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Venezuela: La Cultura Malandra en contra de La Civilidad (modificado)

malandros

Una agarra y le da vueltas, y vueltas, y hay varias lecturas. Ya tan bien dichas, tan explicadas.

Para no llover sobre mojado, y dar una perspectiva diferente, lo que veo, o he visto, pero que ahora proceso de la situación venezolana es otra guerra que se suma:

Sería una guerra de La Cultura Malandra versus La Civilidad

Es muy antigua en Venezuela (en el mundo) la cultura Malandra. La civilidad se fue abriendo camino lentamente, a través del estudio, y del ejercicio que conlleva a entender de qué se trata la vida, la vida aceptable, la vida normal: el respeto y la tolerancia. El santo grial de la modernidad.

El hecho es que no sólo ha sido la era chavista el momento cumbre de la división de clases en Venezuela, también el resentimiento, el racismo, el clasismo y el miedo han sido los motores de la “revolución bolivariana”. Lo que se creían reivindicaciones, lo que se creía justicia, lo que se creía cambio no ha sido más que espectáculo para las masas, burrundanga pareja, repetición de la historia, maximización del populismo:

Un mejor lugar para robar y destruir a costa del bienestar de una sociedad.

No es Venezuela un país en vías de desarrollo, ni un país independiente, ni un país productivo, ni mucho menos país progresista o justo… Venezuela es totalmente todo lo contrario a esa descripción.

No es una opinión, para eso están los números de la inflación y los asesinatos, de la escasez y la improductividad.

¿Cuáles son las fuerzas que gobiernan a ese supuesto país rico (que en realidad es pobre), a esa república bananera donde hay un ministerio de la felicidad y matan a la gente como moscas?

Dos centavos:

La Cultura Malandra la describe, aterradoramente, Áxel Capriles en este párrafo:

“El malandro dejó de ser un delincuente curtido en la violencia de los barrios marginales para convertirse en una figura central y referencial de la cultura venezolana. Ya no es el joven agresivo, volado en crack, con una Smith & Wesson en la mano, el miembro de la banda los plateados o los morados que se impone y domina un territorio, sino un paradigma cultural alimentado y reforzado desde el poder. Más que un ser individual, es un prototipo conformado por una manera de hablar, un estilo retórico, una gestualidad, una relación con las normas, una forma de vivir y de concebir la sociedad. Es un estereotipo convertido en protagonista de un mito de agresión. La forma de vida de la violencia delincuencial, como la denomina el padre Moreno en su libro Y salimos a matar gente, se ha convertido en una imagen archivada en la memoria colectiva como marca de una particular idiosincrasia. El código de ética del malandro: el respeto, la rebeldía, el rechazo a toda norma que implique control, la resistencia a asumir la responsabilidad de los actos, no aceptar nada que pueda ser sentido como sometimiento, la sucesión de presentes desconectados en el tiempo, forman un código aceptado de irreverencia y prácticas de violencia.”

Pero digamos que esos, “colectivos”, que en realidad son malandros organizados por y para el gobierno, y que así todos ellos no sean “contratados” por el gobierno, hay algo que los amalgama y los nuclea alrededor de un hecho:

La nomenclatura chavista los empodera, los ha sumado, tácitamente, a sus filas, los han aceptado y los mantiene en un estado de impunidad que les favorece.

Los malandro, con el chavismo, son reyes y señores del valle y de todo el territorio. Actúan a sus anchas, están cómodos y por supuesto, como buenos dueños de su negocio, quieren preservarlo.

Y por esa razón es que los mal llamados “colectivos”, que no son más que malandros impunes, llegan en sus motos y disparan contra una protesta desarmada, por eso es que le echan plomo a las urbanizaciones, por eso aparecen campantes en actos de procelistismo político, por eso se fortalecen cada vez más…

¿Qué los mueve?

Yo imagino que es algo muy obvio: Si aquí se impone un nuevo orden, que no sea el chavismo («que nos empodera»), lo que viene es un eventual nuevo orden que nos perseguirá, nos pondrá a raya, no estará de nuestro lado.

Es decir, el chavismo, que ha sido la asunción de la Cultura Malandra al poder, terminará, y los que pierden son los malandros, los de cuello blanco (aunque no tanto, porque ellos sacaron su dinero al exterior), los que perderán son los malandros de a pie, la gente que tiene inmovilizada del miedo al resto de los venezolanos que no son malandros, o no roban o secuestran como estilo de vida.

Entonces, los estudiantes, son el enemigo, ellos son los herederos de la civilidad. Una amenaza. Hay que aniquilarlos para que no nos desplacen como poder. Más allá del bien o del mal, más allá de oposición o chavismo, cualquier cosa que huela o sea proveniente de la universidad, o “la clase media”, o el pasado, indistinto de que no sea verdad o no, nos perjudica, y por eso: ¡Plomo!

El chavismo, por supuesto, es parte de la cultura malandra, o a cualquiera que tu veas con el mismo comportamiento de «te jodo, no me importa nada, la ley me es indiferente» son también parte del juego. En Venezuela, la cultura malandra no respetan ni color ni estrato social. Es un mal que toca todos los extremos del país, de punta a punta, de pie a cabeza.

Pero lo que pasa ahora en Venezuela trabaja en dos niveles:

Los intereses ocultos (Cuba), el dinero en juego, y el poder, el narcotráfico, el tráfico de armas, la corrupción más salvaje y grosera. Todo eso, lo de siempre.

Y está entonces, todos los que militan dentro de la cultura malandra, y que obviamente, no quieren ceder el poder.

Ese grupo es pequeño pero roba mucho, son los malandros que nos tienen azotados y los malandros en moto echando plomo a la marcha, y los bolichicos, y sus ancestros, y los corruptos y malandros de la primera, la segunda, la tercera, la cuarta y la quinta república.

A una velocidad vertiginosa, la cultura malandra ha ido ganando espacios más visibles en Venezuela. Ya no sólo es el hampa común, los secuestros, el narcotráfico, el tráfico de armas, la corrupción del estado, de las instituciones. Con el apoyo del chavismo, y desde el poder, la cultura malandra llegó a los puertos, a las líneas áereas, entraron a los museos.

El legado más significativo del chavismo para la cultura malandra venezolana es el surgimiento de la figura del Pran:

Un malandro empoderador y crecido con vitaminas, un súper malandro más potente. Los ditadoszuelos Pranes gobiernan sus reinos carcelarios y las invasiones con mano férrea. En los últimos años hemos visto como estas pequeñas dictaduras se multiplican sin que el gobierno haga absolutamente nada para evitarlo, más bien les apoyan.

Hoy, salen a las calles a defender todo los que han logrado en esta década, pero eventualmente, los pranes querran más poder e irán desplazando el orden político establecido, esos malandros de cuello blanco, lentos, ineficientes y burocráticos.

De eso se trata cuando llegan a las marchas disparando, y disparan a los edificios y entran a las urbanizaciones y disparan contra todo.

Es terrorismo, claro, pero también es la manera de mandar un mensaje a la civilidad:

«Te me quedas quieto, y entras por el aro. Este país nos pertenece y les vamos a echar plomo hasta que lo entiendan»

El chavismo, por supuesto, tiene en ellos un brazo paramilitar que hace el trabajo sucio, ayudados por la guardia nacional.

Y ¿quiénes son los civiles?

Independiente de que sean chavistas u opositores, es la gente honesta.

Ser honesto en un país tan corrupto como Venezuela es una proeza que merece una estatua, plazas, calles y parques.

Es un logro, es una prueba de carácter, ser honesto en Venezuela es una una épica mooderna.

Esa es la única epopeya que se puede lograr en Venezuela: ser honesto.

De eso se trata la civilidad: de dialogar, de aspirar a un país que se reconozca, ni siquiera de primer mundo, aspirar a un país normal.

Mientras la cultura malandra se fortaleza, la civilidad venezolana se debilita, disminuye, se estrecha, se achica. Las universidades se asfixian y las generaciones se desploman. Muchos se han ido, en su legítimo derecho de tener una vida normal, y los que se quedan, los civiles que no tienen armas, entran en un escenario peligroso de indefensión y angustia, de tristeza y frustración, al ver cómo se les niega el derecho a vivir una vida normal, en un país normal.

Los ciudadanos honestos han sido desplazados y ya no caben en la ecuación del poder actual.

Son una traba, una molestia. Los venezolanos honestos son ahora los outsiders, los forasteros, los intrusos, los que no participan de la piñata

Entonces, la pregunta es:

¿Por qué los malandros nos tienen que joder y jodernos el futuro?

¿Por qué se nos tiene que imponer La Cultura Malandra?

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