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“Eres mi cachorra”

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Y se preguntarán, y esta de qué habla ahora? Voy de paseo y de pronto encuentro esta joya en una pared… un graffiti del género romántico. Me imagino a la afortunada…. el corazón acelerado, las mariposas en el estómago, la sonrisa inmensa, sonrojada y con sensación de importancia… “Soy una reina”.

Y es que antes, decirte princesa, mi cielo, amor, mi vida, era lo usual. En el graffiti del TQM se pasó al TQQJ (que ya era así como más ordinario, pero válido. En el amor todo vale, no?), pero en la era del Reguetón, las denominaciones son distintas. Perra, perrita, cachorra, diabla, zorra, gata, en mis tiempos (y no de Maria Castaña), varias de ellas un insulto. Ahora, un asunto de status, personalidad, de ser la más popular y victoriosa, cool, y hasta puede ser tierno, y halagador. Sensación de ganadora, pues.

La cachorra me hace pasar directo a pensar en el reguetón. Y es que no se refiere sólo a música (“música”, mejor). Es hablar de toda una sub cultura o el reflejo de nuestra propia degradación moral. Es un movimiento colectivo, es casi una neo-revolución sexual y social. Con un retorno a lo salvaje… al apareamiento brutal. Cuando el instinto de preservación se abre paso. Y la necesidad primaria debe ser satisfecha. Más nada.

Un “género” con una base rítmica simple y pegajosa (el ser humano es rítmico por naturaleza). A lo que luego se incorpora una composición musical simple y una letra cruda y concreta. Es simplemente una danza de “cortejo” tribal. Cuanto más explícitas la letra y el baile, mejor. Todo sexual.

Sus “canciones” pueden emplear un léxico soez imposible de usar en ciertos ambientes (clases, consultas, universidad) pero que siempre es válido en la canción. Lo habitual es papi, mami, fuego, quemar, desnudar, cuerpo, tocar, sentir, cama, colchón, acariciar, sudar, morder, gozar, salvaje…. En fín.

De hecho es simple. Es hablar de sexo con términos callejeros y de forma explícita; todo es válido mientras entre dentro de cada compas rítmico. No tienes ni que cantar. Puedes incluso hablar sobre la pista y ya está. Contratas unas chicas sexys que sepan “perrear” en el video y será un HIT!

Y esto se coló a nuestra vida. Eso es lo que ven y hacen nuestros niños desde los 0 años (ni hablar de la adolescencia cuando las hormonas están en un punto cumbre). Escuchar y absorber todo esto.

Cuando la beba de 2 años mueve la pelvis al ritmo de la música, todos aplauden, a todos les gusta. Y les ponen minis y taconcitos, les pintas las uñas, secan el cabello (o pintan) y se enorgullecen de que parece una “mujercita coqueta”. Pero luego se horrorizan a los 15 años porque está embarazada, ya es madre o tiene una ITS. Se persignan si nombran preservativos en la escuela, si sugieren la vacuna del VPH o si se sugieren métodos anticonceptivos… pero en esta moral tan laxa, se permiten muchas cosas bajo el silencio de los mayores.

Lo cierto es que esto se ha vuelto normal, y esta generación sufre de muchas cosas, además del reguetón.

Lo que se ve ahora es VPH en cada región corporal )no puedo olvidar las imágenes del VPH oral!), VIH cual gripe, embarazos adolescentes o no planificados, droga como agua…. y es que todo vuelve a lo simple. Lo sencillo. Complacer al cuerpo, porque “lo pide”. Más nada.

Toda nuestra ciencia, todo nuestro estudio, para siempre estar luchando contra este animal que llevamos dentro. Que por años se ha combatido socialmente, por la iglesia, por la ley… pero… de alguna u otra forma se desborda. “La naturaleza se abre paso” y la animalidad manda.

Así estamos y seguiremos. Preguntándonos hasta donde llegará y horrorizándonos por el baile desnudo del yate, pero escuchando el reguetón incitante en cada esquina y camionetica…. Y quizá descubriendo que en silencio comnzamos a mover la cabeza bajo la seducción del ritmo.

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