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¿El diálogo y la persuasión son el Camino?

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I

En estos días me recomendaron un libro. Towards a Civil Discourse: Rhetoric and Fundamentalism de Sharon Crowley. El resumen que encontré dice:

Toward a Civil Discourse examines how, in the current political climate, Americans find it dificult to discuss civic issues frankly and openly with one another. Because America is dominated by two powerful discourses– liberalism [by this the author means the Enlightenment] and Christian fundamentalism, each of which paints a very different picture of America and its citizen’s responsibilities –there is little common ground. The result is that civic discourse is frustated by incivility and impasse, as Americans avoid disagreement for fear of giving offense.Sharon Crowly investigates the cultural factors that lead to the formation of beliefs, and how beliefs can develop into densely articulated systems and political activism. She asserts that retorical invention (which includes appeals to values and the passions) is superior in some cases to liberal argument (which often limits its appeals to empirical fact and reasoning) in mediating disagreements where participants are primarily motivated by moral or passionate commitment to beliefs.

Toward a Civil Discourse examines the consequences to society when, more often than not, argumentative exchange does not occur. Crowly underscores the urgency of developing a civil discourse, and through a review of historic rhetoric and its modern application, provides a foundation for such a discourse– whose ultimate goal, in the tradition of the ancients, is democratic discussion of civic issues.

II

En la web me encuentro con lo siguiente sobre las revueltas en Libia:

La República Árabe Libia Popular y Socialista también está siendo objeto de ataques por parte del gobierno estadounidense, de Israel y otros países coaligados en la derecha internacional.

Se trata de un proceso dirigido a desprestigiar al líder Muammar Gadaffi y opacar los logros de esa revolución, que puede exhibir orgullosa la esperanza de vida más alta de África (74 años), el PIB nominal más alto de ese continente, el primer puesto en el índice de Desarrollo Humano del continente y el poder adquisitivo más alto de África, entre otros logros. (fuente ABN)

Si en ABN pueden fumarse un camión de marihuana antes de escribir sus «noticias» y Gadaffi puede insultar al pueblo vestido de esa forma, yo puedo lanzar unas preguntas provocativas.

III

Una de las cosas que encuentro tan refrescante sobre Badiou es su regreso a las formas de compromiso militante. Badiou a menudo le gusta citar a Mao, señalando que «cuando uno tiene una idea, la convierte en dos». Es decir, las ideas requieren volver a tomar partido y seguir las consecuencias de esas ideas. A pesar de que he pasado tiempo estudiando la historia de los movimientos fascistas y totalitarios, la ideología, el psicoanálisis, etc., todavía me encuentro sorprendido por lo que le paso a Venezuela desde que está en marcha la “revolución bolivariana”. De alguna manera,  yo creía que la raza humana era, en su mayor parte, bastante razonable, que la obediencia ciega y el odio irracional pertenecía sólo a las porciones más pequeñas, y que los días oscuros del terror rojo o el ascenso de los nazis quedaron detrás de nosotros. Pensé que el tipo de mecanismos que se describe en la novela de Orwell 1984 sólo funcionaban en las novelas de ficción, y que la manipulación de los medios de comunicación y las pasiones sin duda no podían funcionar en estos tiempos. Después de todo, ¿no hemos aprendido las lecciones del pasado?  Estaba ciego.

Esto me lleva a preguntarme: Posiblemente el problema no es el de encontrar una manera de promover la discusión civilizada o mediar desacuerdos en absoluto. Tal vez, el intento de promover la discusión civilizada simplemente mantiene las cosas como son y en realidad trabaja en beneficio de los fascistas. Tal vez todo el problema es que del otro lado tenemos una intelectualmente perezosa y tímida  oposición que 1) se encoge ante la idea de tomar partido como militante; tomar partido implica excluir a otros, implica querer, de una manera muy nietzscheana, una afirmación que niega lo que no puede ser querido de manera reciproca, y 2) cree que algún tipo de acuerdo deliberativo sobre el cual basar la gobernabilidad es posible.  Es decir, ¿no radica el error en desear que se cumpla el discurso civilizado, en lugar de, sin pedir disculpas, defender los ideales de la Ilustración y el secularismo, y luchar por el fin del oscurantismo por completo? Quizás aquí el chavismo, el fundamentalismo religioso y el Tea Party tienen la idea correcta. No buscan persuadir a todo el mundo, no buscan encontrar un punto medio. Y  a pesar de lo retorcido que puede sonar, quizás estos grupos sean los que ocupan la posición de sujetos (en el sentido de Badiou) o de compromiso en la política (en lugar de la deliberación estática). En lugar de buscar un terreno medio, declaran militantemente sus posiciones y actúan en nombre de sus axiomas, contra viento y marea. Ellos reconocen que el uno se convierte en dos, y desean el fin de ese otro lado, el  humanismo secular. Actúan para tratar de lograr ese fin, dirigiéndose a centros de subjetivación como las escuelas, iglesias, medios de comunicación, etc., con el fin de producir sujetos no-seculares. Su objetivo no consiste en lograr que todos estén de acuerdo, sino en establecer su poder y transformar la naturaleza misma de la esfera social. Ellos no están interesados en el compromiso, sino en la victoria y el triunfo. Comenzaron pequeños, en un principio todos se burlaron, los ignoraron, y, aun así, lograron un gran movimiento, que les ha permitido acumular una enorme cantidad de poder gubernamental y económico. ¿No es este tipo de compromiso sin complejos, militante con la causa de la Ilustración, precisamente lo que falta? ¿Qué está mal en la idea de adoptar públicamente una postura y decir algo como «esto es un disparate» a los fachas que gobiernan nuestro país e invaden nuestros espacios?

¿Es el objetivo del discurso político la discusión civilizada? ¿Habermas describe de manera adecuada el compromiso político? ¿O más bien, son precisamente los que no hacen compromisos, no toman prisioneros, y que sin vacilaciones que se comprometen a sus axiomas y la elaboración de sus consecuencias quienes en última instancia logran producir un cambio? ¿En comparación con la «retorica liberal» (la que Crowly describe) como se ve la retórica militante? ¿Qué piensa usted?

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