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Oposición: de la sartén al fuego, o viceversa

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Botar

Votar o no votar. No es el dilema de Shakespeare en Hamlet, sin embargo hay una similitud: cualquiera que sea la decisión que tome al respecto la misma será trascendente. Marco distancia entonces de aquellos que afirman que da igual votar que no votar, en mi opinión esto es radicalmente falso. A continuación mi análisis del por qué.

Quienes votan lo hacen por uno de estos dos motivos:

1) Para elegir: convertir su voluntad en la concreción de una victoria a su candidato (Henrique Capriles Radonsky). Esto vale incluso para aquellos que votarán por Capriles sabiendo (o suponiendo) que no ganará, en este caso lo que buscan es fortalecer una opción a futuro, es decir, ven el voto como una inversión a mediano-largo plazo, apostando a una eventual debacle política a lo interno del chadurismo o a algo que luce casi inminente: la implosión del sistema dada su imposibilidad económica aun con el barril de petróleo a más de cien dólares, pero no entraré en el tema económico en este escrito.

2) Obligar el fraude: este grupo minoritario pero no despreciable estadísticamente, está conformado por quienes consideran que una eventual victoria de Henrique Capriles (en las urnas) obligaría al gobierno a recurrir al fraude para ganar, es decir, a un fraude en el escrutinio (electrónico) de los votos o su transmisión al ente electoral. Lo que este grupo ignora es que el fraude está en todos lados menos en la transmisión de los datos al CNE, dicho en castellano: el fraude está en el uso y abuso de los medios audiovisuales de comunicación social, del dinero del Estado, de la infraestructura pública, de los poderes públicos arrodillados, del chantaje/amenaza (“con la máquina del SAI sabemos por quien votas”), de la violencia directa (como la vista contra un grupo de estudiantes que pretendían llegar al CNE a entregar un pliego de exigencias por un proceso justo y equilibrado), del saboteo grosero a los actos del candidato opositor (no le permiten aterrizar en “x” aeropuerto, no le dan permisos para manifestaciones/concentraciones, etc), los puntos rojos el día de la elección con la anuencia del CUFAN chavista arrodillado, un REP viciado y sin depurar desde hace al menos siete años, una elección sin observadores internacionales independientes, una tinta indeleble que solo funciona en los centros donde tradicionalmente gana la oposición, las infinitas trabas a los electores en el extranjero para ejercer su derecho al voto, amedrentamiento de testigos de la oposición en centros rurales, elección de miembros de mesa mayoritariamente militantes del PSUV, migraciones ilegales de electores y un largo etcétera que suman por aquí y por allá votos fraudulentos al candidato del gobierno y/o se los restan al candidato opositor. Al final de la jornada, si contamos los votos será casi seguro que Maduro tendrá más votos que Capriles, lo cual sin embargo no reflejará (al menos no en la proporción que dicten las urnas) la preferencia electoral del país por los motivos expuestos ut supra. Es decir, si mágicamente la oposición lograra que se contaran manualmente todos los votos el 14-A sin remediar el fraude contenido en este párrafo será solo servirá para legitimar con fuerza absoluta la victoria del sucesor de los Castro en Venezuela.

Quienes no votan lo hacen por uno de estos cuatro motivos:

1) Abstencionismo estructural: son aquellos que no votan nunca, alguna vez en su vida se inscribieron en el REP pero sencillamente no van a votar, no lo han hecho, ni lo harán.

2) Anticomunismo: consideran que Capriles es sencillamente una mala copia de Chávez.

3) Frustración/desaliento: luego de la derrota del 7-O y el 16-D (amén de todas las anteriores) mucha gente se siente, con legítima razón, frustrada, desaminada, resignada a que la oposición está condenada a perder todas las elecciones presidenciales frente al aparato abusivo, grosero, arbitrario e ilegítimo del régimen chadurista.

4) Moralidad: están convencidos de que participar en las elecciones los coloca en la posición de cohonestar un fraude evidente, ven en la elección la crónica de una muerte anunciada y se sienten moralmente obligados a no participar en la farsa electoral.

Tres consideraciones finales:

– Apostar al mediano-largo plazo en una situación donde la vida, la libertad y la propiedad están en juego en el corto-mediano plazo pareciera una jugada altamente riesgosa, especialmente si queda alguna ficha para un desafío a corto plazo.

– Arriesgar lo mínimo con la intención de ganar el jackpot es, o bien ingenuo, o deshonesto.

– Despido el artículo con una perogrullada: va siendo hora de que el venezolano promedio deje de lado el chovinismo romántico, piense en sí mismo y asuma la responsabilidad necesaria de reflexionar racionalmente su decisión de cara al futuro. No estamos frente a un adversario político que desea derrotarnos, estamos frente a un sistema liderado por capitostes que nos ven como enemigos y están dispuestos a lo que sea por preservar el poder.

Y usted, ¿vota, bota o no se anota?

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