se referían a ellos de forma similar y en ese caso ver cómo sobrevivieron estos al juicio de la historia.

Estos son pues los retos que tenemos los venezolanos de bien: cada quién a cumplir su heroico rol, complementándose y no desarticulándose unos a otros, mantener siempre claridad en cuanto a los principios por los que luchamos porque sin lugar a dudas estamos en lo correcto y finalmente lograr las condiciones para que aquellos determinantes para la suerte de Venezuela toda se sumen a la lucha o al menos se abstengan de apoyar activamente al mal.

Luis Luque Santoro

Sigue en: https://www.panfletonegro.com/v/2014/03/08/cedas-ante-el-mal-2/

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