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Crónica de un despido

A mi tía Licha

Antecedentes

1. Hay que trabajar, porque sí, porque toca, y eso está muy bien. Mientras sueñas con el trabajo de tus sueños tienes que trabajar, y no hay de otra. Tengo un par de proyectos que evolucionan lentamente y que me han enseñado algo llamado “paciencia”, por las malas. Pero, mientras tanto, Caracas 2011, clasificados, empleate.com y demás yerbas. Se solicita periodista bilingüe para administrar página web. Yo misma soy. Te lo ganaste, mi reina, porque pediste tres palitos, y los demás no bajaban de cinco. ¿Necesita los soportes del CV? No, tranquila, empiezas el lunes. Cesta de tres con el par de hojitas. Bien, yo tampoco como diplomas.

2. Tienes que hablar conmigo, habla conmigo. Vale, hablo contigo. Pero a la tercera que empecé a hablar y a los pocos segundos se puso a jurungar el blackberry, entendí que éstas iban a ser transacciones fallidas, porque no tengo problemas en hablar con paredes, pero las prefiero de ladrillos, así que vamos a simular que hablamos, tú sabes cómo es todo, mi llave.

3. “Cámbiame las fotos” (Éste no lee los artículos). “Una entrevista por semana, pero puro grandes ligas, nada de “batequebrado”, escríbele a Uribe”. Ok. Mando una carta solicitando entrevistas o artículos para la página, a muchas personas, pero sólo respondieron tres, y las promesas nunca se concretaron. Cuando veo que en cuatro años de vida no había más de cien entrevistas, entendí que el objetivo de una entrevista por semana estaba cuesta arriba. Sin embargo tuve suerte, y logré, parcialmente, el objetivo en siete meses. Los “batequebrados” fueron mis mejores aliados.

4. Antes de mi, estuvieron en el cargo dos periodistas que no duraron un mes, cada una. Pero el guayabo era por la anterior a ellas dos, que había durado tres años, era su “muleta intelectual” y su mujer orquesta. Abría la oficina a las siete de la mañana, la cerraba a las ocho de la noche, y cuando se “necesitaba”, iba sábado y domingo. Pero como yo no soy Farmatodo, no hubo corazón, una lástima. Pensé que no pasaría el periodo de prueba, pero al cuarto mes, pasé a ser empleada fija. Vamos a darle, pues.

5. Primer strike: después de tirar la toalla, quería que yo renunciara, pero decidí seguir por mi quincena y a la espera de mejores tiempos. Entonces decidió emplear una estrategia: dejarme de hablar y mirarme feo (aunque sea difícil de creer, este dato fue verificado). Las personas que yo quiero, y que verdaderamente me importan, me hacen la ley del hielo y me vuelven un trapo de la tristeza. Pero a mí me causaba gracia, y hasta me conmovía, que él se considerara tan importante en mi vida como para suponer que me iba a quebrar con esa jugada. Nos ignorábamos olímpicamente, y resultó haciéndome un favor. Pasaron los meses.

6.Segundo strike: la semana pasada me cambiaron de oficina. A parte de no hablarme, el contacto visual se redujo al mínimo. Ahora mi jefe era su hijo. Dios escuchó mis suplicas. Si así llueve, que no escampe.

Así las cosas, estaba casi decidida a trabajar hasta el 15 de diciembre, y resolverme por otro lado en enero, pero…

29 de octubre

Llego a la oficina y mi nuevo jefe está sentado en mi computadora. Lo saludo y me dice:”Adriana, tenemos que hablar”
– Ya no tienes acceso a esta computadora, no vas a manejar más la página porque estás subiendo la información mal (sic)
– Ok, está bien
– Bueno, ahora vas a hacer una hemeroteca, te sentarás ahí, en el salón, y te pondrás a recortar periódicos
– Ok, está bien, perfecto. Ustedes me van a dar la plata para comprar el periódico todos-los-días ¿No?
– Eh… Sí
– Ok, entonces te espero para que me des la plata y bajar a comprar los periódicos
– Ok, ya te los doy

¿Así es la vaina? ¿Te quieres ahorrar unos reales? ¿Creíste, que para mi, hacer una hemeroteca es una humillación y que iba a salir corriendo ofendida? ¿Creíste que yo, al igual que tú, clasifico a las personas por niveles y que no me iba a “rebajar” a “cortar periódicos”? ¡No valeee! Ahora sí se puso bueno esto, porque ahora no me voy ¿Cuántas hemerotecas quieres? Y esto no se trata de que yo sea arrecha, o una lección de dignidad, ni nada de esa paja, el asunto es más simple: mientras pueda, te voy a sacar la piedra. No pudiste detectar mi talón de Aquiles, pero yo sí el tuyo: Me vas a pagar por leer periódico todo el día. Y si tu próxima estrategia es ponerme a lavar baños, los lavo. Y regreso en enero.

Me senté a esperar el dinero y a recordar a mi tía Licha. Ella era diplomática; para el momento que firmó para activar el referendo revocatorio contra Hugo Chávez, ya tenía el rango de embajadora y era directora de cultura de la cancillería. Le dijeron que se jubilara y ella dijo que no. La destituyeron de su cargo y la mandaron para una mesa, sin computadora, en el sótano de la cancillería. Allí estuvo por dos años. Finalmente, en el 2006 se jubiló; en el 2007 murió en un accidente automovilístico. Ella sacrificó su brillante carrera por una idea que consideraba justa. Pero creo, que esos dos años en el sótano, fueron fundamentales en su vida, me parece, que así es como se forja un carácter. Y la extraño tanto…

¿Ustedes creen que con semejante ejemplo yo me voy a poner a chillar por una hemeroteca? Eh… No. Estaba sentada a metros de la persona que me tenía que dar el dinero para comprar los periódicos y sin embargo no me los daba. A las diez de la mañana fui para la otra oficina y pedí unas tijeras, hojas blancas y pega. Las puse en una mesa, casi en frente de este pana, nada, no soltaba la lana. A las 11:30 am, agarré mi monedero y bajé para el kiosco. Conseguí El Nuevo País, La voz y El Mundo.

Hay que darle su crédito a las jugadas del destino, porque hace tres semanas yo confesé, públicamente, que sufría de agüevonamiento hacia los medios de comunicación venezolanos, y ahora me iba a podrid leyendo periódico por ocho horas. Bien merecido me lo tengo, por alzadita.

No tenía computadora, había dejado el celular en la casa, y aunque sabía qué era una hemeroteca, no podía googlear para enterarme de los detalles de cómo se hace una hemeroteca. Para mi fortuna, el diseñador, un chamo bien pana, me explicó cómo era la cosa. Recorté, pegué y archivé, aquí tienes tu hemeroteca, el mío, see you tomorrow.

30 de noviembre

Me levanté, como todas las mañanas, me quité los lentes de contacto y me puse los adaptados, porque hoy voy a hacer hasta el crucigrama. Para que no digan que uno no es proactivo, llegué a la oficina y compré El Nacional, El Universal, Últimas noticias y manos a la obra. Mis compañeros de trabajo estaban indignados, pero yo les sonría, como diciendo “Relax, a calmarse y a peinarse, todo fino por aquí”. Así pasé mi día, hasta que a las cuatro de la tarde llegó la administradora con mi cheque. Alivio, abrazos, toma mi número y estamos qap.

No perdí nada. Me pagaron el doble de lo que esperaba, churupitos que administraré con criterio de escases, porque tampoco estamos pa echanos la plata encima. Gané, dos o tres panas, que estoy casi segura, me salvan la patria en cualquier momento. Ahora tengo, un poco más claro, la persona que no quiero ser. Aprendí muchas “cosas de computadoras” (es como yo llamo mi menos-ignorancia sobre tecnología). Por cierto, esa computadora de la oficina nunca la olvidaré, ahí pasó algo clave. Mis quincenas se disolvieron, como es normal, con una inflación del 30% anual, pero me quedaron ciertas cosas: 5 libros, 3 blujines, dos faldas y unas sandalias beias…

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