Ejercicio a 4 manos con Roberto Echeto: Bellezas Vol. III

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Esta vez me acompaña Roberto Echeto, ¿se acuerdan? en eso de describir bellezas sin decir la palabra «belleza» o como dice Echeto:

«La única manera de no volvernos locos en una época tan inane como ésta, es fijarnos en las obras de los gigantes y apropiarnos de ellas como si fueran nuestras.»

Va, Mr Echeto I, II, III, me a, b, c.

I

Arte y literatura

Patafísica

Siempre me han interesado las comedias y, sobre todo, entender cómo funcionan sus mecanismos: la parodia, la ironía, la sátira, el absurdo, el sinsentido…

Aunque he estudiado y reestudiado esa mecánica miles de veces, no fue sino hasta hace muy poco que comprendí que para entender la materia primigenia del humor, debía iniciarme en el conocimiento patafísico.

La patafísica es la ciencia de las soluciones imaginarias, la disciplina que se dedica al estudio de los epifenómenos o, si lo prefieren, de las excepciones.

Hay que distinguir entre patafísica y ’patafísica. Mientras la primera se refiere a la observación de los hechos insólitos que ocurren por casualidad, la segunda trata sobre los eventos diseñados para alterar la monotonía de la vida o quebrar el decurso normal de una situación.

De manera que me interesa más la ’patafísica que la patafísica a secas, y, si hurgan un poco, les diré que me interesa un tipo de ’patafísica especial en el que la alteración a la normalidad no se nota demasiado. Por eso uso medias de colores y me gusta el humor que no produce explosiones de carcajadas, pero subvierte el orden de una manera tal que resulta imposible volver a ver al mundo como se veía antes.

No ahondaré en la etimología de la palabra patafísica. Sólo diré que es una invención de Alfred Jarry, quien la usó por primera vez en su comedia Ubu Rey, de 1896, y luego la explicó con mayor detalle en su novela póstuma, publicada en 1911, Gestos y opiniones del doctor Faustroll, patafísico.

a

¿Cómo se llega a un ejercicio como este? Por necesidad. Se trata de un grupo de gente que practica el deporte extremo de la admiración. La admiración es ese estado mágico, en que tienes la capacidad de entregarte a la genialidad de otro sin cuartadas. El amor es más complicado, pero en la admiración no hay tanta burocracia, la transacción es más pura y sincera, es ilimitada. La admiración es reto, paraíso y consuelo. ¿En quién soñamos podemos acompañar en algún altar? No se dará, pero no importa, uno sigue y entonces te encuentras que no sabes cómo nombrarlos, te guardas para no desgastar los adjetivos, y ahí vas, diciendo: “ídolo”, “genio”, «grande», y te vas a otro idioma que conoces, que amas, y les robas adjetivos: “Amazing” “Awesome”. Después te rindes y para resumir, usas una y otra vez la palabra que no se puede decir en este juego. Lo que ellos tienen es puntería, y con sus dardos envenenados te hacen levitar por momentos en que se te olvida toda la miseria humana. Ellos, los admirados, juegan limpio, y combinan los elementos de una manera imposible, que te hacen llevar las manos a la cabeza y abrir los ojos maravillado, o sentir de qué va realmente el placer. Y es la felicidad, y es la suerte de estar allí y ser testigo, formar parte, ser receptor de tanta generosidad. Afortunado si admiras a tus amigos, porque su amistad es del más noble y resistente metal. Afortunado si admiras a tus padres, a tus hijos, al amor de tu vida porque su amor será todo menos efímero. Afortunado porque vives en mundo, muchas veces horrible, que cada tanto te regala un genio que te encontrará para más nunca soltarte. ¿Alguna vez has saltado de la emoción y a la vez te revuelcas de la envidia porque sabes que no los alanzaras y a la vez te repites “no puede ser” “¿cómo lo hizo?”? Sí, es un placer culposo, y todo es culpa de ellos. Admirarlos y entregarte es lo único decente que te queda por hacer.

Pobre de aquel que no puede levantar la mirada para apreciar la inmensidad de otro, porque se perderá de la parte que vale la pena.

II

Música

Avenging Angel

Es el título del disco a piano solo que Craig Taborn publicó en el sello ECM, en 2011.

La música oscura y, en apariencia, serena de este álbum no se puede oír sino con una cerveza, un marcador negro y una hoja en blanco cerca de las manos.

Sin darte cuenta, las improvisaciones musicales comienzan a exigir que las descifres a través del dibujo o de la escritura.

Leucocyte

La muerte del pianista Esbjörn Svensson en un accidente de buceo acabó con la formación que modificó el sonido del trío de jazz tradicional y lo llevó a un nivel que no se parece a nada que hayamos escuchado antes.

Cuando digo «trío de jazz tradicional» me refiero a piano, bajo y batería, que es lo que se estila de Art Tatum para acá, pasando por un sinfín de nombres y de tríos estables y poderosos que han creado grabaciones míticas a lo largo de las décadas.

No obstante, lo del trío de Esbjörn Svensson se pierde de vista. Al ser suecos, no estaban amarrados a la tradición del blues ni a ningún estilo en particular. Siempre sonaron como ellos mismos y muy pronto comenzaron a introducir texturas extraídas del rock, de la música ambiental y de otras músicas electrónicas, logrando con ello ampliar su público y acercar el jazz a esas audiencias fieles al pop y a todas esas tendencias —con o sin Djs— que crecen como ortigas en el mercado musical de hoy.

Leucocyte fue publicado dos meses después de la muerte de Esbjörn Svensson. Siempre que lo oigo, me pasa lo mismo: me entrego a su amabilidad inicial, sabiendo de antemano que no durará mucho, que más adelante me esperan unas complejidades rítmicas, tímbricas y anímicas, que serán el prólogo de la inquietante suite en cuatro movimientos a la que resulta imposible escuchar sin otorgarle el carácter de una premonición.

Siempre que oigo Leucocyte, termino mesmerizado, con repelús y con la extraña sensación de haber enfrentado una misteriosa y gigantesca obra maestra.

B

Tres estrellas se alinean perfectamente, todas las demás están desperdigadas, haciendo formas que dependen de ti, pero esas tres no, están separadas por la misma distancia, son tres, exactas, una al lado de la otra, retando el desorden sideral, sales, las miras, y no entiendes por qué se rebelaron, cuál es el mensaje que quieren dar haciendo la línea recta.

——–

Alguien amable, es decir, que hace cosas irresistibles que terminan por convencerte que sería un desperdicio no amarle, entra en tu orbita. Y te das cuenta que los tramites de la vida exigen que hagas colas, y trabajes muchas horas, y la ausencia de los amables se extiende absurdamente. Pero tú decides tenderle una trampa al tiempo y decides ganarle, diciéndole a los amables de tu vida lo mucho que les agradecen que estén, y lo haces sin reserva, como si estuvieses en un avión que se precipita violentamente hacia la tierra, despenalizando la estúpida costumbre de criminalizar la expresión del cariño. Y hay algo en la ternura que ellos generan espontáneamente que hace que te levantes al día siguiente y hagas las colas de siempre y trabajes por horas para regresar, otra vez, al lado de los amables.

III

Televisión

Los Soprano

Hace cuatro años HBO terminó de transmitir Los Soprano.

Seis temporadas bastaron para recordarnos que la televisión y la gran literatura no tienen por qué estar reñidas.

Cada capítulo de esta serie de mafiosos es un vórtice de historias en el que se mezclan violencia y surrealismo, sexo e intrigas familiares, sabiduría para los negocios y enseñanzas para la vida.

Nunca olvidaré el capítulo en que Tony descubre que Pussy era informante del FBI (un pescado congelado en la pescadería de un sueño se lo dice). Tampoco olvidaré el episodio en que Christopher y Polly pelean contra un ex soldado ruso trocado en mafioso o aquel en que Tony, abaleado, se pasa un tiempo en el purgatorio, huyéndole a unos monjes tibetanos que le reclamaban la venta de un aire acondicionado dañado.

(La idea del purgatorio como un hotel es una absoluta maravilla).

Ni hablar de Tony tapándole la nariz a Christopher Moltisanti para matarlo luego de un accidente de tránsito o de Carmela sacando billetes de un saco que Tony tenía escondido en un pipote de basura en el jardín de su casa.

Hablar de Los Soprano es difícil porque tiene miles de escenas memorables.

Como la del gordo Bobby Bacala muriéndose entre sus trenes de juguete.

Como la de Silvio llevando a Adriana La Cerva al hospital donde recluyeron a Christopher por su adicción a las drogas. Curiosamente nunca más se supo de Adriana.

Como la de la doctora Melfi botando a Tony de su consulta porque un día descubre que el tratamiento psiquiátrico es inútil en sociópatas.

Y podría seguir usando esta oportunidad para enumerar más momentos extraordinarios de una serie compleja y divertida que mostró caras inéditas del mundo de la mafia, pero se nos agotan el tiempo y el espacio.

Sólo quiero terminar diciendo que Los Soprano es una fuente de inspiración inagotable y que David Chase es un maestro

c

La última escena de Pulp Fiction es una prodigiosa maravilla, y la ves independientemente, sin haber visto la película completa, y sientes que no te pierdes de nada, que estás viendo lo mejor, de ese año, lo mejor en mucho tiempo. Quentin Tarantino en su mejor forma haciendo una mezcla pop explosiva que hace historia, combinando un pasaje bíblico con una frase memorable de Fonsy, con el nombre de un beatle. Poniendo en la misma escena a un asesino de la vieja escuela recién reformado por un milagro, frente a un asaltante amateur, inexperto, a quien finalmente se le perdona la vida. Pero lo mejor de todo es que Tim Roth no estaba actuando gran cosa, seguramente estaba maravillado, sentado frente a un gigante, Samuel L. Jackson, en completo estado de gracia, dando una clase magistral, elevando a otro nivel una actuación irrepetible, poderosa, precisa, que roza la perfección. Cada palabra, la mirada, el pulso, el tino, la gallardía de un maestro. Y te imaginas a los extras, y al equipo técnico, y a Amanda Plummer y a John Travolta, a al mismo Tim Roth, testigos excepcionales, y sobre todo, te imaginas a Tarantino, detrás de la cámara, extasiado, brincando de la emoción y pensando que toda la mierda valió la pena, sintiendo que no se equivocó de oficio, todo, por ese momento.

Yes, out there a lot of people are trying to be the shepar.

You people should be like Fonsy

And what is Fonsy like?

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