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Mandela: Al Final Ganan Los Buenos


Hoy fallece uno de los pocos héroes de carne y hueso de la historia contemporánea. Un hombre de temple y fuelle, caricaturizado por el mal cine. Las películas quieren retratarlo como el alter ego de Morgan Freeman, un santón liberal del perfil de Gandhi.
Ciertamente, Mandela profesó durante mucho tiempo la práctica de la no violencia. Sin embargo, desde el Congreso Nacional Africano, también decidió pasar a la acción de las armas, cuando las condiciones del aparthaied eran insostenibles.
Comienza el período de resistencia, anulado y borrado del relato por los creadores de consenso. Pongamos las cosas en orden.
Nelson emula y estudia a la resistencia judía, francesa y argelina. En la misma época, ocurren alzamientos coloniales alrededor del globo. El viejo modelo internacional luce agotado.
Norteamérica apoya al régimen de Sudáfrica, apadrinada por las principales potencias. Nadie quiere entregar su cuota de poder.
La absurda dictadura de Sudáfrica puede subsistir gracias al respaldo tácito de las naciones, durante la guerra fría.
Actualmente, todos fingen demencia, se hacen los locos, se arropan con la bandera de Mandela. Pero el asunto es una soberana hipocresía.
De la bochornosa ONU para abajo, a Mandela se ocuparon de condenarlo, cazarlo, censurarlo y encarcelarlo por décadas.
Los sesenta radicalizan la visión de Mandela, al punto de erigirse en un anticipo de las teorías de Malcom X y Martin Luther King, ambos asesinados por sus ideas. Poco faltó para sumar a Nelson en el tabernáculo de los mártires del movimiento de liberación africano.
Mandela encabeza una sedición profunda y total, empleando estrategias de guerrilla urbana y de disidencia intelectual.
Entonces cae preso, lo intentan demonizar, acaban tachándolo de terrorista. Un cuento conocido.
Sus enemigos celebran, alzan copas y logran imponerse por años de ignominia. Aunque el confinamiento del líder es en vano. De manera paciente, Mandela ve cómo su fama crece en Sudáfrica y el resto del mundo.
En los ochenta, el panorama cambia drásticamente a favor de Mandela. El apartaheid carece de legitimidad, sus defensores son denigrados y la mayoría clama por la liberación de Nelson.
Así deben sacarlo de su celda, entregarle el Nóbel y a la postre reconocerlo como el presidente de su país.
¿Cuál es la moraleja? Una muy importante. Al final, existen los finales felices, como diría Lanata.
El chico se queda con la chica, la paciencia rinde frutos, la constancia es la única salida.
Si Mandela se rinde, Sudáfrica siguiera controlada por una patota de nazis.
Por tanto, aprovechemos el día no para darnos golpes de pecho, llorar o lamentarnos.
Es una jornada marcada por la sonrisa de victoria, de revancha dulce de Mandela.
Paz a sus restos.
Nos dejó un verdadero gigante irrepetible.

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