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Habemus Papam: El Evangelio según Moretti


Fumata blanca. Obra maestra a pesar de la opinión de los blasfemos, quienes esperaban una desacralización a la manera iconoclasta de Buñuel. No es el caso aunque la presencia del actor francés, Michel Piccoli, dota al film de un aura deconstructiva con ecos del pasado modernista al servicio de los genios del cine europeo: Berlanga, Miller, Ruiz, Oliveira, Varda, Resnais, Malle, Ferreri, Carax, Godard y Hitchcock, sin olvidar al gigante de “El Perro Andaluz”.
Con él, realizó puras gemas del séptimo arte, “Belle de tour”, “Le charme discret de la bourgeoisie” y “Le Fantôme de la liberté”.
Soy fanático del intérprete y se robó mi corazón con “Tamaño Natural” y “La Grande Bouffe”, catedrales de la incorrección política en tiempos oscuros de censura y represión.
Nanni Moretti sabe rendirle tributo a sus fuentes de inspiración del ayer, mientras logra imprimir un sello personal a la puesta en escena a través de la impecable resolución formal y conceptual de “Habemus Papam”, donde ofrece una lectura necesaria y contemporánea de los asuntos de la fe.
Por ello, la pieza recibe las críticas de lado y lado. A unos les resulta demasiado caricaturesco su retrato del fenómeno. A otros les parece una cinta blanda y condescendiente. Yo la estimo como un trabajo atípico y dispuesto a conciliar a los fanáticos y enemigos del vaticano.
A propósito, comparto un detalle curioso e interesante. Una bandera de Venezuela figura durante el metraje, con siete estrellas, en el medio de la multitud congregada alrededor del decorado. Es como el paquete de “Harinapan” de “Drive”. Ambas, por cierto, coincidieron en Cannes y son como el agua y el aceite. Cada una en su estilo. La de Winding Refn toma el camino de la revisión genérica de los resortes del film noir.
La del ególatra italiano prefiere adoptar el trayecto clásico quebrantado por el humor negro atribuido al creador de “Palombella Rossa”, reflexión sobre las contradicciones de la izquierda según la óptica de un jugador de waterpolo con un ataque de amnesia.
Ahora el comunista se olvida del blanco y negro, en el sentido de ir más allá del prejuicio marxista de “la religión como opio del pueblo”. El círculo se cierra de manera perfecta en el argumento de su entrega del 2011, cuando el protagonista sufre un asalto de ansiedad y miedo escénico, al ser designado como el líder la iglesia universal, tras la muerte de su sucesor. Quizás un guiño al período de transición de Juan Pablo Segundo al ascenso de Ratzinger.
De cualquier modo y para seguir en la línea de la autoconciencia, Moretti vuelve a recurrir a las alegrías y dramas del deporte, para humanizar a los personajes de su manifiesto.
El tercer acto nos depara el milagro de una secuencia feliz, centrada en un torneo de voleibol con sotanas, hábitos y escapularios.
La cámara lenta dignifica y ilustra con trazos de ironía, la oportunidad de encontrar afinidad entre los diferentes espectros del colegio cardenalicio.
Nanni apuesta por la reivindicación de las alteridades y particularidades encarnadas por los continentes incluidos en la competencia.
Hermosa la consecución del punto por parte de los integrantes del equipo de Oceanía.
En paralelo, el Sumo Pontífice decide escapar y recobrar un espacio perdido de su autonomía. Sale a la calle a escuchar a la gente de a pie, como un ángel humilde de “Las Alas del Deseo”.
Descubrirá un grupo de teatro y evocará con nostalgia su época dorada.
El mensaje nos permitirá entender las conexiones de Chejov con la tragedia del héroe épico y quijotesco.
Así, los telones en movimientos definirán el significado de la metáfora elaborada por el director.
A su vez, la televisión expone un espectáculo diferente a la realidad. Las sombras guardan el secreto detrás de las cortinas en movimiento. Homenaje a la historia del cine en su relación con la caverna de platón.
Por último, aguardamos por una conclusión tranquilizadora y esperanzadora. Con todo, “Habemus Papam” opta por cerrar con una moraleja inquietante y enriquecedora.
El futuro del cónclave radica en abandonar la zona de confort para ir a la búsqueda de la vía pública, al calor de los retos y requerimientos del ciudadano.
De ahí el sublime fragmento con la canción de “Cambia, todo Cambia”, interpretado por músicos inmigrantes de Roma.
Al verlo, lo confieso, las lágrimas brotaron de mis ojos.
Me recordé de mis paseos por la ciudad sacra, buscando tomas para un reportaje documental. Allí grabamos a los menesterosos tocando sus instrumentos para sobrevivir. Son las brechas enormes afincadas en la capital de Italia.
“Habemus Papam” tampoco se tapa los ojos ante ellas y las visibiliza para invitar a proponerles una solución.
Como siempre, la pelota queda el lado de nosotros y del poder.
Es la madurez de Nanni Moretti. Evoluciona de la farsa inclemente de “Il Caimano” a la terapia piscoanalítica de “Habemus Papam”.
Pacto de Freud con la palabra de Dios.
Complejo, denso, profundo y trascendente en su simpleza, despojamiento y minimalismo.
PD: fui al Vaticano a cubrir la consagración de Urosa Savino. Dentro, me consigo con la delegación presidencial. Por cortesía, entrevisto a Freddy Bernal. Su aliento etílico no era normal. Los chavistas asistieron por compromiso e hipocresía. Venían de echarse palos. Triste pero cierto.

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