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Cuando el chavismo confunde las estructuras con la gente

"Hombres nuevos"Hay un aspecto en esto de la grabación de Mario Silva que me parece importante: la reacción en el seno del propio chavismo. Para algunos en Aporrea y espacios afines, las denuncias de Silva y su consecuente inmolación son una bocanada de aire fresco, una oportunidad para el revisionismo y la depuración de un, erm, ¿movimiento?, que ha sido «cooptado por la derecha endógena», «comprado por la boliburguesía», «saboteado por los valores capitalistas».

 

Es la aproximación extremadamente individualista, centrada en el ser humano, que caracteriza muchas de las lecturas marxistas: la cacareada «falta de cuadros». Esto supone que el proceso que implica la transformación de las relaciones de producción en una sociedad depende de un hombre nuevo, ímprobo, honesto e intachable, capaz de sacrificarse por el proceso y obrar por el bien común.

 

Cuando se apunta al fracaso de los experimentos de planificación socialista en el siglo XX, el apólogo del marxismo se apura en explicar que lo que pasó era que «no había cuadros», o lo que es igual, que el advenimiento del superhombre comunista no tuvo lugar porque la sociedad «no estaba preparada» para eliminar el dinero, por ejemplo. La utopía comunista, aquella en la cual entramos a un abasto y tomamos solamente lo que necesitamos y no más y salimos sin pagar, no descenderá del cielo a menos que los hombres estemos preparados para ello. Mientras nos carcoma el diablo del capitalismo, de la acumulación y de las clases sociales, no podemos confiar en el ser humano. De esta manera, el fin de la Historia no pudo realizarse en Cuba, no porque su proyecto económico sea catastrófico y su proyecto social se base en el control, la represión y el autoritarismo, sino porque el resto del mundo se dedicó a envenenar a los cubanos, a convencerlos de que tener autos de marca era chévere y a buscar ser mejores que los demás, no a fundirse en la masa feliz y comunitaria.

Esta disparatada lectura, anacrónica y fantasiosa, transpira en cada minuto de la grabación de Silva. El problema de las divisas y el control de cambio, por ejemplo, no es un problema económico, ni compete al ejecutivo, es un problema de la burguesía apátrida que quiere comprar y expatriar dólares. Cadivi no funciona, no porque sea la idea más estúpida del gobierno desde la ruta de la empanada, sino porque los importadores traidores destinan la mitad de sus dólares al mercado negro, no a la compra y distribución de productos. De allí la defensa bobolonga y analfabeta de Silva a uno de los más mediocres cuadros del chavismo: Jorge Giordani.

Porque lo que prela en las relaciones humanas que implican el intercambio de bienes son los principios de costo-beneficio. Pedirle a la población que gaste más por un producto peor, pero «nacional», es destinarse al fracaso. Crear una estructura de corrupción y robo de las proporciones de Cadivi, para luego sorprenderse de que aparezca gente conectada al gobierno comprando dólares a 6,30 y vendiéndolos a 25 al día siguiente, es confundir la gente con la estructura.

 

Las sociedades no dependen de la gente, dependen de las estructuras. Crear una estructura que subsidia comida y la ofrece a un precio irreal, para luego sorprenderse y culpar a los buhoneros (como lo hace Silva) de que estos hagan 400% de beneficio al vender estos productos en la calle es desplazar la culpa.

Porque la culpa del desastre económico y de la escasez que padece Venezuela la tiene el gobierno. No es culpa de aprovechadores abusadores como Diosdado Cabello y los bolichicos. Ellos son la consecuencia, no la causa, de la política económica chavista.

 

Así, lo que me preocupa de esta grave confusión entre las estructuras y las personas es la trampa en la que caen muchos de los comentaristas y (*cof, cof*) «intelectuales» del chavismo: creer que Mario Silva tiene razón, y que la idea era buena pero carecía de cuadros.

Porque no hay depuración, purga o gulag que valga; no hay forma de obligar a las personas a nadar a contracorriente de las leyes económicas. Sin embargo, el chavismo se resiste a ver la realidad, como el Coyote preguntándose por qué un patín con cohetes no puede volar por encima del Gran Cañón. La grabación de Mario Silva, y los comentarios subsecuentes que ha suscitado, refuerzan la idea de una «depuración de la derecha endógena», para que finalmente llueva hacia arriba porque el Ejecutivo lo decretó así.

 

No es solamente una forma de pensar errada e ilógica, es una postura peligrosa que, en otras latitudes abrió la puerta a la represión y a esos «pequeños sacrificios», como en Camboya, que deben hacerse para finalmente llegar a la construcción del hombre nuevo.

 

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