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«You know what you are? You’re an ex-pat.»

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Si no vives en Venezuela, no tienes la misma moral para opinar que alguien que sí. Es una de esas injusticias psicológicas que, en verdad, es mucho más obscura e indescifrable de lo que lo hacen ver quienes dicen campantes «¡tú no vives aquí!»

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Hay una página de política Venezolana antichavista que visito a veces donde hay un famoso troll chavista. Él siempre viene con comentarios que, aunque son burdos, duelen; no son exactamente mentira. Un buen día, se le salió que es un gringo y que nunca ha pisado Suramérica.

¿Sabes que? Sus comentarios ya no me duelen tanto.

No es que uno sea gringo, entiendan. Es un caso extremo de lo que nos aflige: ¿acaso ese gringo no tenía derecho a opinar sobre un evento político que queda ideológicamente cerca de su corazón?

No te pido que te calles, camarada desplazad@, entre otras cosas porque no hay nada como el exilio para darle sofisticación a las opiniones. Mas sí nos toca una humildad que no les toca a los que se quedaron.

Les tenemos hasta una responsabilidad, de negociar esa cuerda floja, de aceptar que nos resientan un poco sin resentirles a ellos, de cumplir útilmente con el rol de dar perspectiva sin montarnos en una tarima.

 

 

No será fácil, pero tampoco es exactamente difícil.

(puntos extra para el snob agringado que sepa de donde saqué el título)

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