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La hambruna de 1912 y las ánimas de Guasare. Por Jaime Laffaille.

Quisiera compartir un texto, que trata sobre el origen de un culto, en este caso a las ánimas de Guasare y de la hambruna que ocurrió en la península de Paraguaná, en el año 1912. El texto es largo, así que pondré un trozo y si les llama la atención, pueden seguirlo leyendo de su fuente original.
Escrito por el Prof. Jaime Laffaille de la facultad de ciencias de la Universidad de los Andes, publicado originalmente en este link, con permiso de él lo comparto.

Trozo del texto a continuación.

Hace ya muchos años, ocurrió en la Península de Paraguaná, que en lengua de los Aborígenes Caquetíos  significa “Huerta en Medio de las Olas” (figura 1a), una sequía en la que murieron cientos, o quizás miles de personas. Desde finales de 1911 hasta bien avanzado 1912 se desarrolló en esa región un desastre en cámara lenta que ha permanecido escondido de la historia y la memoria de los venezolanos por diversas razones, algunas de las cuales queremos discutir en este notisismo intentando acercarnos a lo ocurrido desde diferentes puntos de vista. Con relación a  lo que pasó en ese entonces existe tradición oral, algunos escritos aislados y testigos indirectos como hijos y nietos de los afectados por esta sequía, generalmente dispuestos a compartir aspectos de sus memorias familiares relacionadas con ese desastre. Así mismo, cultos como el de “Las Ánimas de Guasare” (figura 1b) y a otras ánimas (almas de personas que fallecieron mientras intentaban escapar de la hambruna), cuyos santuarios están localizados en diferentes lugares geográficos de Paraguaná, permiten al investigador interesado una primera aproximación al desastre de 1912 y su extensión.

Figura 1: (a) imagen satelital de la Península de Paraguaná, indicando algunos de los lugares mencionados en este notisismo. (b) Interior de la capilla de las Ánimas de Guasare.

Según el escritor Eudes Navas, el culto a las Ánimas de Guasare se inició años después de 1912, probablemente hacia 1940, cuando una persona que regresaba de pastorear un rebaño de chivos encontró restos de seres humanos, que habían sido desenterrados de entre la arena de los médanos cercanos a Guasare (figura 1a y 2b) por una fuerte brisa. Uno de los habitantes del lugar construyó en el sitio un pequeño túmulo de barro, donde depositó los huesos para darles cristiana sepultura. Se corrió la voz del descubrimiento y no pasó mucho tiempo antes de que se comenzara a relacionar los huesos encontrados en la región de los médanos con restos de algunos de los que fallecieron huyendo de la sequía y la hambruna del año 12: tampoco pasó mucho tiempo antes de que comenzara a atribuírseles algunos hechos milagrosos. Según la tradición oral y varios documentos, algunos de los cuales se pueden leer directamente en la capilla de Guasare (ver figura 1b), los habitantes de la región comenzaron a venerar a estas personas, que sufrieron una muerte dramática, para solicitarles favores, milagros o su intervención ante una divinidad o santo especial (figura 1b) para que intercedan por los seres vivos que las veneran.  En el año 2006 se colocó una placa en la entrada de la capilla donde se lee “…en homenaje a quienes fallecieron por la intensa sequía y hambruna que azotó a Paraguaná en 1912. Vale destacar que en diversos documentos en las paredes de la capilla se menciona que los tres seres humanos allí encontrados eran absolutamente desconocidos, nadie les reclamó nunca y su defunción no figura en acta alguna.

Figura 2: (2a) una imagen de Felipe (cortesía de la Maestra Alba González), hijo de Ignacia Sánchez, uno de los migrantes que logró rehacer su vida en la sierra falconiana (Oswaldo González, referencia personal), “luego de una extenuante travesía tomado de la mano de su mamá en 1905”. (2b) un segmento de la antigua carretera Coro-Paraguaná, devorada por los “Médanos de Coro”, posible trampa mortal para aquellos migrantes que no conocían algún camino que los guiara lejos de esas arenas intransitables.

Un aporte documental que sustenta la mención hecha en la placa del 2006, y que además es un llamado de atención sobre la dimensión real de La Hambruna del Año 12,  lo constituye el resultado de la revisión de 24 actas de defunción de un pueblo llamado Moruy (figura 1a), correspondientes a 1912, las cuales reflejan 25 muertes por hambre y 35 por otras causas (Blanco, 2010).  El inicio de aquella sequía se ubica un tiempo antes de 1912, probablemente en el año de 1905 (figura 2a) y es casi un consenso, en los relatos que se lograron compilar para este notisismo, que ocurrió en dos periodos: una primera sequía entre los años 1905 y 1906, seguida cinco años más tarde por un evento mayor los años de 1911 a 1912, alcanzando su mayor intensidad en 1912. De acuerdo a esos relatos, a medida que transcurría el segundo semestre del año de 1911, las lluvias se hacían más y más escasas, agotándose todas las fuentes de agua, los reservorios naturales, los aljibes e incluso el agua de las tinajas y jagüeyes: ya para 1912 Paraguaná era un territorio totalmente seco.

La situación se tornó realmente desesperante porque casi no quedaba ninguna planta viva en la región, la mayoría de los animales había muerto de sed y una plaga de langostas (De Lima, 2001), posiblemente transportadas por fuertes corrientes de viento seco que asolaron la península ese año, terminó con la poca vegetación que aún sobrevivía: es así que 1912 es recordado como “el año de la hambruna”. Se trataron de establecer algunas ayudas desde Coro, la capital del estado Falcón, desde donde traían agua potable en barriles a lomo de bestias. Pero los recursos se fueron agotando y encareciendo, por diversas circunstancias, y las personas “pudientes” se vieron en la necesidad de alimentarse con enlatados, agua y otros productos que eran traficados en embarcaciones que venían desde la isla de Aruba: mientras tanto los más pobres bebían y comían lo que podían, hasta que la angustia, el miedo y la desesperación hizo presa de ellos empujándolos a intentar migrar hacia la ciudad de Coro y los poblados de la sierra de Falcón, así como también hacia los pueblos pesqueros de la misma península (por ej., Adícora y Los Taques), caminando por senderos agrestes, desérticos y desconocidos para ellos (figura 2b), recorriendo en muchos casos distancias superiores a los setenta kilómetros, incluyendo la travesía a lo largo del istmo de la península de Paraguaná y sus Médanos (figura 1a y 2b).

Los migrantes fueron tantos que un pequeño caserío que se llamaba “Paso del Medio” en la Sierra de San Luis (figura 1a), se convirtió en “Pueblo Nuevo de la Sierra” al recibir a varias familias desplazadas en ese entonces. Al igual que Pueblo Nuevo de la Sierra, diversos lugares de la Sierra de San Luis (ver figura 1a), pueblos como Churuguara, Santa Cruz de Bucaral y muchos más, albergan a algunos de los descendientes de estos emigrantes de la Península de Paraguaná, lugares en los que también se conservan relatos de lo ocurrido, trasmitidos de una generación a otra gracias a los “recuerdos” de sobrevivientes de esa terrible experiencia. Por ejemplo, cuenta el Sr. Domingo Rangel (Churuguara) que su bisabuela se vino a comienzos de 1912 con su familia desde Paraguaná, siguiendo un sendero llamado “Camino de Los Arrieros”, el cual conocían desde que eran niños y ella le contaba que “los campos cercanos parecían cementerios a cielo abierto”. Comentarios similares son recurrentes en varios relatos y en textos de diversos autores refiriéndose a diferentes lugares de Paraguaná, como por ejemplo (Blanco, 2010): “Según Monche Higuera el tramo del camino hasta Tacuato es un cementerio“.

 

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