CLICK.

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La verdad es que Yexamín es un encanto, ¡si tan sólo la conocieran!


 

Llegué al cementerio a eso de las 8:00 am. Enseguida comencé a visualizar la calidad y cantidad de luz. Para mi suerte no

había nubes –aunque el pronóstico del tiempo no era muy alentador–. Caminé por las tumbas, pensando un poco en lo efímero de la vida, y en la más infame de todas las utopías igualitarias (la muerte).

De pronto me encontré ante esa tumba. Era un rectángulo de vidrio bordeado de un marco metálico perfectamente pulido, por más que busqué no hallé nombre, ni fecha y mucho menos epitafio. Sólo una cruz paté, adornada con un aro en el medio, me lanzó un desafío heráldico-histórico-mágico-religioso. Esta es, me dije.

Ahora me faltaban ciertos elementos para darle una “ambientación adecuada”. A cincuenta metros un atril de aluminio sobre el cual reposaba una cesta llena de flores secas me llamó poderosamente la atención, no lo pensé mucho, la arrastré hasta el costado izquierdo de la tumba, acomodé las más blancas al frente, procurando que ocultara a medias, el retrato de la muerta del piso superior.

Luego ocurrió lo que tenía que ocurrir: Faltaban las velas. Es increíble que en un cementerio moderno nadie ponga velas “dizque por razones de seguridad” como me dijo el enterrador, así que tuve que salir y caminar dos cuadras entre el bullicio de los buhoneros, la carroña y los malos olores para comprar un par de velones que, de paso, no pude encender.

Con cincuenta minutos de retardo, llego Yexamín “la top-model”:

¡Ay! discúlpame Franky. Es que imagínate la cola que hay para venir, además me dijeron que esto era full peligroso, tú me entiendes, tenía como medio miedito y todo –El habla de Yexamin es atropellada y loca, el fiel reflejo de su personalidad egocéntrica y vanidosa –Bueno, pero ya estoy aquí que es lo importante, ¿por fin cuanto es que me vas a pagar por la sesión, gordito?

Quedamos en que iban a ser mil quinientos –replique un tanto molesto. Y es que Yexamín -Vanitas vanitatum- tal cual su vestuario, es un alma sobrecargada (barroca) pero al mismo tiempo sofisticada y artificial. Ella quiere aparentar algo que no es, como su reloj de bisutería dorado. Ella es como su collar de perlas falsas (un grano de arena tarda como mínimo diez años dentro de la bivalvia, recubriéndola con capas sucesivas de nácar hasta formar la perla natural, es un proceso de paciencia, de amor, de dolor, de profundidad, algo de lo que Yexamín carece).

 

Sí, pero estaba pensando que era como poquito, porque imagínate, ese dinero hoy en día casi no alcanza para nada, y una tiene que darse sus gustos, salir por ahí, Frank, comerse un helado, no sé, pasear, comprarse un blackberry, y hasta comer.

El brillo de sus enormes ojos verdes, desde siempre me ha cautivado, ni hablar de su piel, marfil y porcelana que ablandan el corazón más pétreo. Por mi parte no estaba dispuesto a ceder en cuanto a precio, y con respecto a la fotografía: esos ojos son míos, los labios carnosos también, ni hablar de sus piernas de diva italiana.

Todavía no me siento preparado para el sádico deleite del público de galería, que asiste a las exhibiciones sólo para aparentar que mis obras no les gustan; pero al volver a sus casas planean el plagio más descarado. Pues no, no con Yexamín.

Vamos a hacer algo, te doy mil seiscientos, te colocas los lentes de carey, y volteas hacia allá, de manera que no se te vea la cara y no identifiquen que eres tú, ¿estamos?

Estamos. Dijo ella, en uno de los poquísimos momentos de sobriedad lingüística.

Ahora es mía. Un placer no-carnal y voyerista. Después del click de la cámara, ella quedó guardada para siempre en mi archivo. Allí reposa eternamente joven, sin ponerse gorda, sin pedir regalos de san Valentín, ni visitas aburridas a casa de sus padres.

Rodeada de millones y millones de imágenes de mujeres enfundadas en hipócritas vestidos blancos, que sólo usaran una noche de sus miserables vidas. De hombres en aburridos esmoquin con cara de toros recién capados.  Claro que también le tomé varias fotos de frente y sin lentes. La verdad es que Yexamín es un encanto, ¡si tan sólo la conocieran!

4 Comentarios

  1. hasta ahora me han gustado los dos cuentos que has escrito. este mas que el del coronel, aunque cualquier critico hubiese preferido el otro.
    Vainas mias.
    Pero sigue escribiendo, lo haces muy, muy bien.

  2. Gracias xluis !

    Con respecto a los relatos y los críticos, es cuestión de gustos a la final. Cada género tiene sus adeptos. También es gratificante como autor tener un feedback inmediato como se tiene en esta página.

    Seguiremos en contacto!

  3. El último párrafo fue una joya : «mujeres enfundadas en hipócritas vestidos blancos, que sólo usarán una noche de sus miserables vidas», «De hombres en aburridos esmoquin con cara de toros recién capados». Ya me siento tentada a hurtar esas frases, son adictivas…Perdón, vicios de escritora.

    De todas formas, tu historia es una excelente obra para incluir en una recopilación de cuentos cortos; tendría que leer otros más, pero con éste vas muy bien Javier.

    ¡Un saludo!

  4. Hola Lore_Disce :

    Gracias por tu comentario,ya que te sientes tentada a hurtar algunas de esas frases, siéntete en plena confianza de hacerlo, soy de los que opinan que las palabras son para eso: para compartirlas y para disfrutar de ellas.

    Un Abrazo.

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