panfletonegro

Benjamin Button: el curioso caso del infantilismo regresivo de la envejecida crítica nacional

Era de esperarse. La crítica nacional condenó a “Benjamin” a la hoguera de las vanidades de la meca, es decir, al cajón de sastre de las películas oscarizables, mercadeables, prescindibles y políticamente correctas.Hasta ahora, la prensa especializada local prefiere descalificar a priori al “blockbuster” de Brad Pitt, en lugar de profundizar en el verdadero alcance de su contenido.

Muchos de los comentarios negativos hacia el largometraje pecan de superficiales y obvios, al reparar en temas y asuntos de escaso interés: el presupuesto, la duración, el ritmo y el maquillaje.Incluso, algunos entendidos llegan al extremo de tergiversar el sentido original del proyecto, acusándolo de conservador, aclichetado y demasiado apegado al texto original.

Para rematar, cierto periodismo criollo pretende reducir la complejidad del mensaje de Button, a un simple trámite de los estudios para glorificar y reposicionar la vieja fórmula melodramática del Hollywood de la edad dorada. Sin embargo, nada menos cercano a la realidad del film. Por ello, proponemos humildemente una reivindicación del “Curioso Caso”, en oposición a las lecturas agoreras, maniqueas y parciales de costumbre.Interesados en descubrir el auténtico trasfondo de la película, pueden pasar con confianza.

La Parada de los Monstruos

A vuelo de pájaro, la empresa constituye una digna revisión invertida de la historia americana, a lo Howard Zinn, según el punto de vista de los perdedores, de los freaks, de los ancianos, de los desvalidos y de los mutantes.

En consecuencia, la película lejos de reafirmar los arquetipos y estandartes de la épica de antaño, los barre por completo y los subvierte a discreción a la manera de Cervantes con la novela de caballería.

Aquí ocurre lo propio a la luz de la figura de un galán con alma de abuelo, un Quijote romántico, enamorado de una doncella caída en desgracia, mientras asiste al progresivo derrumbe de la mitología forjada en la fábrica de sueños, sin dejar títere con cabeza. Por medio de sus lentes descubrimos innumerables tabús censurados y esquivados por la industria: el sexo en la tercera edad, la esterilidad de la guerra, la fragilidad de nuestros íconos mediáticos, la inminencia de la muerte, el carácter cíclico de la desgracia y la inevitable decrepitud de la constelación heroica, en las antípodas de las lecciones juveniles sembradas de vanas esperanzas, buenas intenciones, cuerpos lozanos y desenlaces color de rosa.

De ahí la ironía de haber sido escrita por el mismo redactor de “Forrest Gump”, Eric Roth, consagrado a un estimulante ejercicio de desacralización de la memoria oficial anglosajona, al margen de próceres, superhombres y visiones consoladoras. A propósito, su trabajo de adaptación logra no sólo resumir el hilarante humor negro del cuento de Fitzgerald, sino también consigue trascenderlo y superarlo en su enfoque sarcástico de la rígida, sectaria y discriminadora sociedad postvictoriana del siglo 19. No por casualidad, “El Curioso Caso” empieza y culmina en el ojo del huracán de Katrina, para advertirnos de la recurrencia del problema racial en Estados Unidos y otras tensiones latentes aun sin resolver. Mejor anticipo de la era Obama, imposible. Bienvenidos al nacimiento de una nación en busca de armonía ,tolerancia y reconciliación con sus minorías.  

Salir de la versión móvil