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Aquí me llamo Juan

Aquí me llamo Juan
Aquí me llamo Juan

Aquí me llamo Juan

El camión, de solo ocho toneladas de carga útil, era «Solo una sombra que deslizaba por el flanco de la montaña«.

La montaña era «Solo una arruga en la superficie del planeta«.

El planeta era: «El planeta».

Yo iba encima de ocho toneladas de bananas verdes, tenía once años y era feliz.

Mucho tiempo después escribí:

You

Starts were hanging high
As usual

Life was outside of
My wallet reach

As normal

And then
You’ve arrived

«Pero en esos días era feliz«.

Claro que me di cuenta de eso, mucho después.

Estoy seguro de que desde esa época adquirí el vicio de no pensar, viendo al mundo pasar a través de una ventanilla de auto, en el sentido en el que pasa el tiempo.

El río era: «Ese río, que nunca fue el mío«.

Claro que en eso tiempo aún no había escrito eso, ni tampoco que: «Este mundo nunca ha sido el mío«. Porque era muy joven aún.

El tiempo pasaba normal, era el espacio el que era lento, debido a la gran cantidad de curvas.

Por cierto que era no solo prudente sino vital, hacer sonar la corneta del camión en cada curva, debido a que casi en ninguna, cabían dos carros en ambos sentidos a la vez.

«Mi ánimo se debatía entre el premio del arribo y la tortura de la espera«.

El río que vi, «hervía de bagres rayados con las marcas de la inmortalidad y el tiempo«.

Solo había un pescador, estaba pescando con caña y carnada artificial; no le vi sacar nada, era demasiado estúpido para pescar.

Mi tío estacionó al lado del río, el río pasaba al lado, impune de todo exceso; tengo entendido que no ha dejado de pasar, aun.

Con el cansancio de quien ha manejado seis horas, me dijo: Aquí me llamo Juan.

Me miró con el aburrimiento de quien está acostumbrado a tratar con estúpidos y me preguntó: ¿Como me llamo?.

Juan– Respondí.

Pero ya yo estaba espiando al único pescador.

Creo que también ese día aprendí, a dejar a los estúpidos hacer lo que les dé la gana, siempre que no me perjudique. Porque todo depende de las coordenadas espacio-temporales en que uno está ubicado.

Ese día, supongo, también pasaron cosas muy importantes para el resto de los seres humanos, la historia, el avance de la ciencia, el progreso y todo eso.

Pero yo atesoro de ese día, el recuerdo de un estúpido enredando carnadas de 5 dólares cada una, en el río San Camilo.

Otra vez: «Claro que eso lo entendí mucho después«.

VABM domingo, 20 de diciembre de 2009


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