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Winston Vallenilla como Síntoma de la Debacle

Wiston-Vallenilla
En tiempos de guerra, los perdedores se cambiaban de chaqueta para salvar el pellejo y no morir decapitados ante los ganadores. Así reza la leyenda. Había una extraña forma de astucia y dignidad en todo ello.
Hoy la tradición perdura, pero sin la credibilidad y el aura mística de antaño.
A falta de confrontación bélica, el salto de talanquera devino en una infausta característica de la demagogia criolla, desde la época del bipartidismo hasta la actualidad, cuando la encarna Winston Vallenilla, quien recibe la inquisición pública de las redes sociales por su decisión oportunista.
Yo le respeto su derecho a trabajar y a existir. Tampoco creo necesario insultarlo.
Según el propio Teodoro, solo los idiotas no cambian de opinión. Por tanto, Winston puede tomar cualquier decisión personal, sin la necesidad de ser lastimado u ofendido. Aunque de igual modo, le toca responder a la opinión pública por su falta de coherencia.
Es sospechosa su salida del closet, de un día para otro. También resulta peculiar el contexto, el diez de enero en una toma de posesión fantasma.
Pareciera como si alguien lo estuviese utilizando y él se dejará utilizar por interés.
Más triste e hipócrita es su denuncia contra RCTV, después de haberla aprovechado como plataforma de lanzamiento de su imagen.
Le debe mucho de su carrera al canal 2. Si le tiras a la familia, pues te arruinas.
En adelante, yo le exigiría asumir la consecuencia de sus actos.
Lo quiero ver rodilla en tierra y comprometido con el socialismo del siglo XXI, al margen de su estilo de vida de rico y famoso.
Cero carros de lujo y pinta de víctima del consumo.
Al final, todo es una pantomima, un ejemplo concreto del boliburgues mediático.
Luego se arrepentirá y pedirá excusas. El noble pueblo lo perdonará.
Para mi, es el símbolo de la conversión de la política chavista en un show de Sábado Sensacional. Necesitaban al máximo de los conductores del circo y lo obtuvieron, a cambio de nada.
Nuestros ídolos con pies de barro, caen así de fácil, como mercenarios y publicistas del vacío.
La desaparición del dueño del espectáculo, lo exige y demanda. La charada parece destinada a extinguirse por muerta lenta. Por lo pronto, sintonice sus capítulos cumbres por televisión.
Mal anda el proceso si depende de figuras como el caballero de los concursos de la farándula y el materialismo histérico.
Se quitaron la careta.
La revolución, si acaso, es como una edición sandalista e izquierdosa de «La Guerra de los Sexos».

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