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A Mí Me Gusta: el arte de cocinar una mentira “aspiracional”

I

Hoy me levanté con una nota más techno boy. Debe ser por la rumbita de anoche. Ahora estoy escuchando a mi electro gay favorito: Sven Väth.Chéquenlo por aquí en youtube:http://www.youtube.com/watch?v=zTvlViKxOjo&feature=related.

Es interesante porque Sven Väth es una verdadera loca, una loca declarada, y sus videos no lo ocultan.

Píllenlo aquí, por ejemplo: http://www.youtube.com/watch?v=q6mSwqnR1SY&NR=1.

Totalmente gay! Las mujeres bailan a su alrededor y él ni las toca. Únicamente piensa en jugar “mind games” en la noche, en la noche…

Por otro lado, me encanta el tumbado del pana, como se mueve, pues. No hace falta agregar mayor cosa: el tipo es loca y ya está. Perfecto. Es su decisión, es su derecho, es su preferencia. Cero rollo.

En contraposición, vean a Albi de Abreu haciendo de loca para “A Mi Me Gusta”. ¿Quién se lo puede creer? ¿Por qué engañan? ¿Tiene sentido?

Así es el resto de la porquería indigesta de Ralph Kinard, un bodrio mentiroso, conservador y fraudulento. Mal dirigido, peor actuado y terriblemente anticuado, fuera de orden, a paso de cangrejo.

Regresemos a la imagen de Albi. Retornemos a su look y pongámoslo en contexto. Para empezar, el cuadro homosexual del personaje se reduce a un detalle: un argolla en la oreja. Por extensión, en la lógica puritana del aspirante a realizador, una argolla en la oreja es igual a salir del closet. Así, por arte de magia, Miranda en la Carraca se transforma en una expresión de la pintura gay. Pensándolo bien, Miranda en la Carraca es, voluntaria o involuntariamente, bastante gay. Incluso más gay que “A Mí Me gusta”.

De resto, ni el intérprete ni el realizador hacen el menor esfuerzo por dotar de identidad al personaje. Albi sencillamente se limita a ser Albi con una argolla. Nada más. Habla como Albi, camina como Albi, mira como Albi. En algún momento gratuito e inesperado, descubrimos el verdadero conflicto del personaje: el Albi con argolla embarazo a la hermanita de la protagonista en una noche de copas, una noche loca.

Obviamente, se trata de una vulgar excusa para reproducir el esquema de la película “Ligeramente Embarazada”, aunque desde una óptica tres veces más reaccionaria, porque el personaje no sólo termina asumiendo el barranco de la paternidad, sino además acaba por renegar de su condición homosexual al comprometerse con la niñita.

De tal modo, la película deviene en un documento homofóbico, afín a la siniestra ideología restrictiva y retrograda de su director, quien como buen alemán, le gusta invocar fantasmas superados de la segunda guerra mundial. De hecho, su estreno viene acompañado por una suerte de manifiesto dogmático, pretendidamente mesiánico, en donde se imponen toda clase de ideas fascistas sobre el cine.

A continuación, procedo a publicar el intolerante dogma Kinnard:

Y ahora qué?

COMEDIA RÓMANTICA !

SIN GROSERIAS

SIN ARMAS

SIN VIOLACIONES

SIN DROGAS

y con un super soundtrack – este es mi DOGMA PERSONAL y vamos a la segunda!

Por el bien de nosotros, Ralph, con una sola basta y sobra. Ya fue demasiado con “A Mí Me gusta”. Otra igual sería como mucho. Yo te recomendaría no tanto seguir con tus cursos de actuación como profesor, sino tomar uno en calidad de alumno.

II

Entonces a Ralph le gusta el cine reprimido y hace un cine reprimido como su película(pirata), donde nadie tira, ni folla, ni dice “el coño de tu madre, malparido, mamaguevo, hijo de puta, marico, relambecuca, te quiero coger”. A mi me gustaría hacer una película como la de Ralph, pero con Pasqualloto siendo violada a la fuerza por Kinnard. Y al British le caeríamos a plomazo limpio al instante de llegar al aeropuerto de Maiquetía.

Eres un hipócrita, Ralph. También eres ignorante y obtuso. No sabes nada de cine. Pero yo te voy a enseñar, porque soy pana.

Primero, olvídate de tu dogma personal. Es una raya para tí. Así nadie te va a respetar fuera de Venezuela.Si acaso, te van a ver como un alemanito sifrino, seducido culposa y neocolonialmente por la alteridad del tercer mundo. Además, se reirán de ti por querer borrar y embellecer, de un plumazo, los trazos gruesos y los matices incómodos de la identidad latinoamericana. A eso le llaman, en antropología, intervencionismo cultural.

Sí Ralph, en Venezuela hay belleza para tirar para el techo, hay calor humano, hay buena comida, pero también hay sexo, droga y regetón parejo.

Luego, tu dogma es un bochorno porque niega la realidad de miles de referentes indispensable del cine de ayer y de hoy. Si fuera por tu dogma personal, el cine de Abel Ferrara no existiría. Si nos guiáramos por tu dogma personal, tendríamos que censurar a Lynch, a Gus Van Sant, a Harmony Corine, a Tarantino, a Gaspar Noé y al mejor director vivo sobre la faz de la tierra en términos de incorrección política: Philippe Grandrieux.

Fíjate, Philippe Grandrieux hace un cine rudísimo exclusivamente con putas, groserías, drogas e imágenes desenfocadas.

Aquí te mando un link con una secuencia de su obra maestra, La Vie Nouvelle: http://www.youtube.com/watch?v=biIARAYovvY.

Por último, la clase de historia. Tu dogma personal recuerda las peores páginas de la memoria universal de la censura en el cine. Tu dogma personal recuerda al código Hays. Tu dogma personal recuerda a la cruzada de McCarthy.Tu dogma personal huele a Franco, a Mussollini, a Hitler, a Stalin y a Fidel. Sí, Fidel siempre ha tenido problemas con el cine de groserías, armas y drogas. Eso no le gusta a Fidel, porque le perjudica la imagen de Cuba para vender a la Habana dentro de la industria mundial del turismo.

Para colmo de males, tu dogma personal no es original, ni es nuevo, ni es inédito en Venezuela.En realidad, es una pudibunda extensión de la ley de resorte y de la Lopna. Tu dogma personal es una versión ajustada y comprimida de la ley mordaza. Por ende, “A Mí Me Gusta” lejos de significar una respuesta al cine hegemónico del presente, constituye un reforzamiento del cine autocensurado promovido por la Quinta República, en la línea de “Comando X” y “Macuro”. De ahí tu relación con el CNAC. De ahí tu impulso y tu apoyo por parte del estado.

Paradójicamente, muchos creen ver en tí una promesa de cambio para la industria vernácula; una esperanza de progreso y una ilusión de resistencia social de la clase media ante los embates y los miedos encarnados por la amenaza roja en boga.

En dos platos, muchos te ven como el equivalente de Leopoldo López y Enrique Capriles en el cine nacional. Es decir, una especie de aliado contemporáneo de Ignacio Castillo Cottin, empeñado en defender una supuesta serie de valores humanos, característicos de nuestro gentilicio, cuyos fundamentos tienden a ser relativizados y puestos en duda por la posmodernidad.

En consecuencia, tu cine asume la bandera nostálgica de la comedia romántica naiff, de la televisión de los años dorados, para consolidar tus intereses y tus gustos de muchacho “decente y educado”.

Por eso, como Sumito, te vuelcas sobre la comida de autor, sobre los fogones, sobre la gastronomía selecta, sobre el arte de la cocina antiséptica, en la creencia de conseguir allí una forma de redención y de protección contra la comida basura, popular y económica. En cambio, a ti te gusta alimentar el mito de la comida exquisita, sólo apta para unos pocos, sólo apta para comensales curtidos y experimentados en restaurantes de precios absurdos.

En tal sentido, tu propuesta no se aleja del proyecto culinario, desplegado por la esfera mediática para nutrir, con dadivas refritas, el alma herida y decaída de su público potencial. Verbigracia, las páginas de Todo en Domingo ,la exagerada atención brindada a los chefs de moda y el surgimiento de nuevos proyectos editoriales de la mano de revistas empingorotadas y escaladoras como Climax. Regocijo sibarítico para el estomago del buen bohemio aburguesado.

A Mí Me Gusta busca pragmáticamente la internacionalización de su mercado, al esbozar una caricatura de lo venezolano sin mayor asidero en la realidad. El único referente es la imaginación de Ralp Kinnard en su idea abstracta y quirúrgica de la cocina venezolana; en su concepción higiénica y limitada de la familia caraqueña. La ausencia de referencias concretas y la necesidad de la película por engalanar y glamurizar la realidad, nos remiten al espacio geopolítico de largometrajes “aspiracionales” como “Elipsis” y “La Virgen Negra”.

Por ponerte un ejemplo gráfico, Ralph, aquí no toda la gente se puede dar el lujo de cocinar el festín navideño de A Mí Me Gusta.

III

Con tales ingredientes, la película se cocina al fuego vivo de tres recetas y dietas imprescindibles del menú de la clase media: la programación sitcom del canal Sony, la comedia americana de enredo y el subgénero de “barriga llena, corazón contento” al estilo de “No Reservation”, “Como agua para Chocolate” y “Ratatouille”. Todo aderezado con el sabor criollo de la farándula local, a la gloria de los inverosímiles Roque Valero, Tina Kliumi(la esposa del horrible Eduardo Marturet, quien participa y mata el tigre en la confección de la banda sonora) y Alexandra Scull, el hueso más duro de roer en el elenco.

Alexandra hace de Pichi, la hermanita de la Pasquallotto, y Pichi hace de Alexandra Scull, una niña de familia con ínfulas de pavita mala de la Academia Merici y con pretensiones de surfista. Por cierto, ella habla con el clásico mandibuleo de las chicas descerebradas del country club y Camuri Grande. Chama!, sabes!, pana!, en serio?

Aparte, la dirección y la edición aquejan y resienten el acabado plástico de una cuñita nacional a son de video clip.

En medio de la película, hay un clipcito musical donde los personajes preparan arepas, cual cuña de Harinapan(como diría la Ch); hay un clipcito donde los personajes bailan alrededor de una fogata playera, cual cuña de cerveza; y hay un clipcito donde todos los personajes ponen caras de tristeza, despecho y depresión, cual cuña melodramática institucional de la Fundación Chappard. Para rematar, la música corre por cuenta de Roque Valero y Roque Valero afirma en su canción: ¡hay que vivir, hay que escribir!

Sin duda, Roque Valero está loco de bola.

Y a pesar de los esfuerzos musicales, la película tampoco tiene ritmo. De una secuencia pasamos a la siguiente, de manera abrupta y apresurada. Las escenas en la cocina son aburridísimas, larguísimas y planificadas como una obra de teatro amateur. Y encima, como diría la Ch, nadie cocina o se cocina muy poco. Albi De Abreu no sabe ni agarrar el cuchillo y el británico es más tieso que un sancocho de pato. Por fin, en una secuencia de una cena de navidad se ponen a comer, aun cuando las porciones y los diálogos sean absolutamente ridículos.

La escenografía no es convincente y semeja el set de un programa de Gourmet Channel o del extinto programa de Televen del italiano Dino, el de “Pelando la Yuca con Dino”.

A modo de homenaje, María, la asistente del Gordo Lozano, interviene en un papel secundario. Por desgracia, el director se limita a explotarla y a subestimarla con el exclusivo propósito de hacer otro chistesito demagógico, como guiño para la audiencia venezolana.

El guión se estructura desde la arbitrariedad y el medalaganismo. En un instante estamos en Lóndres, después viajamos a Caracas, y de repente llegamos a un rancho de Chana, decorado a la usanza de Diego Rísquez, con frutas frescas y hortalizas recién cortadas. Es como el remedo criollo de los cuadros kistch de Norman Rockwell o como la imaginería barroca de Vallenilla Lanz en tiempos de Pérez Jiménez.

El realizador nos toma por idiotas al pretender recrear Maiquetía en el lobby de un edificio corporativo.

Por supuesto, la relación de chico y chica se mantiene en el estricto nivel de lo platónico, de principio a fin.

Van a la Playa y no pasa nada, ni un revolcón en la arena. A lo sumo, caen en una farmacia y en lugar de comprar condones, compran una inyectadora y una medicina para neutralizarle la pea al British. Otro pretexto para hacer un mal chiste. Aparte, a estas alturas, casi nadie se quita la pea con una inyectadora. Nada más el conejo de Ralph Kinnard. Al menos, ya sé como ir de precavido, Ralph, para cuando nos tomemos unas birras en el León. Tranquilo, brother, yo te inyecto de pana, cuando te vea muy rascado, o sino le pedimos el favor al poeta Enio Escauriza, porque él también sabe inyectar por detrás.

Como colofón, todos terminan felices y contentos, comiendo perdices. La prota, arquetipo de la Venezolanidad para la exportación, consigue lo que quiere y como lo quiere, cumpliendo su sueño americano a la criolla.

El British, emblema de la intervención extranjera benevolente, descubre el amor en el trópico y el paraíso perdido de la alteridad exótica, full generosa, abierta y maternal.Ambos estrechan lazos de buena convivencia entre países hermanos, para consentir el ego de tirios y troyanos en la época actual; para evadirnos del conflicto vigente de la polarización política; para reconciliarnos con la imagen estereotipada de lo nuestro; para cerrar el año 2008 con un cine nacional bonito, inofensivo y cálido. Ideal para no herir la susceptibilidad y la sensibilidad de nadie, ni de la izquierda, ni de la derecha.

En síntesis, “A mí Me gusta” es como un manual de recetas para empalagar las papilas de nuestra lengua esquizofrénica. Lamentablemente, su sabor se diluye con rapidez y jamás nos logra abstraer de nuestra cruda realidad.

Como dato curioso, Goebells, al igual que Kinnard, prefería las comedias a las películas de propaganda, a la hora de pensar en un cine de evasión diseñado para controlar y domesticar a la masa.

“A Mí Me Gusta” garantiza escape, a costa de disimular y ocultar el caos en proceso. Sus fotogramas, sus dogmas y sus consignas son el testimonio inconsciente del cine nacional durante la Quinta República: una fantasía de éxito y estabilidad, reñida con los desvaríos y los delirios del tercer milenio.

Propongo, como conclusión, una adulteración de los eslóganes de la película:

Ella Quiere Comerse el Mundo

Él Cree que se lo Comió

Al final, el país se los comerá a los dos

 

 

 

 

 

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