4 de febrero de 1992

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I

Militares que engañan a otros militares y los llevan a un lugar que desconocen, a pelear una pelea que no les pertenece.

La cifra oficial de muertos de aquél 4 de febrero fue de 14 personas. La cifra extraoficial es de 50 muertos y más de 100 heridos[1]. Todos inútiles.

Aquellos que apoyan a Chávez tienen razones y derecho de sobra para celebrar lo que ellos consideran “El día de la dignidad” o “Rescate de la dignidad”, como hoy llaman a estas ansias de estar en la calle, acompañando al presidente. Un par de sugerencias: el día de la llegada al poder por vía de los votos, o la fecha de la aprobación de la constitución.

Pero ¿hubo dignidad el 4 de febrero de 1992? Vayan y pregunten a los familiares de los soldados y los civiles caídos ese día.

Ese día lo único que hubo fue bala, fuego, tanque, coñazo y muerte. Y es eso lo único que debe recordarse, a ver si no se repite .

Lamentablemente, la Venezuela contemporánea parece tener un déjà vu permanente.

II

Difícil es meter gato por liebre, porque el 4 de febrero de 1992  ningún pueblo se lanzó a la calle apoyando a los militares que encabezaron la intentona. Hubo si una promesa de cambio, un por ahora y un país que tiene que enrumbarse hacia un futuro mejor, según palabras de Chávez.

Y de eso poco, presidente.

Porque si las razones para tomar las armas fue decir basta a la corrupción que practicaban las élites políticas y la terrible situación económica y social del país  de entonces, mal vamos, presidente.

Quizás la efervescencia, el fervor y la pompa con la que Chávez mandó a celebrar esta fecha hoy tiene que ver más con una bulla que tape, que haga bulto y mueca, que niegue lo evidente.

¿Fecha patria? Mala cosa construir un país sobre los demás, aplaudiendo la empuñadora de un fusil en nombre de  un yo te salvo porque yo digo que tienes que salvarte.

Cuántas fechas patrias quisieron celebrarse a punta de decreto. La historia de Venezuela tiene una colección de gobernantes obstinados por hacerse una épica, una estatua o al menos una plaquita. Es el desespero de la trascendencia.

La mala noticia (para ellos) es que todas esas fechas fueron patrias hasta el día en que dejaron el poder.

[1] Fundación Empresas Polar. Historia de Venezuela para nosotros

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