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Imparable:El Regreso del Cine del New Deal


Un viejo tren descarrilado por un par de jovencitos tontos y rescatado por dos veteranos en compañía de un pupilo, le sirve a Tony Scott para construir un alegato,un modelo para armar y un arquetipo de lo mejor y lo peor de su cine posmoderno,bajo la defensa del paradigma retro.
Para empezar,la película es un claro homenaje a los orígenes analógicos del séptimo arte,desde la cinta primitiva de Los Hermanos Lumiere hasta la obra maestra de Andrei Konchalovsky,“Runaway Train”,film citado de manera explícita por el realizador a lo largo del metraje,cuyos rieles también giran en torno a su propio eje,al evocar la estructura del remake,“Asalto al tren Pelham 123”.
En tal sentido,el realizador busca alinearse a la tendencia contemporánea de los Mavericks de Hollywood, quienes como Clint Eastwood y Quentin Tarantino se niegan a ceder a la tentación del facilismo digital en 3D,a objeto de celebrar los efectos especiales de la acción artesanal del pasado.
De hecho,la cinta se burla de la estética de la infografía virtual diseñada por los medios de comunicación,para ilustrar una catástrofe en movimiento.
Por ende, la sátira y la ironía pueden llegar a salpicar el presente de la cobertura del actual desastre natural en Japón.Así el guión contiene una declaración de principios,en la tradición del subtexto de “Gran Torino” y “Prueba de Muerte”.Es decir, el metamensaje nos invita a seguir confiando en la potencia y la vigencia de lo viejo de cara a lo nuevo.
Curiosamente,el tiempo le da la razón al autor,porque mientras él triunfa en la cartelera,su homólogo Robert Zemeckis toca fondo por insistir con el experimento del sistema de captura.
De igual modo,la metáfora y la alegoría principal del libreto es bastante cristalina y alusiva al respecto.Las generaciones de relevo son directamente responsables de la crisis por su negligencia,al aceptar sustituir a los decanos y sabios empleados de la compañía por un salario menor.
Cualquier parentesco con el discurso de Laurent Cantet en “Recursos Humanos”,no es mera coincidencia.Verbigracia,el argumento expone y denuncia las agresivas políticas de desregulación laboral,emprendidas por las empresas del ramo,al cambiar a sus fichas oxidadas por otras frescas,sin apenas reconocer la totalidad de las prestaciones en el último pago de despedida.
Víctima de ello es Denzel Washington en la confrontación con el advenedizo del chaleco amarillo,Chris Pine,descendiente además de los dueños del negocio.
El nepotismo del sistema le hincha las pelotas al paladín de la meritocracia.
En consecuencia,el mayor atributo de la obra consiste y radica en proyectar las angustias y los problemas inherentes a la depresión económica de la era Obama,desde una pespectiva cool de Post-Imperio a la usanza de Bret Easton Ellis en descargo del patrimonio cultural de Charlie Sheen,su espejo de hombre en estado de transición,de la juventud por siempre al inevitable retiro.
Por desgracia,Tony Scott no es el Nicolas Klotz de “La Cuestión Humana” y acaba por convertir una buena idea de partida en un vehículo imparable para el lucimiento de su ideología maniquea,de su pensamiento débil,de su doble moral,de su enfoque maquinal,machista y burocrático del espectáculo populista.
Los esperados conflictos personales y familiares lastran la escritura del manifiesto,según la plantilla del formato de manual del “viaje del héroe” mesiánico,criado a punta de golpes,formado por un mentor en plan de jubilación y condenado a salvar la patria en la estación final del desplazamiento,a la usanza de David Wark Griffith.
El desenlace garantiza el freno de la maldad,aunque nadie se atreve a contener a la fuerza y a la furia indetenible del piloto automático del “happy ending” tranquilizador, con recompensa incluida a los encargados en restituir y estabilizar la marcha corriente del sueño americano.
Si “Unstoppable” es la sublimación del espacio geopolítico del tercer milenio, pues se erige en la máxima fantasía audiovisual del Presidente afro de la Casa Blanca, a la altura de una propaganda de la meca para Franklin D. Roosevelt en el apogeo del New Deal,tras la bancarrota de la bolsa.
Lamentablemente,la realidad es muy distinta a la ficción paradocumental de Tony Scott,estancado en el montaje de choque de “Top Gun”,la simplificación de la vanguardia rusa y el reciclaje del compromiso setentero de manos de la red consparanoica de Paul Greengrass en “United 93”,después del desplome del once de septiembre.
En verdad,las autoridades incompetentes del partido demócrata,todavía no cumplen con sus promesas y permiten a los villanos de cuello blanco eludir a las garras de la ley.
En pocas palabras,los únicos imparables del cuento son los protagonistas de “Inside Job”.
Me suena a la misma historia reaccionaria y complaciente de costumbre.

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