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Piedra, Papel o Tijera: la Fábula del León perdido en la Ciudad de la Furia


En la época de Mussolini, la realidad había desaparecido de la pantalla.
Según las autoridades del fascismo ordinario, era mejor ocultarla bajo el velo del género con mayor potencial para la evasión: la comedia.
La industria del cine italiano navegaba por el río tranquilo de la pasividad escapista, mientras el país naufragaba en el mar de la infelicidad económica y social, bajo la sombra de la segunda guerra mundial.
Los viejos zorros se adaptaron por compromiso al molde impuesto por el dictador.
Los jóvenes no quisieron tirar la toalla y conformarse. Hasta cuando apareció el primer ovni cinematográfico de la época, “Obsesión”, la obra maestra de Luchino Visconti. Antes y después en la historia del cine moderno. El número cero del movimiento de ruptura encabezado por De Sicca, Rossellini, Michelangelo Antonioni, Gianni Puccini, Zavattini, Fellini y Giuseppe de Santis, críticos viscerales del estado de confort y alienación planteado en el pasado.
Salvando las distancias y para acortar la introducción, considero a “Piedra, Papel o Tijera” uno de los primeros cismas dentro del canon de la Villa y la plataforma, en la línea de “Hora Cero” y “Hermano”, aunque superior a ellas por su calidad técnica, estética y conceptual.
En cualquier caso, las tres conforman un corriente y una tendencia de renovación estructural, donde la violencia del presente consigue una traducción lógica y frontal en la pantalla a través de un estilo común y compartido, a camino entre el video clip y el lenguaje de la publicidad, el melodrama y la tragedia coral, la denuncia y la crónica negra, la lucha de clases y los conflictos de poder, la ciudad podrida y la normalización del caos institucional.
Reflejo expresionista de un país desangrado y descompuesto, cuya única luz de esperanza radica en el rescate de los niños, si acaso.
Otro parentesco con el pesimismo de los cuarenta y cincuenta, definido por la demoledora, “Alemania Año Cero”, protagonizada por un infante condenado a la soledad, la esquizofrenia y el suicidio.
Mutatis mutandis, los colegas criollos describen el viaje iniciático del descenso a los infiernos de los herederos de la patria. Alegoría de los pobres y miserables chicos de la calle, víctimas de la prostitución forzada, de la indigencia, del desamparo, del hundimiento de la modernidad.
Sin ir muy lejos, “Piedra, Papel o Tijera” narra, con no poca fortuna, el relato contemporáneo de la corrupción de los ángeles y los menores del siglo XXI, a merced de la falta de referentes, de modelos a seguir, de padres y representantes con entidad moral.
La muerte, la desatención y el trauma son el destino de los jóvenes y pequeños protagonistas de la importante cinta producida por Rodolfo Cova, artífice silencioso de varias de las mejores piezas realizadas en el patio criollo durante el tercer milenio.
Por tanto, el guión sintetiza la idea brillante y elocuente de proyectar las contradicciones de nuestro entorno hostil, por medio de la simple, clara y cristalina metáfora de la cadena alimenticia.
El intrincado e inclemente darwinismo de la capital, obliga e impele a los ciudadanos a devorarse y aniquilarse mutuamente, cual desenlace de “Reservoir Dogs”, a punta de plomo cerrado y limpio.
Nadie se salva o redime, de manera tramposa, en la conclusión de la obra. Punto a favor del argumento en abierta oposición al compromiso de culminar con una nota positiva, con un mensaje edificante, con una concesión tranquilizadora y falsa a la usanza del happy ending impostado de “Er Relajo der Loro”, “Cheila” y “Una Mirada al Mar”.
El autor traiciona las expectativas del espectador, al someterlo a la terapia de choque, al duro golpe de descubrir el fracaso y la derrota de la misión de los posibles héroes y antihéroes de la odisea, de la aventura.
Por consiguiente, el futuro brilla por su ausencia en el devenir incierto de los intérpretes del alegato.
A su vez, la orfandad se completa con la desaparición de la justicia, el apogeo de la criminalidad, el envilecimiento de los cuerpos del orden y la disfuncionalidad familiar.
Los policías andan en lo suyo, robando, matraqueando, extorsionando y compitiendo con los ladrones por el reparto del apetitoso botín. Ejemplo de la represión pervertida y descarriada.
Dos esposos se traicionan y el retoño de la santa unión paga las consecuencias del desamor, el desafecto y la infidelidad. Típico de Caracas.
Casarse por esnobismo para cumplir con un ritual. Traer criaturas a la tierra y después lavarse las manos, librarse de responsabilidades.
Por último, para redondear el cuadro del apocalípsis ahora, un par de adolescentes sueñan con independizarse. Por desgracia, el castillo de su ingenuidad colapsará ante la cadena de eventos desarrollados por la fábula, por el cuento.
Él trabaja como vendedor de libros. Ella es explotada en la cadena laboral de una panadería. En el trayecto, cruzarán sus existencias con los demás miembros del reparto.
La cámara los desnudará al ritmo de la música compuesta por Famasloop y de una cámara nerviosa, inspirada en la técnica del documental verité.
La fotografía ilustra las distancias, los abismos, las brechas y las fronteras elevadas como diques de contención, alrededor de la megalópolis distópica.
Uno de los méritos de “Piedra, Papel o Tijera” consiste en hacer evidente y visible la segmentación de la urbe, dividida por guetos y zonas de control.
De igual modo, las clásicas postales del turismo local se sustituyen por viñetas del desconcierto y el laberinto ruidoso de las malas calles.
Buena parte de la acción transcurre en el interior de un tráfico espeso, abrumador y desquiciante. Factor equis acorde al planteamiento de “El Camino de las Hormigas” y “Secuestro Express”. Además hay una situación de rapto con rehenes y negociaciones paralelas. Por ratos, surge la amenaza de caer en terreno conocido.
De inmediato, Jabes le brinda un giro, un viraje al esquema de costumbre para llevarlo y conducirlo a su espacio personal.
Hernán domina la mecánica del suspenso, la administra a cuenta gotas y sabe extraerle tensión a cada una de sus secuencias de clímax. Mis favoritas, las del hotel, el barrio con la canción de Tuki Love, el regreso a la casa y el irrespirable ambiente del refugio improvisado en La Pastora.
Minuto a minuto la intensidad va incrementándose al punto de estallar en el tercer acto, cuando caen las caretas, las intenciones ocultas y las ilusiones del materialismo histérico de CCS.
Los tiburones se devoran a los peces del estanque en la lucha fratricida por las migajas de la carnada.
Imagen de la inseguridad y de la batalla civil no declarada en el año 2012. Cachetada a la autocensura del gremio. Bofetada a la hipocresía de esconder la cabeza como la avestruz.
“Piedra, Papel o Tijera” nos sumerge en el declive y la barbarie de la selva de concreto. De allí compone su poesía de la deconstrucción.
La lírica de la ruina nos deja signos ambiguos, maravillosos para decodificar.
El Rey León se extravía en el recorrido. Es decir, las figuras de autoridad fueron borradas del mapa. Sin embargo, como les gusta rugir.
Lamentablemente el control lo ejercen las hienas, las pirañas, los chacales, los depredadores de la especie. Ergo, necesitamos recuperar la convivencia, la confianza, la solidaridad, la comunicación.
“Piedra, Papel o Tijera” aboga por ellas en el entendimiento de su evaporación, de su olvido colectivo, de su omisión por negligencia, de su reemplazo por el lenguaje del resentimiento, el miedo y el odio.
Declaración de principios a no confundir con un manifiesto político de la MUD o del PSUV.
De hecho, se me antoja como un cuestionamiento general e imparcial, a ambos lados del espectro. Tirios y troyanos deben acusar recibo del discurso con inteligencia y madurez. De lo contrario no quemaremos las etapas aludidas y reseñadas por la película.
En efecto, Jabes nos despide con un plano encargado de interpelar y sacudir nuestra mala conciencia.
Retornamos de noche a Puente Llaguno.
Símbolo de la esterilidad de nuestra confrontación binaria y maniquea. Pecado original de nuestro castigo divino. Emblema de las disputas y rencillas de la quinta república.
Ojalá lo superemos algún día.
“Piedra, Papel o Tijera” nos invita a cicatrizar las heridas.
La acusan de echar más leña al fuego.
No estoy de acuerdo.
En todo caso, eleva la llama del debate.
Versión monstruosa y bizarra de una fábula de Esopo.
Tampoco es un juego de carritos.
Welcome to Rotten Town.

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