panfletonegro

Eclipse:la Estocada Final de Crepúsculo


La primera era divertida,cínica e inteligente.Se burlaba de las rancias tradiciones de la familia Cullen y reflejaba el clima de tensión social inherente a la «teen movie», después de «Masacre en Columbine», «Elephant» y las sucesivas parodias del canibalismo comercial de Hollywood,cuando el humor y el distanciamiento suponían la regla para combatir la norma.De tal forma, los productores buscaban conjurar el agotamiento de la fórmula del chico encuentra chica. Todo había sido descubierto y sólo quedaba por recorrer el camino sin salida de la autodestrucción.

De hecho, tras la caída del muro de Berlín, comenzó la ruta kamikaze del género, desde «Scream»(fenómeno MTV de la época) hasta los días recientes de «Superbad» y «Kick Ass»(respuestas al adocenamiento de «American Pie» y «Spider Man»). En cualquier caso, el diagnóstico resultaba obvio:el cine de adolescentes no daba para más, sucumbía a la terapia intensiva y necesitaba de una transfusión de sangre, con carácter de urgencia, para sobrevivir al inclemente paso del tiempo.

En dicho contexto de crisis y confusión, surgió la alternativa resucitadora de la saga «Twillight», y a partir de entonces, nada fue lo mismo, para bien y para mal. Por ello, uno de los subtextos de la serie es el tema de la inmortalidad y de cómo alcanzarla a través de la unión del pasado con el presente.Así intentaba trascender a su era y garantizarse un lugar en el futuro, junto con los suyos.

Pero entonces vino la segunda y la propia idea original cayó presa de las garras de la repetición, el estancamiento, el saqueo de la memoria, la falta de creatividad, el anacronismo y el retroceso moral, ético y estético, bajo la influencia de la nueva ofensiva política del conservadurismo del siglo XXI, amén de sus fobias, prejuicios, miedos y terrores.

Por tanto, las subsiguientes entregas de «Crepúsculo» acabaron por abandonar sus cruzadas y batallas de origen fundacional, para terminar de albergar en su seno un paquete chileno de conceptos ortodoxamente radicales: el regreso de la mujer a un rol pasivo de virgencita de pueblo a la espera de ser redimida por su príncipe azul(tesis compartida por «Shrek»), el retorno del hombre viril y paternalista dispuesto a batirse a duelo por la defensa del territorio, la vuelta a un espacio cuasi onírico y fantástico de recuperación nostálgica del costumbrismo rural perdido en el bosque, mientras la realidad nos golpea con las miserias de la deforestación, la deshumanización del medio ambiente,el drama del calentamiento global(más allá de las mentiras de Al Gore para explicarlo o de sus refutadores de la Globotomía), la tragedia de las quemas(ilustradas descarnadamente por nuestro artista plástico, Umberto Pepe),y la violencia de la depredación energética, cuyos atroces residuos son visibles del lago de Maracaibo al golfo de México. Insisto: Fuking BP, Fucking PDVSA.

Por ende, el estreno de «Eclipse» lejos de alegrarnos y reconfortarnos, nos inquieta y nos deprime, al hacerle plena justicia involuntaria a su título en el sentido de fungir de cobertor, pantalla y tapadera de miles de verdades de la agenda, encubiertas por un velo de censura entre cursi y ridículo, talibánico y republicano,puritano y adscrito a la tendencia restrictiva de la Ley Resorte, el Código Hays, la cacería de brujas y la guerra no declarada contra la mujer, a quien subestiman y condenan a la hoguera Disney de la inanidad, en medio de una escenografía plástica, kistch y artificial de parque temático, donde los protagonistas portan un curioso cinturón de castidad, al estilo de los anillos de pureza de los Jonas Brothers. Imágenes, señas y metáforas de una hipocresía y de un doble rasero imperdonables, según lo dicho por Claudia Requena.Verbigracia, son sexualmente instrumentalizados y manipulados por la industria para vender sus cuerpos en el mercado de la represión juvenil.

En consecuencia, los viejos verdes y gerentes detrás del negocio redondo juegan con los instintos básicos e inconscientes de su público y de su audiencia meta, por medio de una dramaturgia de control del deseo cercana a la del «soft core». No obstante, la narrativa de pornografía barata, blanda e infantil, fracasa estrepitosamente en el contacto con el espectador común y especializado, al despertar sus carcajadas y comentarios mordaces ante el tamaño del disparate consumado en la pantalla, aunque la risa, con seguridad, también esconda una manera de disimular el llanto, el nerviosismo y la molestia por sufrir semejante engaño, incapaz de sostener fuera de la sala oscura.

En la cinta,dos situaciones rozan la hilaridad de un programa infantil de corte nacional, como «Somos Tu y Yo», o internacional como «High school Musical».

Número uno, la parejita se dispone a consumar su amor en la casa de él, tras aprovechar la huida de sus congéneres.El vampiro la conduce a su madriguera y finalmente la labia devendrá en acción, la habladera cesará para imponer imponer el silencio del ritual de la lujuria,cual canción de Chino y Nacho.

La gente pagó y quiere ver su regetón audiovisual. Sin embargo, los personajes le cortaran la nota, como en un coito interrumpido, para obligarlos a comprar el ticket de la siguiente entrega.

Para justificarlo, el falso nieto de Drácula elevará una plegaria fastidiosa en nombre del tabú, el galanteo decimonónico, el vano ayer y la sacrosanta autoridad de la institución del matrimonio. Los padres y representantes aplaudirán a rabiar. Los menores de edad se decepcionarán y tendrán otra excusa para saciar su sed de conocimiento en internet. La cartelera será la distracción de su estado consciente supervisado por el superego de la estructura de poder. La red permitirá la recreación de su subconsciente coaccionado. Así opera la esquizofrénica división del trabajo del sistema.

Número dos y por último, Bella, Hombre Lobo Quinceañero y Mister Colmillitos de leche protagonizarán un segundo conato de interacción fallida, a la inversa del threesome de Bertolucci en «Los Soñadores», de Neil Jordan en «Entrevista con el Vampiro» y de Phillipe Garrel en los «Amantes Irregulares». Al reverso y en la retaguardia de la vanguardia del grupo, acamparán juntos en la copa de la montaña fría para apenas levantar sospechas y suspiros de la grada, por lo omitido y lo evadido. En compensación y como siempre, la violencia llegará en el desenlace, no sólo para hacer catarsis sino para sublimar el torrente de pasiones constreñidas, acumuladas y bloqueadas durante la larguísima función y faena, en un símbolo de la utilización del relato de misterio con objetivos netamente especulativos.

De allí la incorporación del domesticado,David Slade, encargado de fusionar la saga con su vena fashion y fascista de «30 Days of Night» y «Hard Candy», ambas ligadas al trasfondo de fábula aleccionadora de «Eclipse», tipo Caperucita Roja conoce al lobo feroz y a su enemigo de especie, para dirimir cuál se la merienda de primero en ausencia del leñador.

Por enésima vez,somos víctimas de un pésimo remake de «Nosferatu», «Underworld», «Romeo Julieta» y «Pocahontas», a la usanza vaquera y amerindia de «Danza con Lobos».

Aquí es interesante señalar las demás referencias y guiños. El único exceso y toque de locura de la trama, lo proporcionan unos extraños flash backs de raigambre clásica. Se les incluye para dotar de carne y de grasa a un bodrio famélico en sus contenidos, urgido de mejores guionistas, editores y promotores.

Sea como sea, la narrativa es intervenida por escenas de época, tendientes a profundizar en los conflictos y en los ejes del melodrama folletinesco. El recurso pretende inyectar modernidad a las arterias del cadáver exquisito y si acaso lo logra estabilizar en su eterno remedo de la novela en declive progresivo, frente al ascenso de los discursos multimedia de la generación 2.0. Varias razones la mantienen con vida: la melancolía de los restauradores, el pánico al cambio del entramado editorial y de la burocracia del entretenimiento, alarmada por la entronización de los dispositivos y canales de expresión para amateurs y afines. Es uno de los motivos por los cuales, la industria de libros y de películas goza de un segundo aire en Venezuela y en el mundo, de cara a la competencia de los blogs, de Twitter, de Facebook y de youtube.Por desgracia, tanto acá como allá hay poca o ninguna voluntad de trasformar códigos y valores considerados inmutables por la regencia oficial.

Por eso, el cine y la literatura viven momentos de eclipse y oscuridad dentro y fuera de Venezuela, salvo por contadas excepciones. Lamentablemente, pecamos de triunfalistas, no sabemos distinguir el grano de la paja y los críticos tampoco ayudan con sus complicidades, sus mordazas, sus esquemas bipolares, sus criterios desgastados, sus miopías y sus agudos complejos de Edipo.

Es hora de superarlos y de contrarrestarlos.
Desde aquí, por qué no, podemos ofrecerles una bonita e inteligente resistencia.
Nos vemos en el foro.
Bienvenidos al funeral de «Eclipse».
Paz a los restos de «Crepúsculo».

Salir de la versión móvil