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“The Expendables” y el atentado de Austin: el doble rasero ataca de nuevo

Un avión se estrella contra el Seniat de Austin Texas. La noticia es vulgarmente censurada por los medios de comunicación, porque les rompe su ecuación binaria y republicana de “terrorismo es igual a islamismo”.Aquí ocurre lo mismo del once de septiembre, pero en menor escala y bajo el sello de fábrica “made in USA”. Los canales de derecha,como Fox, minimizan la cobertura del suceso, y prefieren evadirlo olímpicamente, para no alterar el curso y el sentido de su campaña de odio contra la cultura musulmana.

De nuevo se habla de la teoría del hombre solo, de la manzana podrida, sin profundizar en las verdaderas causas y razones del evento. La prensa, de manera gustosa, cumple su papel de encubridora de las contradicciones internas de la política y de la administración de gobierno, al someter al culpable al escarnio público de la cacería de brujas.

A la víctima o al victimario lo condenarán a la hoguera de los chivos expiatorios, para fungir de pote de humo de las masacres perpetradas por Obama en Afganistán e Irak, donde el terrorismo sí debe ser estudiado y analizado como un gravísimo problema de la agenda mundial.

En Venezuela, ambos bandos sacaran provecho y plusvalía ideológica de la información, según sus dos posturas monolíticas, dogmáticas y cerradas del ejercicio de la profesión, cuyo envilecimiento es responsabilidad de ellos y de nosotros.

En paralelo, el trailer de la última de Rambo llega al portal de youtube, para seguir arando en el terreno del lugar común del cine, de la teoría de la conspiración y de la polarización estéril, desde Estados Unidos hasta Venezuela.

“The Expendables” se llama el engendro y va de una operación pentágono ejecutada por un grupo comando, encabezado por lo peor de la élite reaccionaria y fascista del Hollywood mercenario, contrainsurgente, conservador y militarista, anclado todavía en el pasado bufo del fin de la guerra fría, durante su extensión estratégica, artificial y agónica en los ochenta, por cortesía de Ronald Reagan.

El casting de la pelícua trae de regreso a Silvestre Stallone, junto con sus amiguitos inconscientemente programados y lobotomizados como una pandilla mafiosa de asesinos a sueldo, a fin de interpretar un guión manido extraído de alguna proyección siniestra de los manuales de la CIA elaborados para el adiestramiento de los insignes alumnos de la escuela de las Américas, cuna de gorilas y dictadores bananeros, la Harvard de la promoción sangrienta de los genocidas de la guerra en Centroamérica.

Así, el largometraje pretende recuperar dichos tópicos, tropos y estilemas, para darle nueva vida a un modelo de pensamiento único, ya superado por la historia.

“The Expendables”  es , entonces, una versión replicante y bizarra de “Parque Jurásico”, donde un grupo de dinosaurios pretenden derrocar o deponer por la fuerza a otro iguanodonte de su especie, para salvar al tercer mundo del atraso y liberar a su pueblo oprimido por la bota de un general castro comunista.Todo matizado y compensado con una indispensable dosis de humor negro, distanciamiento y cinismo posmoderno.

Nada diferente al esquema de cientos de bodrios, producciones y encargos complacientes con la visión racista y xenófobica del sueño americano, chapado a la antigua forma del género western, de la época de las ciudades fantasma a la era de Vietnam y más allá de Bagdad.

El film sería una suerte de “Aliens versus Depredador”, en la tradición tarzanesca y colonialista de Chuck Norris y Arnold Swarzenneger en el infierno del subdesarrollo.

Seguramente, un mensaje de aliento y una buena justificación para alentar cruzadas futuras y misiones imposibles en el trópico, de la talla de los gloriosos secuestros de Aristide y Zelaya, ajustados al contenido de fondo de “The Expendables”. La moraleja es vieja, anacrónica, caduca, conocida y de fácil digestión para los alarmistas y propagandistas de cada extremo.

La derecha verá consumada en la pantalla, una fantasía de sus delirios imperiales, de grandeza venida a menos, de doctrina Monroe, de autócratas malos versus paramilitares de buen corazón,  sobre la región.

En una país no muy lejano, un barbudo de uniforme, una caricatura de Fidel, confisca la democracia con el apoyo de sus milicias armadas, y sólo una cuadrilla de “Bastardos sin Gloria” puede revertir el curso de los acontecimientos, puede devolver la esperanza a los niños atormentados por el Hitler de la selva húmeda, a través de la recreación de una aventura de acción, 100% hiperrealista, al estilo de un video game 2.0 de tercera generación. Un teatro, un escenario, un simulacro, un “war game” diseñado para satisfacer los apetitos más rastreros y reprimidos del fanatismo conquistador. Curiosamente, el estreno de la pieza marcará e imprimirá, en celuloide, la paradójica transición de Bush a Obama. Lo dicho: los dinosaurios se niegan a morir.

Por su lado, la izquierda se beneficiará de la jugada, al utilizar la película como excusa ideal, para desviar la atención, asentar sus bases carcomidas y afianzar su publicidad nacionalista de magnificación de la amenaza extranjera, de cara al reforzamiento de su electorado potencial.

No en vano, la intelectualidad bolivariana saca su cabeza de la arena, como el avestruz, para salirle al paso al estreno de “The Expendables”, al invertir sus empeños en tomársela demasiado en serio y en proponer, como siempre, su condena oficial y su censura, por aludir directamente “al proceso de cambios revolucionario” encarnado por el presidente Chávez, quien aparece “caricaturizado” en la obra en cuestión.

De tal modo y por ironías de la vida, la película arranca en Venezuela, con una campaña de publicidad envidiable y gratuita, sustentada por el estado bolivariano, cuya red de medios se presta para semejante ejercicio de proselitismo involuntario. A lo mejor, de no haberla mencionado, la cinta habría pasado por nuestra cartelera, sin pena ni gloria. Pero ahora la expectativa por disfrutarla o padecerla, es superlativa y crece como la espuma. Por ende, el gobierno continúa metiendo la pata, al hacer de sus ataques a la libertad de expresión, un completo efecto boomerang.Recuerden el caso de “Secuestro Express”.

Después, no nos caigamos a cobas, camaradas del PSUV y viudas del CNAC. Es contigo, Carlitos. Soy yo, otra vez. No inventen. No exageren la nota. No jalen mecate. El tirano de “The Expendables” no se parece a Chávez. Si acaso es un falso Sadam o un arquetipo frankesteiano construido y fabricado a punta de retazos y trazos gruesos. Pero no es Hugo Rafael, Carlitos, porque tiene candando y las facciones de un narcotraficante latino de “Miami Vice” con boina.

Para cerrar, no sean hipócritas, amigos de la Villa. Ustedes hacen películas igualitas o peores, para cimentar estereotipos y argumentos de temor y odio a la otredad. Y luego los tapan con cantos a la alteridad como “Cheila” y “Tres Mujeres”. De hecho, en sus oficinas se cocinó el equivalente criollo de “The Expendables”: “Comando X”. Por no mencionar “Bambi C4” y “Zamora”.

En resumen, con un cine polarizado, a imagen y semejanza de un mundo bipolar, no vamos para ningún sitio. No avanzamos un centímetro. Como mucho, nos echamos para atrás, como el cangrejo de Umberto Eco.

Es una lástima.

Al final, hay espacio para todos.

Por desgracia, películas como “The Expendables” y “Comando X” surgen para consolidar nuestras divisiones (Hojilleras y Globovidentes).

Es un cine de la segregación y del sectarismo, a combatir y a deconstruir, aunque en sana paz y tolerancia.

Prohibirlo, vetarlo y negarlo también carece de sentido.

Mejor veámoslo, discutámoslo y apreciémoslo como objeto de estudio, en su debido contexto.

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