Con la burocracia hemos topado

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Los venezolanos vivimos en un país increíble, que nunca deja de sorprendernos. Su capacidad de generar situaciones dignas del teatro del absurdo es inacabable, y nos permite sentirnos actores de un montaje de Ionesco que nunca termina, histriones involuntarios en una obra infinita.

Esta vez la protagonista de la representación fue mi hija menor, la cual está en trámites de ingresar a la universidad. Como escogió una casa de estudios seria, consiguió los procedimientos a seguir de manera expedita, a través del portal web de la institución. De entrada, la cantidad de documentación exigida para formalizar la inscripción lucía bastante voluminosa: partida de nacimiento, copias de notas y título de bachiller en fondo negro y certificadas, y la inscripción militar (en el portal aclaran, con cierta pena, que este último requisito se formalizó en circular nro. tal de fecha cual, del Minpopó respectivo).

Y empezó la cruzada en pos de los documentos: como estamos en la era de la red, buscamos en la web la dirección de la instancia en donde se debía retirar la partida de nacimiento (uno se pregunta para qué sirve la cédula entonces, pero ni modo, no vale la pena ponerse a cuestionar ciertas cosas, a estas alturas). Según lo que conseguimos Google mediante, el registro civil se encuentra ubicado en un edificio adyacente a la Plaza del Indio, en Chacao. Mi pobre ingenuodescendiente se dirigió la mañana siguiente a ese lugar, y protagonizó el primer acto de su absurda obra: como era muy fácil la ubicación original, a un par de cuadras del metro, a algún genio se le ocurrió que quedaba mejor en la tercera avenida con cuarta transversal de Los Palos Grandes. No voy a fatigarlos con la narración de la travesía, basta con decir que al día siguiente logró tener la partida de nacimento en su poder.

Con respecto a las notas y el título de bachiller el cuento es un poco más escabroso: el interesado debe dirigirse a la sede del Ministerio de Educación para que algún funcionario, dotado de cierto criterio especial, certifique que las fotocopias en fondo negro son fieles al original. Es decir que todos los aspirantes a entrar en una universidad deberán trasladarse a ese lugar, a esperar que el funcionario de marras garantice que no hay fraude en las notas o en el título. Esto cae dentro de una lógica un tanto perversa, que asume la culpabilidad por encima de la inocencia.

Y por fin llegamos a la guinda de la torta: la inscripción militar. Como residentes de la parroquia Petare, nos tocaba en suerte acudir a lo que era antes la jefatura y hoy se llama con uno de esos eufemismos que le encantan al régimen, tipo “casa del pueblo”, “misión documentos” o algo parecido. El día miércoles hicimos las averiguaciones pertinentes; valga decir que acudimos al sitio para informarnos de horarios, trámites y demás hierbas aromáticas. Nos recomendaron vehementemente estar el viernes (día que le toca por la terminación de la cédula) lo más temprano posible. “Desde las cinco hay gente haciendo cola”, nos advirtió solícito el funcionario que nos atendió.

Y llegó el viernes muy temprano: a las cuatro AM, como preparándonos para el trámite militar que nos esperaba, nos despertamos para alistarnos y estar a la hora prefijada en el sitio. Cuando llegamos (eran las cinco y unos minutos) el sitio lucía bastante desolado y oscuro cual boca de lobo, por lo que decidimos prudente dar una vuelta y regresar cuando al alba le diera ganas de alumbrar un poco. Así hicimos, y en el segundo intento vimos que habían algunas pocas personas haciendo una cola, cosa que nos alegró ya que estaríamos entre los primeros a ser atendidos. Estábamos en ese momento incierto en el cual se trata de adivinar como funciona el asunto, cuando se nos acercó un individuo con aspecto de vigilante, quien sin fórmula de saludo previo inquirió el motivo que nos llevaba a la dependencia. Se lo dijimos, y nos sacudió con las lapidarias palabras: “Eso está suspendido. Deben ir a Parque Sucre”. Yo, todavía grogui por el impacto de la revelación, pregunté en donde quedaba ese parque, y el hombre (quien en ningún momento me vio a la cara) emitió un “En Los Teques”, que terminó de noquearme. Sí, señores: para obtener un documento que permita ingresar a la universidad, el ciudadano interesado debe trasladarse a la capital del Estado Miranda.

Estoy empezando a creer que no tenemos autoridades, sino libretistas de un teatro absurdo, perverso y malévolo. No encuentro otra explicación.

7 Comentarios

  1. Ja ja ja y eso no es no es nada,. Hace unos dos años en compañia de dos probables agentes de la CIA, (ya que tenian el oro y el morro) quisimos montar una compañia, ya sabes el cuento de la autosuperacion, la iniciativa individual y ademas queríamos ser millonarios (digo; YO. los demas ya lo eran) La vaina se complico a un punto que el absurdo terminaba siendo una palida metafora de la realidad, ya que tuvimos que asar por Cavidi y por otra vaina que es para darte los permisos de exportación y otra vaina que es para repatriar los dolares.
    El asunto fue como tres meses, madrugando, llegando a un sitio y luego nos mandanban para otro, los funcionarios que nos decian que si, claro eso salia ya, pero que habia que engrasar la maquinaria, Y como yo pienso que eso es un delito, me negue.

    Fin del cuento. Los tipos se ladillaron y montaron la vaina en Aruba y yo quede abandonado en la esquina. Me contaron que lo hicieron en 15 dias

  2. Si Kafka hubiera vivido en esta Venezuela chavista, habría podido prescindir de su imaginación para escribir. Creo que la definición que le cabe a nuestra realidad es «kafkiana».

  3. Axel Capriles trato de explicar el origen de la burocracia venezolana en un gran libro que se llama: La picardía del venezolano o el triunfo de Tío conejo. Te lo recomiendo.

    Él dice allí algo muy interesante: uno de los pocos países en el mundo que se siente orgulloso de ser picaro es Venezuela. La picardía, para algunos, es un virtud. Entonces, el venezolano, inconscientemente, busca calmar esa culpa poniendo los variados y absurdos tramites que todos conocemos. La burocracia venezolano vendría siendo un acto del subconsciente para compensar ese defecto de fabrica.

    Ahí te dejo esa, saludos.

  4. Por mucho que admire a Axel Capriles no se si comprar esa teoría; me parece que más bien es al revés, en todo caso. El venezolano desarrolla la picardía para eludir la absurda burocracia (y también porque lo tiene en los genes). En todo caso, materia digna de discusión.

  5. Si la burocracia es algo genético, habrá que esperar una manipulación genética para cambiar y perfeccionar los genes del venezolano, lo cual dejaría en claro que la critica es un aburrido acto de libertad ante la imposibilidad de combatir la burocracia «genética»…

  6. Excelente texto, Mirco.
    Tuve que pasar por todo ese trajín cuando decidí hacer un postgrado en el Exterior. No sé si le tocó a tu hija todavía, pero tienes que «registrar» los títulos de bachillerato y Universidad antes de meterlos en el Ministerio de Exteriores. Por supuesto que en esa ocasión -ingenuo yo-, pensé que había cabida para la discusión racional. Argumenté que el título de bachiller no importaba, que a fin de cuentas, había defendido una tesis en la Universidad y tenía un diploma firmado por el Rector, ¿qué diablos importaba si había cursado el bachillerato o no?
    Pues vade retro. Terminé en Los Teques también (ah, what a wonderful city), legalizando el maldito diploma ése con las notas de materias como «Formación Ciudadana» y más bodrios, porque mi colegio al estar en noséquédónde de Caracas, pues te jodiste, eso corresponde a Los Teques y da gracias que no te mandamos a Maracay.
    Cuando terminé de conseguir todo, estaba convencido de que el burócrata de turno me iba a decir, «ahora sólo te falta la copa del Santo Graal, que está protegida por el Minotauro en el centro del laberinto; para matarlo deberás sacar la espada de la piedra luego de subir el Pico Bolívar escalando con las manos y responder el acertijo del oráculo».
    Y más o menos fue así.
    Veo que las cosas no cambian.

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