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Epílogo de “La ruta de los museos” (En defensa de la crítica o los topos necesitan lentes)

A raíz de la crítica/crónica que hice del festival “La ruta de los museos” me han acusado de sectaria, prejuiciosa, sifrina, y ya no me acuerdo de qué más. Yo he respondido, a cada uno, no sólo defendiendo mi punto de vista, sino mi derecho a expresarme libremente. Claro, eso lo he podido hacer a los foros a los que tengo acceso.

Me acusan de sifrina porque tengo miedo, porque deje el teléfono y el monedero en la guatera del carro, porque corrí al estacionamiento, porqué seguí las recomendaciones de los señores encargados de cuidar el estacionamiento, cuando me decían “¡Pilas! Esto por aquí es candela”, mientras abrían nerviosamente el portón.

Entonces, sentir miedo en la quinta ciudad más peligrosa del mundo, donde el año pasado hubo más de 18.000 homicidios, es un perjuicio. Entonces yo tengo que ignorar las anécdotas, los cuentos, las experiencias que he tenido. No puedo sentir miedo.

Yo no tengo perjuicio, tengo miedo, que es muy distinto. Tengo amigos que han sido secuestrados y han tenido que ir a terapia por meses para recuperar algo de tranquilidad y poder salir de la casa a la calle. Tengo amigos de mis primos que han sido asesinados para robarles el carro, al papá de un amigo lo mataron en la Fajardo y ni siquiera se llevaron lo que le querían robar. Además leo noticias. Yo quisiera ir a la ruta de los museos los fines de semana sin un cordón de seguridad y con cientos de policías desplegados a lo largo de la ruta. Estoy cansada de eso, y no me banco esta farsa que nos montan las diferentes alcaldías de Caracas. Todo este espectáculo político es de cartón piedra, se desvanece una vez pones pie en la calle.

Pero voy a ilustrar mejor este punto:

Yo vivo en el municipio libertador, el primer cadáver tapado con una bolsa amarilla que vi en mi vida, lo vi en la puerta del Banco Fondo Común, en frente del Cada de la Florida. El segundo cadáver lo vi en una calle de Chapellín, un día que iba a la ferretería a sacarle una copia a la llave de la reja de mi casa. Tibisay Lucena vive por ahí, y a parte de 8 escoltas, también la protegen 4 guardias nacionales. A una cuadra, vive el alcalde de Libertador, Jorge Rodriguez, y tiene aún más escoltas que Tibisay. Si ellos se protegen así, coño, pienso que debería tomar mis precauciones, yo no tengo escoltas ¿Saben?, 2+2 a veces es 4.

Yo no puedo denunciar que algo normal, como lo es caminar por la calle, o visitar los museos, de noche, algo que es normal en otros países, aquí, en Caracas, es un festival. Para hacerlo, hay que desplegar más de 100 policías. Entonces, todo, «Por el medio de la calle», «La ruta de los museos», todos esos festivales, son una ficción, patrocinada por el estado, para que te creas que puedes ir a los museos de noche, pero no se hacen responsables de lo que te pueda pasar si traspasas la línea que te dibujaron con tiza, si te sales del límite de la «ruta», es bajo tu riesgo, es más, nos seas tan osado, mejor sigue la ruta, así como las vacas entran a un corral. No entiendo el complejo de quienes critican que uno tiene miedo. Lo siento, soy humana, y no hay una operación que te extraiga el sentido de supervivencia.

Me acusaron de que yo no hago nada para combatir el miedo. Mi aporte para combatir el miedo es simple, cuando mis amigos del interior vienen a Caracas, les armo el plan sin consultarles siquiera. Casi siempre los llevo a los museos (de día), ya que la mayoría, pasado los 30tas, no conocen la colección de arte moderno más completa de Latinoamérica, eso me parece un crimen, por eso casi les obligo. También los llevo a la Ciudad Universitaria, donde se graduaron 4 de mis 6 primos, y me parece uno de los sitios más hermosos del mundo. Otro crimen no haber estado allá.

No me acusen de que NO trato de superar el miedo. Conozco gente que no pasa del túnel de la Trinidad, y eso me parece infinitamente triste, porque vivimos en una ciudad fracturada, que no se reconoce. Yo quiero que eso cambie, por eso crítico la farsa de estos festivales, porque es flor de un día, es un espectáculo para que te sientas dueño de una ciudad que no existe, una ciudad que le pertenece más al miedo y a las pistolas, que a sus habitantes.

Le he dedicado bastante tecla al tema “Venezuela”, porque me interesa, me importa y me duele. Para mí, un hueco en la calle, donde dejas el tren delantero del carro, es un hueco, en Chacao, Baruta, Libertador o Sucre. Hago todo lo posible por mantener la independencia intelectual. Para mi, ser parte de un partido político no es una religión incuestionable. Para mí, apoyar a un político no es adorar a un semi dios, por eso hasta con el tobo con todos, por eso la crítica como ejercicio y catarsis.

Lo siento, como dije en otro foro, yo sólo le aplaudo ciencia ficción a Ray Douglas Bradbury, porque es un gigante, un absoluto genio.

(¡Carajo! Escribí un nombre en inglés ¡Un escritor estadounidense! ¡Qué bolas tengo yo! Soy una sifrina)

Entonces, yo no puedo señalar la olímpica contradicción de un gobierno, que en lugar de solucionar el problema de la inseguridad, te monta un festival, alumbra una ruta, mientras más allá de los límites de la “ruta”, todo es oscuro, una cueva, el guetto se queda sin luz, la morgue está colapsada, y le meten un tiro a las personas para robarles un miserable blackberry.

Yo tengo que ver las buenas intenciones, los “esfuerzos para recuperar los espacios públicos”, las cosas buenas y dejar de ser una sifrina paranoica amargada “me iría demasiado”, que corre a los estacionamientos y utiliza la guantera para “proteger” sus pertenencias, una loca que le da miedo salir de noche en Caracas.

Tengo que obviar el toldo rojo que estaba en frente del ateneo repartiendo propaganda política, y ponerme unos tapones en los oídos para no escuchar al tipo del megáfono diciendo que Chávez es el candidato de la patria, y a los cantantes en tarima hablando no sé de qué revolución. Tengo que hacer todo eso para no decir que “La ruta de los museos” es un evento político, descaradamente político.

Es más, le doy el beneficio de la duda al gobierno bolivariano, si este festival lo hacen después de pasada la campaña electoral, será la primera acción desinteresada que hacen desde que están en el poder. Veremos.

Entonces, yo no puedo señalar, que al igual que “Por el medio de la calle”, las “manifestaciones artísticas” en “La ruta de los museos”, son pobres, accesorios, porque la gente simplemente, está ahí, en la plaza, de noche, esa es la atracción principal de esos festivales, lo haga el municipio que sea. Digo eso, y me acusan de sectaria, que por qué no me puse a bailar salsa brava con un “tuki” (así me dijeron en un comentario).

Entonces, expreso mi muy particular opinión de que lo que tiene el chavismo con Bolívar es un fetiche sexual y me acusan de blasfemar. Yo tengo que aplaudir las contradicciones, las incongruencias, la demagogia, “el peor es nada”, “el aunque sea algo”, la estafa, el populismo brutal, las mentiras, la propaganda. Tengo que relajarme, ver el vaso medio lleno. Ser condescendiente, ponerme las gríngolas, pegarme a la antena del poder para que teledirija mis pensamientos.

Pues no, a mi no me criaron así, lo digo, y lo seguiré diciendo mientras pueda.

Lo que yo no entiendo es la indulgencia

¿Qué pasó con la independencia intelectual en este país?

¿Qué pasó con el punk, los jóvenes, la rebeldía?

¿De qué va esta domesticación, viejo?

¡¿Qué brujería es esta, pana?!

Vamos a ponernos serios, señores.

Vamos a ir, y le hacemos una entrevista a los vigilantes de los estacionamientos “de la ruta”, para que nos cuente cómo es eso por ahí cuando no hay “ruta”. Vamos a preguntarles qué significa “Esto es candela”.

Vamos a echarle bola, en serio, y hacemos la ruta de los museos, pero sin festival, sin policías, tipo 9, 10 de la noche.

¿Quién se aguanta?

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