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Contra la aprobación de la ley de video juegos y juguetes bélicos

Voy a ir directamente al grano porque el tiempo apremia. Aquí no hay chance para largas y tediosas introducciones. Mi punto es el siguiente: la ley “para prohibición de Video Juegos y Juguetes Bélicos” constituye y representa otro anacronismo jurídico por parte del gobierno, sin ningún asidero científico para respaldarlo.

Como siempre, la única justificación para darle salida al disparate constitucional es la coartada de la moral, la salud pública y la protección intelectual del niño, pasando por encima de los criterios más elementales en materia de investigación comunicacional, donde ya fue demostrada la ausencia de correlación entre la violencia real y la violencia virtual en ambientes de interacción infantil.

¡Por dios, amigos de la izquierda divina, pónganse serios!

Hasta su Michael Moore lo comprobó en un documental transmitido por ustedes en horario estelar: “Bowling For Columbine”, avalado por el Oscar, por su rigurosidad periodística y por el jurado del Festival de Cannes. Ahí sí no le damos crédito a la versión del gordo sobre la cruel verdad de Norteamérica. Sólo cuando nos conviene le concedemos el beneficio de la razón.

Por lo demás, permítanme ponerme bien pedante y arrogante, porque el tema lo domino de pies a cabeza. Lo estudio,lo analizo y lo discuto desde mis tiempos en la Universidad,cuando mis propios profesores afectos al proceso, como Juan Barreto y compañía, reconocían la inconsistencia de la hipótesis de marras, según la cual, “mono ve, mono hace”.

De hecho, conversando recientemente con mis amigos del medio, el comunicador Harry Febres me recordó la relación de la nueva ley con la superada teoría de la aguja hipodérmica, cuyos postulados se esgrimieron al calor de la primera guerra mundial y posteriormente se derrumbaron a la luz de la posmodernidad.

Rápidamente, la traigo a colación para quienes no la conocen, echando mano de Wikipedia( y me disculpan los puristas de la crítica, enfadados con la idea de citar a Internet):

“En la sociedad de masas el individuo se queda impotente para elaborar de forma específica los mensajes que llegan de los medios de comunicación de masas, por eso es posible hablar del modelo conductista de Estímulo-Respuesta. Los medios de comunicación son los emisores de un mensaje que se hace llegar a los individuos de una sociedad. Los mensajes pasan por debajo de la piel sin ningún problema: el mensaje como estímulo que provoca una reacción. Como emisores del mensaje, o de los mensajes, los medios de comunicación o los gobiernos (instituciones públicas o privadas), quienes articulan esos mensajes, quieren provocar ciertas reacciones.

La masa está constituida por individuos juntos que están separados y que no tienen capacidad de captar los mensajes que proceden del emisor de forma invisible. El conductismo habla de reacciones iguales de los individuos ante estímulos determinados: Emisor – mensaje – Receptor.”

En suma, la teoría de la aguja hipodérmica cree descubrir un vínculo de causa y efecto, alrededor de la aproximación del hombre con la imagen mediática. Ello nos reduce a la condición de esponjas, incapaces de responder a los mensajes alienantes difundidos por el status. Sin embargo, nada más falso.

En efecto, resulta muy curioso, pero incluso la misma Wikipedia tiene la respuesta:

“En realidad el individuo no está tan aislado. Se hace una abstracción de ese individuo, pero se tienen que tener en cuenta otros elementos que se sitúan en el espacio entre el emisor y el receptor, entre el estímulo y la respuesta: no hay vacío. No se inyecta directamente el mensaje en vena. Ese espacio está repleto de elementos: factores sociales, económicos, sociales, psicológicos, etc. La reacción al estímulo no es inmediata ni generalizada (cada individuo pertenece un grupo social específico; vive en una red de relaciones, amistades, intereses económicos, por edades, por nivel cultural, etc.; los individuos no existen en un vacío, sino que están condicionados por su entorno) ni mecánica como dice la teoría hipodérmica. Ésta queda como una teoría muy sencilla, aunque en el momento de la historia en el que se dio encajaba completamente.

A partir de la idea de que los medios de comunicación tienen sus límites surge, desde otra perspectiva y sin la intención de cuestionar la teoría hipodérmica, la teoría de los efectos limitados. Si la teoría hipodérmica toma como punto de partida que existen determinadas reacciones idénticas a todos los individuos ante los mismos mensajes construidos para hacer determinados efectos, las nuevas teorías se centran en los efectos limitados de los medios.”

En tal sentido, Gubern y Subirats, dos autoridades en el asunto, apenas se atreven a afirmar, en la actualidad, la posibilidad de ser insensibilizados ante la violencia al acostumbrarnos a ella a través de su normalización mediática.

Al parecer de ambos, los niños pueden llegar a naturalizar la violencia, en algunos casos, al límite de perder la noción de su impacto negativo.

Aun así, para los dos, no existe un dato concreto para verificar y constatar la programación intelectual del niño, por medios virtuales, para conducirlo a cometer atrocidades después de someterlo a la visión o al consumo de video juegos como “Mortal Kombat”.

En lo personal, me considero una persona sana, tolerante y pacifista. Y aunque Cilia Flores no lo crea, estoy jugando “Combate” de Atari desde los cuatro años con mi hermana y mi papá. Hacemos competencias, y nos destruimos mutuamente en nuestros respectivos tanquecitos para hacer catarsis. A pesar de ello, somos una familia antimilitarista, progresista y reñida con cualquier forma de belicismo. Sabemos distinguir entre el juego de “Atari” y la “war game” de Bush en Irak. Y con mis sobrinos, de 6 años, ocurre igual.

Tengo dos morochos como sobrinos, adictos a los video juegos, y son dos chamos de lo más sensibles, tranquilos y humanistas. Van a clases de música, tocan la guitarra eléctrica en una banda infantil de blues, hacen deportes, son alumnos de 20, tienen un gato como mascota, y les gusta el cine. De grandes, quieren ser como “Robert Rodríguez y Quentin Tarantino”. Ojalá cumplan sus sueños.

Finalmente, ayer hablé con la China( también comunicadora social) a propósito de la ley, y ella me dio su lectura y la conclusión para mi artículo: sencillamente, es un pote de humo. Más bien deberían aprobar una ley, cuanto antes, para resolver el tema de la violencia en las calles.

Dios la escuche!

¿Y por qué no una ley para prohibir la compra de juguetes bélicos, de gran escala, a Rusia, a Suecia, a Irán y a China?

Definitivamente, me quedo con la violencia virtual de Atari, Nintendo y las consolas de último cuño.

Por el camino que vamos, llegará el día en que prohibirán, por decreto, la violencia de Kubrick, a quien conocí ,por cierto, a la edad de seis años al ver “La Naranja Mecánica” en el betamax de mi tío, junto con él.

En fin, más de lo mismo de la doble moral comunista y capitalista,influida por los inoperantes códigos de censura de Fidel, Stalin y Hays.

Inoperantes, porque como dice “Lamala”(comunicadora social), ni lograron combatir la violencia real, ni lograron neutralizar la curiosidad por ella. A su sombra, de hecho, crecieron la piratería, el contrabando y la mafia del crimen como correlatos.

“Mientras se aprobaba el código Hays, la sangre corría por las calles de Nueva York, como hoy en Caracas”, asegura “Lamala”.

En última instancia, la violencia infantil es un fenómeno inherente a la condición humana, cuya historia nos acompaña desde los orígenes de las comunidades primitivas.

La biblia es violenta, Grecia fue violenta, Roma fue violenta, Egipto fue violenta, el medioevo fue violento, el cristianismo fue violento, la estética contrarreformista es violenta, el colonialismo fue violento, la independencia fue violenta, la democracia fue violenta, la revolución roja rojita es violenta y está armada.

Entonces, no vale la pena reducir la discusión a un plano de demagogia populista, para desviar la atención de los auténticos problemas.

Entonces, la ley es una charada, es una hipocresía frente a la violencia real de Lina Ron y del gobierno contra los periodistas de la Cadena Capriles.

Es una forma de violencia de clasificación del pensamiento único. La peor violencia porque no permite derecho a replica. Es como la Hojilla de Mario Silva. Un arma de doble filo para el cuello de la democracia.

Fin del cuento.

Nos vemos en el foro.

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