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La Bicha del Cine

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La ciudadana Lorena Almarza (que de alguna manera hay que llamarle), no sé si es en calidad de experta en realización y producción cinematográfica o de psicóloga, que ninguna de las dos cosas es (sería todo un detalle que algún funcionario de la oficina de personal del Ministerio del Poder Popular para la Cultura se tome en serio el trabajito de revisar su título original, ya que la bachiller Almarza jamás ha entregado ni defendido su tesis de grado), bueno, antes de volverme a dispersar, ella hace las veces de Coordinadora de La Villa del Cine. En diciembre pasado despidieron a casi dos tercios del personal, en realidad no les renovaron el contrato, que es la modalidad oficial; los empleados se quejaban de las malas condiciones de trabajo, las dificultades de transporte (un carcamán de autobús va a las siete de la mañana y regresa a las seis, si Ud., no lo alcanzó, es su problema) al mismo tiempo que la institución adquirió ocho (08) camionetas Hummer para traslado de su personal (ejecutivo, claro está), pero en realidad, eso es lo de menos si resultan imprescindibles para hacer el maravilloso cine que deberían estar haciendo con el realero que les está entrando, no sólo por obra y gracia de la revolución cultural sino por los aportes que se agregan por concepto de impuestos a los exhibidores, según la ley vigente. Lo único que han concluido hasta ahora es el catastrófico «Miranda» que perpetraron el año pasado y eso, como dicen, para justificar.
Sin duda ella piensa que cualquier cosa que se diga sobre su ineptitud es un ataque personal, como si la prueba no estuviera en el bajísimo rendimiento de ese nuestro jóligud tropical, mal diseñado y mal construido para favorecer a los negocios de mi gallego preferido, el arquitecto y empresario Francisco de Asis Sesto, un loquito que cree que el millón de «Don Quijotes» que regaló en las Plazas Bolívares de la patria fueron leídos, discutidos y comprendidos en su estructura profunda por más de diez compatriotas en este país, a lo mejor hasta hicieron análisis semiótico, aprovechando las insondables marismas que aplica Mario Silva cada vez que le da por la semiótica (reconozco que da ternura). En fin, tanto la ex-señora Almarza, como mi gallego predilecto, juran que están haciendo un trabajo que ¡qué bárbaro!, nos la estamos comiendo; y que cualquier crítica que se les haga, viene de la contrarevolución pagada por la CIA para destruir al presidente y dar un golpe de estado.
Farruco es tan ignorante (y tan contrarrevolucionario) que ha declarado que la Villa del Cine se estructuró bajo la asesoría de los Estudios Churubusco (México), sin saber que éstos, a su vez, fueron armados por el imperialismo mesmo con la finalidad de quebrar la competencia que implicaba la industria cinematográfica mexicana, bastante próspera para la época (eso lo leí en Objeto Visual, una revista publicada por la Dirección de Investigación de la Cinemateca Nacional, de Venezuela, no de México, y que, obviamente, Farruco no ha leído antes de meter la pata, otra vez).
Es obvio que una trepadora como Almarza, no sólo ha sido capaz de caletrearse los discursitos y las frases más trilladas de las arengas revolucionarias, para arrimarse a donde hay, sino que además, en su vertiginoso ascenso ha pateado a un gentío, entre otras, a la propia cinemateca, donde se incubó, y terminó desmantelándola, esta vez para favorecer el negocito que Jacobo Penzo, Carlitos Azpúrua y Libio Quiroz tenían con las «Salas Digitales» (Penzo renunció a la presidencia de la cinemateca porque como funcionario público no podía contratar con el estado para embaucarlo con las salitas esas), que ahora mi gallego predilecto llama, pomposamente, Cinematecas Regionales; es tan bruto que no sabe lo que es una cinemateca y jura que está armando una en cada estado, mejor dicho, se las está armando el citado trío.
Habrá que seguir hablando, mientras no escampa el chaparrón de denuncias contra el camarada Sesto y los sesenta ladrones que le acompañan, esta semana leí otras dos, he terminado pensando que Chávez le debe un gran favor, por lo que debe obviar lo que para el resto del país es evidente: ese bichito está robando como Dios manda.

 

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