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Cómo aprender a amar y odiar a Facebook

facebook1.jpg La teoría dura postestructural no se la lleva con Facebook. Y tiene buenas razones para ello.Primero, desconfía de sus orígenes y de sus fines. Al parecer de los autores, el cara de libro es la última fase de control social en las plataformas globales de Vigilar y Castigar. De hecho, los herederos de Foucault reniegan y rechazan el invento, al considerarlo un vulgar señuelo de la web para fichar a la población y distribuir información privada a manos corporativas.Los conspirativos hablan de un pacto, de una peligrosa alianza para el progreso entre Facebook y diversas compañías de mercadeo, a la búsqueda de clientelas fijas y sectorizadas en forma de “redes sociales y grupos de amigos” bien definidos por país, ciudad, edad y raza.En el mismo sentido, numerosos comunicólogos insisten en comparar el nuevo grito de la internet con el fenómeno de Gran Hermano. Según ellos, Facebook es la consumación de la distopía orwelliana a escala mundial, bajo la colaboración resignada y entusiasta de su pobres víctimas. Ojo, eso no lo sostengo yo, sino ellos. Mosca pues con los ad hominem, porque para empezar, yo tengo Facebook y me lo vacilo. Tan sólo, como diría un colega por ahí, estoy ventilando. Y sigo.De igual modo, algunos blogeros anónimos reconfirman la sospecha, al poner en tela de juicio la interfaz del programa. Para muchos, Facebook evoca la estructura de los instrumentos de fichaje policial y militar, desde la época de “Mi Lucha” hasta ahora. De ahí los supuestos parentescos y vínculos con los formatos nazis de la IBM para segmentar a los cautivos en los campos de concentración. Facebook sería entonces como un campo de concentración amigable, donde expones tus carencias privadas ante el público.Pero antes de proponer el análisis intersubjetivo del asunto, continuemos con el sumario de los complots.Otro miedo en boga, frente al proyecto, consiste en la idea de cuestionar el carácter opresivo del sistema, pues se hace fácil entrar pero no salir. A propósito, fue publicada una divertida página titulada, si mal no recuerdo, “2015 pasos para salir de Facebook”. Sin embargo, los representantes del dominio aseguran lo contrario y dicen trabajar en la posibilidad de conseguir mayor satisfacción en las necesidades de sus apóstoles, asiduos o evangelizadores. No en balde, el reclamo de moda es: “vamos a abrirle una cuenta de Facebook a fulanito de tal o cual”. Incluso, la presión social llega al extremo de fomentar foros y debates al respecto con sus respectivos post. Así estamos.Por último, nunca faltará quien encuadre a Facebook dentro de un plan geopolítico de ultraderecha, asociado al terrorismo mediático. Puras especulaciones sin basamento, aunque no carentes de argumentos para defenderlas. Cuidado, Facebook no es ni el corderito, ni la oveja dolly que nos quieren vender sus creadores, ni es el lobo feroz que nos quieren prefabricar los clásicos echadores de cuentos de camino.  En cualquier caso, el nuevo medio bien vale un desmontaje y un humilde análisis de contenido, para alborotar el avispero. Así pues, vamos a darle al subtexto de la película en curso.Para comenzar, traigo a colación al crítico de la posmodernidad y sus descontentos, Zigmunt Bauman, a la luz de la edición de su magnífico libro “Vida de Consumo”. En efecto, Bauman engrana a la lógica del consumo con las redes sociales en el apogeo del capitalismo multicultural y sin fronteras.De tal manera, en Facebook descubrimos innumerables variantes del consumo.Consumo de amigos, consumo de imágenes, consumo de tendencias, consumo de tiempo, consumo de egos, consumo de identidades, consumo de palabras vacías y mensajes de baja definición en un marco de corrección política, asepsia e integración de las diferencias. Todo un estilo de borrar las alteridades para depurarlas mejor.En cuanto al consumo de amigos, debemos apuntar varias cosas. A primera vista, se perfila una competencia darwinista por la acumulación de contactos. Yo tengo tantos “friends”, tu tienes tantos, es parte del discurso implícito. Por tanto, muchas veces se estila jugar a la ruleta rusa con el Facebook, en pos de nuevos fichajes. Cada fichaje nuevo, por cierto, supone una victoria compartida a través de la pared común para la respectiva comunidad social. “Fulanito acaba de reclutar a menganito”, es el correlato de la función en desarrollo.Al mismo tiempo, parte del éxito del Facebook radica en su capacidad de segregar y unificar voluntades afines. Es decir, en su matriz selectiva de discriminación social. Tu sí puedes ser mi amigo, tu no. Yo sí te conozco, a ti no, fuera de aquí. Es la doble moral del club privado, del country club.Facebook es como un country club de pequeños burgueses, chicos intensos y adultos contemporáneos. Pero también puede ser, en su versión degradada, un club de tercera categoría, como el Paracotos en los ochenta. Sea como sea, cada Facebook se reserva su derecho de admisión. Y ahí reside su germen disociador, concebido por la ideología yuppie.No en balde, la constante semiótica en las imágenes de Facebook, es el artificio, es el montaje de la visión triunfalista de la vida. Y ya sabemos que el éxito es el lenguaje del poder. Pero al final, todo es una ilusión, una gran ilusión compartida de éxito y poder, en función del mito del self made man.Yo tengo familia, tengo trabajo, tengo panas por montón, tengo rumbas, y además tengo como comprobarlo con mis galerías de éxito. Fíjense aquí donde salgo con mis altos panas de los medios. Fíjense que estoy en una rumba con el “Pichu” en el local de moda, Barra Bar, antes de caernos a besos en Zuca Bar. Fíjense que también conozco a Luis Chaiting y Alcalde Capriles Radonsky, aun cuando después aparezco con una pila de don nadies en un matrimonio por compromiso. Fíjense que cotillón más tripa el de éste otro matrimonio al que fui con mi amiga rata de la Universidad, a caerme a palos y a bailar música electrónica, porque eso es lo que hacemos nosotros los chicos malos, elegidos y famosos. Y para rematar y para descansar, ayer fui a una reunioncita a caerme a vinos y hablar con todos mis superamigos modernos de la Facultad de Arquitectura…Todos somos chéveres, todos somos coolísimos,todos somos 100% actitud, todos tenemos esa autoestima por el cielo, y vivimos para celebrarlo en público con fotos y demás.A mí me gusta emborracharme para demostrar que soy un tipo duro, bohemio y arrecho como una adaptación tercermundista de Charles Bukowski. Me la paso todo el día rascado y tomándome fotos, para publicarlas en Facebook. Qué arrecho soy, vale!!!Porque yo sí tengo razones para vivir rascado. Porqué sí, vale, yo salgo de ese trabajo con una presión terrible, y lo que quiero es terminar en los Chinos con mis panas de Relectura, creyendo que somos una suerte de élite cultural en Caracas a lo Techo de la Ballena.Pues sí, éste es el tipo de banalidad que impera, hoy en día, en Facebook. Una necedad total. Una hipocresía completa. Todos somos hipócritas en Facebook. Y escondemos cosas. Y tenemos miedo. Lo peor del caso es que es divertido. Uno mata el tiempo con él. Es parte de nuestra idiosincrasia. Es parte de nuestra idiotez. Es, insisto, la radiografía de nuestras más horrendas carencias colectivas: el individualismo,la morbosidad, la envidia, el exhibicionismo y la incomunicación.Detrás de Facebook se oculta el descalabro de la condición humana, en su incapacidad para pensarse más allá del presente y más allá de su ombligo. Precisamente, para allá voy ahora. Con permiso. Nos vemos en el cara de libro, aunque mal pague. Al fin, mi propio reality show!!!!!

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