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La Otra Mujer del Rey: un telefilm contra la Historia

Parece una culebra criolla escrita a cuatro manos entre Frank Baíz Quevedo y Leonardo Padrón, el señor pavosísimo de Los Insufribles, el poeta aquel de Ciudad Bendita reducido a la condición de propagandista oficial de la farándula boliburguesa por el canal cuatro, mientras se deja censurar, sin chistar, por las tijeras de Conatel, Diosdado Cabello y su combo rojo rojito.

Por ende, sus polémicas entrevistas a Vargas Llosa y compañía fueron silenciadas para darle paso a las glorificadoras interpelaciones a Dudamel y al sobrevalorado Édgar Ramírez, dos piezas de estudio para la posteridad. Dos ejemplos de sumisión y de condescendencia mediática. Dos ejercicios de negación del periodismo. Por decir algo, ambas deberían ser comparadas con el testimonio reconstruido de la increíble película “Frost versus Nixon”, donde todavía sigue vivo el espíritu combativo y polémico de Watergate, gracias a los oficios del guionista Peter Morgan, antitesis del creador de Los Imposibles, y el mejor libretista británico en activo. Suyos son los mordaces argumentos de “The Queen”, “The Last King of Scotland” y “The Other Boleyn Girl”.

Por fortuna,los dos primeros desembocaron en sendas adaptaciones de lujo, al servicio de un par de realizadores solventes. Por desgracia, la tercera no contó con el respaldo de un buen director, y el esfuerzo de trasladarla al celuloide resultó en un fiasco estético de proporciones criollas, como si hubiese sido, finalmente, encargada a la Villa del Cine bajo la pobre factura de Román Chalbaud y la asesoría del departamento de dramáticos de canal 2, ante las condiciones morales de la ley resorte.

Es decir, un cine de época distorsionado y amordazado, sin sexo ni violencia gráfica, para ser consumido por todo público. Incluso, las telenovelas de RCTV son el doble de arriesgadas con el tema del erotismo al lado de la pacatería diseñada por la BBC para la ocasión de la puesta en escena de “La Otra Mujer del Rey”, absurda y contradictoriamente incluida en la “selección oficial” del último Festival de Cine Independiente Americano. Vaya burla, vaya error, vaya timo justificado por la carencia  de recursos en tiempos de crisis.

Si no hay plata, pues no se hace el Festival y ya está. En cualquier caso, se estrena la película y listo. Pero por favor, no engañen a la gente, no engañen al público porque lo deforman, porque lo confunden y porque lo desinforman. Eso no es hacer cultura. Eso es hacer trampa.

De hecho, “La Otra Mujer del Rey” es la absoluta negación del cine independiente americano. Para comenzar, es dependiente del academicismo solemne de la escuela isabelina, tanto en actuación como en escenografía. Imagínense un Festival de cine Venezolano hablado en idioma castizo y dedicado a revisar las intrigas palaciegas de nuestros conquistadores. Es una falta de respeto.

El underground de Nueva York nació, entre otras cosas, para liberar de ataduras, métodos y corsés a los intérpretes,en función de líneas de diálogo improvisadas al calor de los ensayos.

En cambio, “La Otra Mujer del Rey” impone, aristocráticamente, un régimen de monólogos forzados y teatrales, declamados en do mayor por un trío de estrellas inexpertas e incoherentes con sus respectivos papeles: Eric Bana, Scarlett Johansen, y Natalie Portman.

Del grupo, Mister Hulk se lleva la Palma de Oro de la caricatura, al representar a un Enrique Octavo falso, demagógico e inexacto. No me vengan con pavadas: Enrique Octavo era gordo y comelón, con la cara redondita y el cuerpo fofo. Nada que ver con la imagen de Erick Bana.

 

Además, la cinta insiste en justificarlo y en perdonarlo por cada uno de sus pecados, en una reescritura de la historia de lo más políticamente correcta. Por dios, Enrique Octavo se la pasaba de falda en falda y de abuso de poder en abuso de poder, llegando a casarse hasta seis veces, sin contar el número de sus amantes decapitadas por pura arbitrariedad. Sin duda, eran otros tiempos, pero no me lo quieran pintar como un estadista confundido, reflexivo y manipulado por las escaladoras Hermanas Bolena, a quienes la película también busca socorrer y salvar, desesperadamente, al dibujarlas como dos pioneras del feminismo anglosajón, como dos adelantadas a la época de la casa Tudor, como las dignas antecesoras de la Reina Elizabeth.

No me hagan reír, chico, las Bolena era dos meretrices consumadas y orgullosas de su condición. Inescrupulosas a más no poder. Un par de joyitas acusadas de acostarse con toda la corte para conseguir sus fines. Famosas eran sus orgías y sus tríos incestuosos,  donde participaban desde el Rey hasta los bufones de la corte.

Sin embargo, la BBC vuelve a ir al rescate de la sangre azul, de la corona y de la monarquía institucional, para proyectar una biografía Hollywoodense, muy alejada de la realidad,fruto del puritanismo de nuestra época conservadora y reaccionaria.

Por ello, “The Other Boleyn Girl” merecía y requería caer en manos de otro autor menos encorsetado y menos reprimido, de un verdadero independiente como Larry Clark o Stanley Kubrick, dispuesto a desnudar la decadencia fundacional y seminal de la familia inglesa. De seguro, Fellini y Pasollini asumirían el reto desde el caos y el desafío erótico. Lamentablemente, la oportunidad de oro se pierde en beneficio de un inverosímil cuento de hadas al estilo de la factoría Hallmark. Una fantasía de Disney llena de pudor y de recato. Yo le pondría “Elipsis”, porque cada vez que hay un asomo de revolcón, nos vamos a corte, nos vamos a negro, nos vamos a comerciales. Si le interesa, véala mejor en su canal de confianza.

Por mi parte, la considero una monumental operación de lavado cerebral, a camino entre la publicidad y el mercadeo, entre el kistch y la cursilería encubridora, entre el morbo prometido y la decepción cumplida, entre el complejo de culpa y la complacencia replicante. Es el cine de papá, que llamaban los turcos de Cahiers Du Cinema. Una cierta tendencia del cine actual. Ojo porque por ahí vienen los tiros de “Zamora”.

De resto, puedo rescatar dos metamensajes implícitos en el subtexto. Uno, el obvio paralelismo de las viejas Bolena con las nuevas trepadoras del star systema, encarnadas por las protagonistas de la función. Ellas son las Bolenas de hoy en día.

Dos, el obvio paralelismo del pasado de Enrique Octavo con el presente de cuernos y adulterios del príncipe Carlos, aunque según un enfoque epidérmico. 

Por lo demás, cero uno en la boleta.  

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