Nuestro Quinto Mandamiento

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El 31 de diciembre en la mañana,seis cadáveres en descomposición que no habían sido reclamados por sus deudos fueron llevados en un camión al sector La Peste del Cementerio General del Sur.

Javier Ignacio Mayorca
2 de enero de 2013
El Nacional

Para Fernando Vallejo

 

 

Nuestro Quinto Mandamiento dice: Sí matarás. Los habitantes de Caracas mueren como ganado. Habitantes sacrificados para un Demiurgo que se transformó en Toyota, BlackBerry, Glock. Un Demiurgo lo suficientemente pervertido para no destruir esta ciudad.

 

¿Cuántos psicópatas por metro cuadrado? ¿Cuántas vísceras han caído encima del pavimento? ¿Cuántos padres en la morgue para identificar facciones detrás de un amasijo de carne, huesos, dientes?

 

Caracas seguirá celebrando aunque no hayan podido reconstruir esas facciones para velarlas con el ataúd abierto. Caracas bebe cerveza, bebe ron, bebe aguardiente. Y sube el volumen de la música para silenciar los aullidos. El sol embrutecedor; el cielo estúpido; El Ávila displicente contempla la tragedia. Esta escenografía impide el luto. Nadie guarda luto para no ser apartado como un leproso.

 

La muerte es una palabra absurda. ¿Quién muere en Caracas? Son tantos los que mueren que nadie muere en Caracas. Los ojos inyectados de morfina leen la crónica de sucesos. Los políticos participan en orgías interminables. La nueva burguesía baila al son del viejo orden. Los militares y los policías se sodomizan con botellas de whisky. El Estado representa la moral del desastre.

 

Un niño fue decapitado a machetazos; Caracas pateará la cabeza hacia el Guaire. Un abuelo fue crucificado a tiros; Caracas le entregará el cadáver a los buitres travestidos de papagayos. Mientras Simón Bolívar impertérrito desde el pedestal. Tú, hijo predilecto de Caracas. Tú mereces un panteón de orina y excrementos. Tú mereces caer como un abominable ídolo.

 

Vendrán nuevas revoluciones: serán cada vez más infames. Vendrán nuevos líderes: serán cada vez más nefandos. La solución es arrancar de cuajo esta ciudad. Amputarla como si fuera una pierna o un brazo gangrenado. Que no aparezca otra ciudad. Que no aparezcan otros hombres. Pero la maldita esperanza inoculará eficazmente la dosis de opio. La maldita esperanza. Siempre.

 

Nuestro Quinto Mandamiento dice: Sí matarás.

 

Y el pálido frío bajo La Peste. Y el olvido inabarcable.

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