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Mensaje sin destino

Desde que tengo memoria cada noche tomo el pequeño libro sagrado obsequiado por mi abuelo. Tantas cosas aprendí de él; muchas más faltaron por aprender. Entrego su vida a ALLAH por mí, para salvarme. A estas alturas pocos son mis recuerdos. Nací sin hogar, sin rumbo, al parecer, no tengo destino.

Mis padres no tienen rostro, no se encuentran en este mundo; están en uno mejor, donde pueden ser libres. Hermanos, Familia, amigos, cada noche cuando recuesto mí pesada existencia, sobre el frio y terroso piso húmedo, me pregunto tantas cosas. Si tuviera por lo menos alguien que escuchara, que sintiera lo que siento.

Todos corren como liebres asustadizas acechadas por feroces predadores armados con pólvora y cañones. Sólo tengo 12 años. El genocidio me es familiar. A pesar de mi corta edad; mi cuerpo se siente como el de un viajero errante obstinado de ser: un nómada sin futuro, sin esperanza, sin sueños. Hoy me encuentro en un campo de asentamiento para jóvenes refugiados en un sitio que no conozco, sólo sé que es llamado JERICHO, mañana estaré en otro al que llaman GAZA pasado mañana…

Aún no estoy seguro si acaso seguiré con vida… Recuerdo que un día tuve amigos, jugábamos por las tardes con objetos que encontrábamos en los escombros de los hogares destruidos. Un buen día uno de esos amigos tomo uno de esos objetos, simulamos en nuestra inocente imaginación que era algo inofensivo, resulto ser, que a pocos segundo un destello incandescente de luz con ruido ensordecedor irrumpió al otro lado de la cuadra. Corrí rápidamente a ver qué sucedía, mis amigos ya no estaban, sólo quedaba de ellos restos, entes sin forma, sin vida, sin alma.
Ahora corren las noticias que miles de niños mueren victimas a causa de jaurías de perros de guerra, hambrientos de sangre, sedientos de esperanza. Otros con menos suerte son apresados y utilizados como alimento, para la depravación de la carne y el abuso de mentes enfermas.
Son mis vecinos junto a los demonios del Norte los que me atacan, los que dañan a mi pueblo. Su bulimia son nuestras tierras, nuestros campos; nos arrebatan el espíritu. Nuestro problema no es un conflicto entre dioses; es un conflicto entre hombres.
A pesar de todo, me siento orgulloso de ser Palestino, de pertenecer a ésta tierra. Permaneceré siempre con mis brazos abiertos para abrazar la paz que tanto anhelo.
ALLAH sé que aún no abandonas mi gente porqué todavía nuestra sangre fluye dentro de las venas de mi patria. Mientras la vida exista, siempre habrá esperanza…

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