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Dos años sin escribir

Desde hace dos años o poco más, me había impuesto una dieta cuasi espartana en el acto de escribir y durante ese tiempo sólo escribí un artículo, más por una necesidad de sacárlo del pecho que por la práctica y disciplina que requiere el oficio.

Este ayuno autoimpuesto fue una mezcla de ascetismo, catarsis, berrinche y trabajo de tesis (que todavía continúa), intentando mantenerme al margen y obtener respuestas.

Hace dos años o poco más, se me ocurrió escribir la primera vaina seria en mi vida, para enviarlo a un concurso de ensayos, con intenciones de ganar un viaje con todos los gastos pagos a Canadá, a una serie de conferencias sobre el futuro, o mejor dicho, sobre futuras tecnologías y su impacto sobre el mundo. Para sorpresa mía, gané al primer intento.

Fue muy emocionante, divertido, me sentí halagado. Iba a aprender, a conocer ideas innovadoras, iba a conocer a las personas que tenían ideas innovadoras. Me puse arrogante y petulante y durante una semana estuve fuera de mí: “Chamo” – me decía – “Puedes escribir algo que gana un concurso nacional de ensayos”.

Ya cuando la adrenalina pasó y empezó un poco la vergüenza por la manera arrogante en la que me comporté, empecé los trámites y allí empezó a irse todo a la mierda. El primer strike: la visa canadiense fue rechazada por no demostrar con suficiente fuerza que yo no estaba tratando de desertar del país de manera legal, al otro ganador también se la negaron.

Pedimos otra oportunidad con los organizadores y segundo strike: la visa fue rechazada por segunda vez para ambos, mi compañero desistió. Pedí cacao una vez más con los organizadores y aceptaron. Tercer strike: La visa salió, pero demasiado tarde. Salió un día después de la fecha límite, el día que empezaba el congreso. No se podía hacer nada y el esfuerzo fue en vano, a parte que fui golpeado un poco en el orgullo y el bolsillo.

Esto no me desilusionó tanto. Me desilusionó más la actuación de los mismos organizadores del concurso, cuando pedí ayuda para los gastos del papeleo, un reembolso de los trámites de visa. Basta con decir que al final del asunto, me declararon culpable de que nadie viajara ese año al congreso y me dieron un reembolso que sonó a “toma esta vaina y cállate muertodihambre”.

En ese momento empezó mi dieta, porque muchas preguntas surgieron.

Siempre me ha llamado la atención escribir. Desde pequeño me atrae la idea de publicar y que la gente disfrute o critique algo escrito por mí. Tengo una visión casi reverencial hacia los libros. Y entonces conozco a este carajo que organiza el concurso, un tipo que ha escrito libros, un tipo que ha recorrido medio mundo dando conferencias, que ha aparecido en la lista de “¿Quién es quién en el mundo?” de la revista Marquis, este intelectual venezolano que se rebaja a una discusión idiota con un bachiller de la República Bolivariana de Venezuela, por una cuestión de dinero, enviando correos secretos, lanzando comentarios ambiguos, donde no dice que sí, ni tampoco que no, pero igual es tu culpa y al final te insulta. ¿Qué es esto coño?, ¿Cómo es posible que este carajo que se supone tiene un poco más de dos dedos de frente se comporte de manera tan mezquina?, ¿Estoy viendo a un intelectual?, ¿De esto se trata escribir? ¿En convertirse en un snob?, ¿en querer a toda costa tener siempre la razón?

Había leído algunos de sus libros, que de algún modo influyeron en mi formación y me llevaron a interesarme en las circunstancias que hacen que un país se desarrolle. Algunos amigos piensan que perdí un ídolo, pero no, porque no tengo ídolos, solo que lo poco que llegué a interactuar con este carajo me dejó el siguiente sabor amargo en la boca: si esta es la porción pensante de Venezuela, la porción que genera ideas, la porción racional de Venezuela, entonces todo está perdido. Una situación tonta se salió de control, por inmadurez de parte y parte. ¿Que pensé que eran los intelectuales? son un grupo de personas que se reúnen para darse palmadas en las espaldas y decidir quién es el próximo intelectual que puede unirse al círculo y no hay nadie que aporte una idea que amenace el status quo. Si esto es así ¿Existe la honestidad intelectual?

Vamos. Estaba reacio a escribir, no por no disfrutarlo, sino, que me preocupaba , que dada mi reacción inicial (donde se me insufló una arrogancia), si seguía escribiendo, hubiera terminado, en algún momento, felicitandome, quedando satisfecho, estancando en una idea y defendiendola a capa de espada solo por el hecho de ser mía, que terminara adoptando la actitud que tomaron los organizadores del concurso ante la crítica.

En algún momento recordé una novela de Alessandro Baricco llamada “City” (mas  menos por la pagina 94), donde en cierta parte un personaje habla sobre su “Ensayo sobre la honestidad intelectual” y según otro personaje, se puede resumir su contenido en “Si un ladrón de bancos va a la cárcel ¿Por qué los intelectuales se pasean libremente?” y entre una de sus tesis está: “Los hombres expresan ideas”. Y esto es un problema, porque en el momento que se expresan ideas, habrá un público que querrá intentar saber si la idea es cierta o falsa y el autor tendrá que hacerla más compacta y fuerte para resistir la agresión del público, por lo que no la puede cambiar.

Así que según Baricco la honestidad intelectual no existe. Haces una minería de ideas y cuando consigues un bonita y brillante no la cambias por nada. Te enquistas con esa idea. Y no haces nada más. Para esa época estaba por completo de acuerdo con Baricco.

Me preguntaba ¿Es fácil ser intelectual en Venezuela?. No tengo idea, pero me decanto por pensar que si. No hace falta mucho. Con que te leas un libro al año o menos ya has leído más que el promedio de la población. O buscas una cita, la pones en letras blancas con fondo negro y a un lado en blanco y negro pones la foto del autor y ya puede catalogarse en el imaginario popular como intelectualidad. O alguien se fusila una idea y genera un montón de admiradores porque al fin y al cabo el colectivo no hace ni una mísera búsqueda en google.

Desde que aprendí del culto a la carga, no puedo evitar de ver analogías en todos lados. No es importante el fondo sino la forma, así que en mi facultad, no es tan importante pensar y aprender que es el pensamiento científico, sino parecer científico y andar despeinado como Einstein y cargar para todos lados un libro de física debajo de brazo, no importa si lo leyeras o no.  O cuando se supo de un supuesto estudio afirmando que los  usuarios de tuiter eran más inteligentes que los de facebook y vi una apertura de cuentas impresionante, o cuando me preguntaban “¿Cuál es el libro más raro que has leído?”, y se establecían competencias de quién era el hipster lector hablando de libros y diciendo: “Yo leí X, seguro no lo has oído nombrar” yo respondía inmediatamente bastante socarrón: “El Código da Vinci es el libro más raro que he leído chamo, ¿lo has oído nombrar?”.

Y mas papita aún, no hay quien te critique porque la crítica es tabú. No hay debates públicos, porque es sospechosamente parecido a criticar. Lo más cercano que ha visto Venezuela a un debate público y televisado fue esa especie de concurso ¿Quién quiere ser candidato?, que no cumplía con los requisitos para ser calificado de debate y sin embargo ese fue el nombre que le dieron. Los programas de televisión son oligofrénicos, las conclusiones de cualquier tema son simplistas, las respuestas a los problemas son ineficientes, tontas y negligentes.

¿Tenemos un culto a la carga de la intelectualidad? Me preocupa pensar que si. No tienes que ser buen científico, sino ser “scientific-like”, no hay que escribir bien, sino ser “escritor-like” y no tienes que leer muchos libros o más aún entenderlos y luego decir, aparentar que lees mucho.

Después de mucho pensar y leer me di cuenta de lo obvio. En primer lugar me di cuenta que no soy el único desadaptado que hay y en segundo que me estaba tomando demasiado en serio.

Mi dieta se terminó, porque no voy a escribir pensando en que me volveré un snob. Dejé el locus de control externo a parte y volví a la razón original y es escribir por el disfrute de hacerlo y si a álguien le parece interesante lo que escribo, bienvenido sea.

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