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Con Sumito, estoy que me vomito

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La cursilería gastronómica caraqueña no tiene fin. Las doñas bien y los chicos trendy pagan ochenta mil bolívares por cubierto en Sibaris, el nuevo restauran de Sumito,en donde todo es como su pegagoso nombre en diminutivo. Es decir, en donde todo es un vulgar consumito, pequeñito y escaso, pero bien carito. Como para tener sumo cuidadito.

Invitado por un amigo que vendió de contado y compró a crédito, primero me sirven una minúscula ración de ceviche en algo que parece un vasito de tequila. Un shot de ceviche cubierto de una espumita de mora. Algo realmente patético, indecoroso y repugnante. Provoca pegárselo a Sumito por la cabeza.

Antes vino un señor de etiqueta a justificarme con una voz engolada y acartonada, el por qué de la porción hitleriana. Le faltó decir: “este es un campo de concentración de diseño,en el que le gente despilfarra su quince y último, para comer mal , pasar hambre y sentirse in, así que a callarse la boca y a sonreírle a nuestro amado Fhurer”.

Después, me vienen con más cuentos germánicos en este templo de la perdición caraqueña. Que si la textura, que si la cocina fusión, que si el menú de autor, que si la dimensión del plato. Al diablo, puras pavadas nazis,entonadas con una peligrosa frecuencia goellbesiana.

Mentiras repetidas mil veces que se hacen verdad en los vulnerables oídos del comensal nuevo rico, sediento de contacto, reconocimiento y atención. En fin, en el clásico buscador de prestigio, bautizado por Vance Pakard.

Luego traen el segundo plato, como entre cuatro, todos ridículos con sus delicados pasitos a trote de pequeños ponys en perfecta formación. Y de una me presentan un pedazo de cochino frito, enchumbado de salsa agridulce, y acompañado de tres repollitos bebé. Ni en YMCA de San Bernardino, se puede comer peor. Al menos en el YMCA la vaina es casi de gratis. Aquí no, aquí son ochenta lucas por una entrada de mierda y dos contornos disfrazados de obra maestra.

Y ahorita viene el cínico de Sumito con su sonrisa hipócrita de buda mercachifle, a sancionar el momento cumbre de la noche. “Espero que lo disfruten, es una creación personal inspirada en la escuela Feng Shui, adaptada a nuestras condiciones tropicales, reivindicando el sabor de lo autóctono, pero sin dejar de ser universales. El cochinillo fue preparado al instante, flambeando su caparazón con un toque de vodka, de manera de cortar los filamentos porosos de la carne, alterando la esencia de su transpiración natural.”

Cuando el señor temina, respiro profundo y me echo un trago fondo blanco, que me pega durísimo en el coco. Alrededor todos le devuelven la sonrisa a Sumito. De pronto,estoy mareado, estoy que vomito. Y pensar que todo se lo debo al maldito de Sumito.

Y mejor no hablo del postre,porque fue más pequeño y africano que la guinda de una torta. Mejor si hablo, fue un cuadradito de chocolate de taza, servido de forma vertical. El maldito lo bautizó: ración de chocolate vertical. Y después me trajeron dos mini alfajores, de esos que venden por cajitas en la bomba Texaco. En fin, una humillación hasta para Stuart Little.

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