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Soy Punk. Capítulo II

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24/12/1978 – Horas de la mañana.

No voy a ir, ¿para qué? ¡Ya sé exactamente lo que pasará! Ya conozco sus falsas sonrisas, sus chistes impostados, su mediocridad al por mayor. Las reuniones navideñas son tan demodé, siempre es la misma gente y la misma actitud. No se trata de querer llevarle la contraria a todo, ni de querer ser siempre distinto, se trata de reconocer la verdad y en honor a ésta hay que decir que las festividades navideñas siempre son la misma cagada.

En algún momento, entre la cena y la apertura de regalos, aparece mi tío, con su evidente borrachera a hacer un juego desagradable y estúpido en el que nos intercambiamos una pelotita de plástico, y cantamos una canción que dice “la papa caliente, la papa caliente, la papa caliente, se quemó” y al que le quede en las manos, pues debe decir un recuerdo de fiestas navideñas anteriores. Por lo general, cuando me queda a mi, recuerdo aquel día en que un San Nicolás estaba repartiendo caramelos fruna gratis en las adyacencias de Plaza Venezuela, y de repente aparecieron dos policía alegando que “este es el santa clos que estaba robando a la vieja allá arriba” acto seguido el santa empezó a correr y a medida que lo hacía caían de su barriga billeteras, relojes y cadenas. Mi madre insiste en que recordar eso atenta contra la tranquilidad que se supone debe reinar en las fiestas navideñas.

Entonces se me ocurre recordar aquella vez en que mi padre no llegó a casa el 24 y el 25, cuando mi mamá lo estaba buscando en los hospitales y hasta en la morgue, apareció con una raya en la cara aduciendo que lo había asaltado y lo habían tenido secuestrado todo el 24. Creo que ese fue el comienzo de la debacle, de allí, hasta que Alfredo, el “primo” de mi mamá se la zampó sobre el sofá en Mérida mientras yo dormía. Pero claro, eso no puedo sacarlo a relucir, sería triste para todos, en especial para mí.

La Negra me dice que vayamos a su casa. Su madre no es tan desagradable como mi familia. A veces, mientras la Sr. González habla, me le quedo viendo a los ojos y me pierdo en la honestidad de su mirada, se nota que ha llevado coñazos y que estos le han enseñado lo inútil de estar siempre pretendiendo. Ayer descubrí que La Negra gusta de Janis Joplin, la sorprendí oyendo Take Another Little Piece Of My Heart y honestamente no me desagradó. No es que esté abandonado mi recién adquirida afición neoreligiosa por los Sex Pistols, en lo absoluto, pero de vez en cuando, en especial en navidad, no hay nada malo con darle paso a la ternura; siempre y cuando no se trate de gaitas o villancicos, todo está bien.

Sí, definitivamente me iré a su casa a pasar el 24…

John Manuel Silva.

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