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República Venezolana de Weimar

El caos es cotidiano. No termina de ser asimilable. Devaluar y seguir devaluando es la orden y el inevitable camino. Día a día  se imprime papel moneda no respaldado, es decir, papel juguete, el clásico “Papiermark”. Se imprime sin observarse viabilidad económica en el corto o mediano plazo. Se vive dentro de una burbuja económica, falsa, artificial, donde de una forma irresponsable y demencial no se financia plan alguno de estabilización macroeconómica. El sistema es inauditable. Sabemos que estamos mal, pero tan mal, que es imposible determinar que tanto lo estamos.

«La emisión diaria de nuevo papel moneda, que el Gobierno necesita para cubrir sus necesidades internas y externas, inevitablemente erosiona el poder adquisitivo del marco y conduce a nuevas emisiones, que traen consigo a su vez mayores descensos, y así sucesivamente ad infinitum.» (Joseph Addison, Consejero de la Embajada Británica en Berlín, durante la República de Weimar)

El aumento de la carga fiscal o del precio de la gasolina (un aumento ajustado a la realidad, no ajustado a la realpolitik) amortiguaría levemente este delirio económico, pero no es ni será así; los costos de los productos –y ni hablar de los costos natos de producción- conllevarían a una reducción abismal del poder adquisitivo y del propio valor de la moneda. Obviamente son necesario billetes basura de mayor denominación, pero sencillamente no se imprimen debido al costo político que ello implica.

Supera toda imaginación que un país que en teoría exporta mas de un millón de barriles de petróleo diarios, a mas de cien dólares por barril, sufra una Economía de Guerra o de Post-guerra. Pero es así. Superamos el ranking del asco.

Es evidente la destrucción del aparato industrial nacional, y sumado a que la única forma de subsistir es importando, desde ya se puede avizorar que hasta ello se detendrá en algún momento. Nadie exportará a nuestro país, porque el pobre país pobre no tiene dólares, no tiene activos, no es ni será capaz de pagar o responder el cumplimiento de obligación alguna.

En nuestro estado habitual y cotidiano de cobardía y pillaje político, no vivimos de dinero ni de bienes, ni de producción, ni de exportación-importación, vivimos de ideales basura y de tiempos pasados -algo mejores- y de gastos en una supuesta “inversión social” –que no lo es-, gastos de por sí, efímeros, electoralmente cortoplacistas.

El país débil y la nación idiotizada. Ha muerto el entendimiento. Comeremos «Diálogo».

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