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Un país es un trabajo de todos.

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A medida que la situación se hace más crítica, los ánimos de la oposición de calientan más y el diálogo resulta mucho más difícil. Estas protestas, que comienzan a bajar la popularidad, empezaron como una buena oportunidad para detener las políticas económicas del gobierno, las cuales, entre otras cosas, se han demostrado poco efectivas para combatir la inflación y nos siguen llevando a una calidad de vida cada vez peor, juzgando el poder adquisitivo del venezolano común. También se protesta por la escasez de productos básicos, debida a una mala gestión de la producción por parte del gobierno, que se ha dedicado a expropiar empresas para luego deteriorarlas. Y por último y quizás más importante, se protesta en contra de la violencia, pues Venezuela se ha convertido en uno de los países más peligrosos del mundo, con una tasa de mortalidad espeluznante.

Estos puntos son no sólo válidos sino reales. Su reclamo no responde los intereses políticos de ningún partido y no han sido una invención de quienes se oponen al gobierno. Es la realidad que afecta el día a día de todos los venezolanos, sobre todo de la clase media y la clase baja.

Sin embargo, el apoyo que tiene el gobierno a nivel electoral sigue siendo grande. Una de las razones, sin duda, es el poder mediático que tiene, habiendo controlado casi todos los canales de televisión e imponiendo cadenas cuando quiere, así como gastando gran parte del dinero público para material propagandístico como ha sido el caso del documental «Mi Amigo Hugo» del director Oliver Stone, una pieza de cincuenta minutos que nos ha costado 18 millones de dólares y fue puesto en cadena nacional, obligando a todos los ciudadanos que no tienen acceso a televisión por cable convertirse en audiencia.

Pero no quiero escribir sobre esa razón. Hay otra y podemos combatirla, si de verdad queremos construir un país diferente. La otra es nuestro clasismo, nuestro machismo y nuestra ignorancia. El discurso violento que ha respirado en las filas de la oposición desde hace años, se vuelve a infiltrar en estas marchas que empezaron siendo sociales y líderes políticos como Leopoldo López y Antonio Ledezma han tratado de politizar.

Suelo leer mucho de lo que escriben los medios más radicales del chavismo y los de la oposición y después busco comparar las opiniones de cada ciudadano sobre la noticia y nuestros medios, sin importar el bando que sean, han creado ciudadanos políticamente irresponsables, que sólo quieren escuchar una parte de la verdad, imponiendo sus ideas, haciendo cacerolazos a artistas, burlándose de los presos políticos, negando la violencia en las calles, y etcétera.

Lo que he leído en la prensa nacional e internacional en contra de estas marchas ha sido bastante interesante. Lo más popular y ridículo es que todos los estudiantes son parte de un plan de los Estados Unidos para hacer un golpe de estado porque están en contra de la democracia plena que vive el país. Con respecto a eso, hagan sus propias conclusiones. A mí me parece que la naturaleza de estas protestas es un poco más seria. Pero encontré dos links que me hicieron reflexionar. En uno hay fotos de guarimberos con pancartas machistas y claramente clasistas sobre el nivel de educación del Presidente. Otro es el video que pongo aquí abajo, una burla a las protestas, generalizando al protestante como «sifrino» (fresa, pijo).

Lo que más me dio tristeza del video no fue la banalización, por parte de su autor, de las protestas oportunas y necesarias, sino encontrar en las frases escritas con exageración, palabras que han dicho amigos opositores. De hace mucho la oposición se ha vuelto su propia caricatura pero también nosotros, los que no somos políticos y vivimos azotados por la delincuencia y la inflación, nos hemos vuelto caricaturas de nuestra ciudadanía, y muchos no logramos expresar sin banalizar por qué protestamos y, sobre todo, qué queremos concretamente pues pedir #LaSalida es parte de esa banalización y una muy peligrosa.

En el video dicen cosas claves que quiero compartir:

«Hubo diecisiete elecciones y perdimos dieciséis. Por eso, para salir de esta dictadura de forma democrática, estamos en las calles destruyendo todo a nuestro paso»

«Seguramente en tu país hayas escuchado lo que pasa en Venezuela, en medios objetivos como CNN, RCN o La Sexta»

«Protestamos por la escasez incendiando abastos y camiones con comida»

«Nos quejamos de la inseguridad quemando módulos policiales y llamando «malditos cubanos» a la Guardia Nacional»

Todas estas frases están puestas convenientemente, sin ver los matices y acusando, en algunos casos, a los guarimberos de cosas que hicieron los colectivos. En el video no hablan de los atropellos que se han hecho en esas diecisiete elecciones y omite totalmente los grupos armados e ilegales.

Pero más allá de eso, creo que hay claves que podemos apuntar si queremos ser una oposición seria, cosa que no hemos sido en los últimos quince años. Para empezar, no dejarle las cosas tan sencillas al gobierno y eso se logra si dejamos de insultar al otro, si dejamos de irrespetar su pensamiento político, si nos dedicamos a leer e informarnos más no solamente una parte de la verdad, y cuando lo hagamos, recordemos hacerlo con empatía, no desde nuestra posición.

El país no está bien y el gobierno se ha demostrado altamente corrupto y poco competente. Eso no sólo lo sabemos nosotros, esos que creemos en esta frase fascista hecha por Lilian Tintori: «estamos del lado correcto de la Historia». Muchos chavistas, muchos comunistas, muchos izquierdistas como yo, no apoyamos a Maduro y nos gustaría que se resolviesen los problemas puntuales. Pero cuando las guarimbas hacen cosas como golpear a reporteros y los líderes políticos ni los ciudadanos no repudian esos actos, los independientes nos alejamos. Cuando una horda cacerolea e insulta a Roque Valero y a su esposa, dándole razones al gobierno de crear un espectáculo mediático, nos alejamos. Cuando insultan a Henrique Capriles porque «no tiene bolas» y hablan de María Corina porque «tiene guáramo», nos alejamos por el machismo y la violencia de las declaraciones, así como de la inconsistencia política de los electores de oposición que un día aman a Henrique y al otro lo condenan.

Es tan frágil la realidad nacional que lo más oportuno es pensar en cuál será el resultado de nuestras acciones y el de nuestras palabras. Lo pasional nos ha vuelto a costar caro, en un momento en que el gobierno había perdido popularidad, el curso de estas protestas lo han hecho subir y ha hecho ver a la oposición más separada que nunca. Dejemos de subestimar al gobierno y entendamos que estamos ante uno de los más grandes y mejores aparatos de propaganda después del creado por Goebbels en la Alemania Nazi.

Sigo sin ser fatalista aunque objetivo y creo que personajes como Julio «Coco», a juzgar por sus palabras y sus acciones hasta ahora, podrían organizar al pueblo más allá de la derecha y de la izquierda, para hacer ver al país los problemas reales y sus posibles resoluciones.

También pienso que los que protestan pacífica y conceptualmente, con volantes y muertos de mentira en las calles, ayudan a la información y a la lucha, y eso nunca es malo. Así como todos los comunicadores que han hecho del Twitter la única plataforma libre y se han dedicado a confirmar fotos y videos antes de compartirlos y a promover el pensamiento crítico en vez de poner más muros entre nosotros.

Es nuestro deber denunciar pero antes tenemos que revisar sobre qué somos y qué queremos, sobre qué es correcto e incorrecto para nosotros y qué es lo que nos fastidia del otro exactamente. No hay que quedarnos callados pero hay que ser conscientes en nuestros mensajes de que el país necesita de todos unidos, no de nuestra rabia. En fin, necesitamos un proyecto de país, una propuesta concreta además del «fin de este régimen» porque eso no va a pasar de la noche a la mañana y si pasara, no significa que será mejor lo próximo porque no podemos poner nuestras esperanzas en un cambio de gobierno sino en nosotros, en la gente, en la calle, en el día a día. Es eso lo que hay que cambiar para que un gobierno pueda trabajar saneando las instituciones. Hemos estado demasiado tiempo venerando unos con amor y otros con odio a un sólo hombre y quizás se nos ha olvidado una cosa importantísima: Un país es un trabajo de todos.

Giulio Vita
@elreytuqueque
#YoEstoyHarto

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