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11A en dos tiempos

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10 años que se dicen fáciles, la diferencia entre tener 20 y tener 30, entre tener esperanza que un país puede mejorar y tener casi la certeza que por mucho tiempo sólo podrán empeorar antes de cambiar para bien. El 11 de abril de 2002 es una de esas fechas clave, nuestro ¿dónde estabas cuando le dispararon a JFK?.  Cualquier relato acerca de esta fecha pasa por la experiencia personal y cómo la vivimos.

Ahora que ya no soy ese veinteañero que pensaba era «cool» escribir abusando de comas y malas palabras creo que puedo contar mi historia con pausa y la distancia, aunque corta gracias a internet, me permitirá contarla sin dejarme llevar por las emociones crudas que sólo se pueden sentir en el trópico.

2002

No tengo anécdotas heroicas de marchar a Miraflores porque en ese entonces vivía en Maracaibo. Yo lo viví por televisión y la incipiente internet. El día empezó bien, con esperanza, con la vista puesta en un futuro mejor, en fin, con los sueños alborotados y el vértigo de saber que todavía no estábamos pérdidos.

Por miedo o prudencia mi papá y yo nos quedamos encerrados siguiendo todo por televisión, por todos los canales, incluyendo VTV. Se hablaba finalmente de ir a Miraflores con la ingenuidad de creerse en democracia, de pensar que el gorilismo ya no tenía cabida en nuestra sociedad, pero no eramos tan pendejos para creer que los dejarían llegar, sólo no sabíamos de qué eran capaces los chavistas.

Digan lo que digan del papel de los medios nunca dejaré de estar orgullosos del momento en que mientras Chávez estaba encadenado, sudando, leyendo papelitos, se atrevieron a romper el cerco y dividir la pantalla, mostrar lo que estaba ocurriendo. Una auténtica emboscada. Guardias Nacionales con antimotines, la televisión del estado llamando a defender al presidente aún sabiendo que se dirigía hacia allá la marcha opositora.

En cuestión de horas la situación pasó de alegría a miedo. Miedo de la violencia que tanto el gobierno como sus seguidores desplegaron contra la marcha opositora. Recuerdo llorar con el hombre que mataron y se vomitaba mientras expiraba. Un sentimiento de odio, resentimiento y completa mentalidad de turba. Quería venganza y la justicia me importaba realmente poco.  Por eso celebré esa noche cuando los militares finalmente entraron en escena, al menos públicamente. El sueño nos venció a eso de las doce, no sabíamos nada de nada. Cadenas de mensajes de texto iba y venían, con informaciones, con chistes, con rumores y sobre todo con mucha incertidumbre.

Al día siguiente me enteré según uno de los canales de televisión que había caído el tirano, así mismo decía el cintillo que mostraba cómo se lo llevaban. Decir que me levanté eufórico sería minimizar el sentimiento. Mi papá y yo nos abrazamos. En la televisión podíamos ver una y otra vez a Lucas Rincón afirmando que el presidente había renunciado. Y luego empezó el horror. Con la alegría se me había pasado un poco el odio pero cuando vi a opositores buscando a chavistas en sus casas al principio me alegré malsanamente pero de inmediato empezaron las dudas. ¿Por qué había que detenerlos a todos? ¿Qué eran esas turbas apareciendo por todo el país? Las dudas no hacían sino empezar. Ahí estaba Capriles, en vídeo tratando de calmar los ánimos en la embajada de Cuba, intentando salvaguardar al personal diplomático y al embajador ¿había necesidad de llegar a eso?

Para cuando fue la lectura y firma del decreto ya no quedaba tanta alegría sino preguntas ¿quién estaba leyendo el decreto? ¿Dónde está Carlos Ortega? Celebré cuando le quitaron el bolivariana a la república (y lo volvería a celebrar) pero en el fondo sabía que algo andaba mal, que no era normal volarse todos los poderes ni simplemente anular al chavismo. Sin embargo, no pensé que regresaría.

Ya sabemos que después del decreto hubo silencio y comiquitas. Las informaciones empezaban a cruzarse en CNN y en internet. Hay saqueos, hay gente en la calle, que lo traen, que lo mataron. Aparece el fiscal. Ricardo Lagos pide la aplicación de la carta democrática ¿Pero es que nadie sabe lo que está pasando en Venezuela? Para matar el estrés fuimos a alquilar algunas películas pero ahí nos enteramos que en RCTV habían chavistas. Todo parecía ir empeorando.

Ya cuando nos enteramos que Baduel había amenazado con irse a Caracas sabíamos que la ilusión no volvería. Lo que sí volvió fue Chávez, previo abrazo de congratulaciones entre Willian Lara y Cabello el brevísimo.  Cruz en mano Chávez prometió rectificar y no le creí. En ese momento entendí que el país donde crecí, el país de mis padres y mis abuelos agonizaba.

2012

Lo que siguió fue un circo de comisiones de la verdad que no llegaron nunca a nada. Nunca se supo quién puso los francotiradores ni porqué. Tampoco sabemos en qué momento una camarilla de unos cuantos decidieron simplemente secuestrar el sentimiento de la marcha del 11A y repartirse el país, dejando fuera a Carlos Ortega, tan protagonista como otros que también fueron excluidos.  Leímos novelas por entregas en los periódicos buscando alguna verdad. Y sigo sin saber por qué al presidente le parece genial que marchen frente a la Casa Blanca pero no deja protestar frente a Miraflores.

Pero al final, la verdad poco importa a ninguno de los implicados ni de un lado al otro. La historia y la verdad del 11A cambian todos los años. Hasta hace relativamente poco el gran héroe había sido Baduel, Arias Cárdenas era un traidor que había llamado asesino al presidente, hoy es al revés.

La marcha del 11 de abril ha sido anulada por la historia oficial, todo fue un complot de la CIA. Esa gente que llenó las calles de Caracas y murió por creer que otra Venezuela era posible no existe. En el país al revés que tenemos los pistoleros de Puente Llaguno son héroes de la patria y hasta cargos tienen. Los únicos dos presos son los comisarios a los que no les pudieron probar nada y sin embargo se llevaron una condena que no le dan a nadie. Además esa detención tiene un mensaje claro: Si acaso le daremos justicia a los nuestros, los muertos del otro bando son basura.

Diez años más tarde la historia oficial no es la que recuerdo, ni siquiera es la misma historia oficial, a Chávez lo trajo Baduel, no el pueblo. Y tan irresponsables fueron quiénes llamaron a ir Miraflores de la oposición como quiénes lo hicieron del lado del chavismo. Propiciaron un enfrentamiento que al final sólo benefició a un bando y no precisamente el opositor.

Pasado este tiempo me cuesta creer que las cosas serían peores de haberse consumado la transición. Durante ese tiempo casi todos los indicadores económicos y sociales cayeron. Nos cambiaron el lenguaje y no nos dimos cuenta, nos metieron palabras como oligarcas, expropiación, socialismo, guerra, violencia, morgue, imperialismo y un largo etcétera de términos bélicos o retrógrados.

Y hoy, hay un candidato que estuvo preso por algo que todos vimos en vivo que era cómo intentaba mediar en la embajada de Cuba pero que la historia oficial convirtió en un acto de guerra e irrespeto a la soberanía de esa pequeña isla que tanto daño nos ha hecho durante nuestra historia contemporánea.  También tenemos un Chávez enfermo de cáncer desconocido, rogando por más tiempo, aferrado con los dientes al poder y con intenciones de mandar muerto como Gómez. En su nueva epopeya seguramente dirá que Carmona hizo que le diera cáncer y que él mismo voló cuál Superman desde la Orchila a seguir liberando el país.

Mis esperanzas son cautelosas y tenues. Si bien la salida de Chávez es necesaria, no lo veo ocurrir sin intervención divina. Espero equivocarme y que en diez años finalmente sepamos la verdad de quiénes nos vendieron y las atrocidades del gobierno durante esos días por ahora santos en la mitología oficial.

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