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Golpe de Estado en Paraguay


No soy particularmente fanático del presidente Lugo, sobre todo por sus escándalos de parternidad, donde quedó en claro su doble moral.
Sin embargo, estoy lejos de celebrar su actual defenestración por parte del partido Colorado, en una suerte de golpe de estado parlamentario al estilo de Honduras.
24 horas de arbitrariedades en violación de la carta de la OEA y al margen del derecho internacional.
Ya habrá tiempo de analizarlo en frío. Por desgracia, la celeridad del trámite evidencia el oportunismo detrás de la jugada.
Se le acusa por una matanza de campesinos y policías, todavía en proceso de investigación.
Al parecer hubo intervención de francotiradores infiltrados para avivar la llama de la violencia entre fuerzas del orden e invasores.
El resultado es una tragedia aprovechada e instrumentalizada para sacar en juicio express al mandatario, a través de un simulacro legal, medio kafkiano y absurdo, con veredicto anticipado.
Lástima porque la propaganda interna se vale de la noticia para alimentar la campaña de lado y lado, según la lógica bipolar y maniquea de buenos contra malos.
Por razones peores, jamás expulsaron a los dictadores de Centroamérica y el Cono Sur. Tampoco a los gorilas del tercer mundo aliados al eje del poder global. Menos a los responsables de los desastres de Vietnam, Irak y Afganistán.
Paraguay va por el camino errado.
Será un efecto boomerang y lo convertirán en el nuevo mártir y víctima del continente, de la izquierda caviar.
Lo mejor es apostar a la democracia y a la decisión electoral.
Lo de hoy es un parapeto y una farsa. Aunque suene duro.
Ni hablar del nombre del nuevo jefe del estado: Federico Franco. Aterrador por el recuerdo de su apellido.
Perfecto pote humo para el chavismo.
Un tremendo show.
Evento reaccionario de un pasado lúgubre enquistado en el presente de América Latina.

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