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En la caza del pez que escupe el agua: una mirada a destiempo de Venezuela. Francisco Herrera Luque.

Herrera Luque es uno de esos escritores enigmáticos, no solo por la importancia y debate que reflejó su extensa obra literaria y científica, sino también, por su perfil de profesión. Su rol de Médico y posteriormente de siquiatra, como también la del profesor Universitario y diplomático, le dieron esa integridad humanística que contrapesada con su habilidad para la literatura fraguada en el transcurrir de los años, lo convirtieron, sin duda alguna, en uno de los escritores venezolanos más importantes de la literatura contemporánea.

Para este gran escritor el estudio de la historia venezolana, entrañaba una profunda revisión crítica de la realidad socio-cultural de nuestro país. Su intención fue mostrarnos que la historia venezolana, esa historia que solo recordamos a través de las hazañas y grandezas de nuestros héroes patrios en la independencia, no ha sido, precisamente, lo que conocemos hasta hoy, esos potentados hombres que emergen prácticamente como deidades impolutas, Luque los retrata como seres imperfectos, plagados de miedos, inseguridades y aciertos.

Nuestra historia ha sido una historia silenciada, manipulada, y acomedida a las diferentes circunstancias políticas que vienen transitando durante nuestro devenir temporal. He allí la importancia que le atribuye a la labor del historiador; en sus palabras:La historia es para un pueblo lo que la memoria para un hombre: fuente de experiencia, fundamento de legislar, comprensión del presente, atalaya del futuro. Por ello ha de ser verás, valiente y justo quien la escriba”.

II

Fundamento de la obra

En la casa del pez que escupe el Agua retrata sesenta años de la historia Venezolana (1875-1935), utilizando el título como una metáfora expresada en el arquetipo de la familia Machado, una estirpe heredera del mantuanaje caraqueño que durante cuatro generaciones lograron mantener su posicionamiento social y político, cumpliendo el difícil papel de mantenerse como ministros durante los distintos cambios de gobiernos.

El código de esta familia era mantener los privilegios del poder, y eso implicaba vivir a las sombras del político de turno, y dejar el trabajo de tejer las riendas de la historia a los caudillos y dictadores que uno tras otro se sucedían el poder en una Venezuela sumida en las montoneras y la anarquía.

La historia ronda centralmente en la figura de Juan Vicente Gómez el Sátrapa Caribeño que gobernó a Venezuela desde (1908-1935). Andino, proveniente del Táchira (la Mulera) el dictador fue en Venezuela para 1899 un hombre prácticamente desconocido ya para 1935 en el lecho de su muerte, se había convertido en el amo y señor del país.

La aventura comienza cuando Gómez convencido por los delirios de su compadre Cipriano Castro se embarcan juntos a la vida de la lucha armada con la intención de que los Andinos tomaran el poder político de una Venezuela plagada en rivalidades de castas, diferencias sociales y económicas e indiferencia política de las elites gobernantes (Caraqueña y Valenciana) para con los Andes y otros territorios del interior. El autor maneja con audacia, la relación que mantuvieron los compadres antes y durante su permanencia en el poder.

Un Castro con espíritu de nacionalista y ladinos discursos patriotas lograba perfilarse poco a poco como el hombre necesario para Venezuela, tarea que no pudo cumplir debido a sus desafueros personales y su equivocada política administrativa para con la nación.

Más tarde, debido a su descontrolada afición al licor y a las mujeres, su salud se deterioro, contrayendo una enfermedad prostática, fístula colónica-vesical1 por lo que el cabito tuvo que acudir a operarse al exterior debido a la gravedad de su enfermedad. Mientras tanto, la personalidad de Gómez va sufriendo algunos cambios al observar la situación de su compadre y el país.

Tal como refiere el autor, no es lo mismo, comparar al Gómez recién llegado de las montañas, el hacendado de la mulera, el comerciante de ganado, un hombre de una inteligencia limitada, lacónico, y bastante reservado, con el hombre que se convertiría después de 27 años en el poder, en el Gendarme Necesario, en el Luis XI, tal como lo refiere Ramón J Velásquez “aquel rey Galo, que a fuerza de bellaquerías, como lo reprochaba el sentir medieval; de crueldades y despojos, hizo de la Francia de entonces, de un mosaico anárquico de señores feudales, un país unido, fuerte y vigoroso2

De tal manera, durante la travesía literaria que Pancho Luque, le ofrece al lector durante 713 páginas seccionadas en siete épocas, cargadas de todas las vicisitudes del periodo, que al mismo tiempo, se extrapolan en la intemporalidad por la capacidad filosófica y el poder creativo del autor hasta nuestro tiempo jugando con un mundo de experiencias y circunstancias históricas que se manifiestan y perciben en diferentes matices en la Venezuela contemporánea.

Valiéndose de un recurso humorístico ejemplar y su capacidad de siquiatra para adentrarse en las personalidades de cada uno de los protagonistas reales y ficticios que hacen vida durante toda la trama de la historia, hace interactuar los personajes inverosímiles con las estructuras ficticias de sus historias con los hechos y personajes propiamente históricos sin perder objetividad investigativa debido a su método de abordaje histórico la historia fabulada la que él mismo define: “la historia verídica, fabulada y verosímil de Venezuela”.

En este punto el autor, fue un perfeccionista en la elaboración de sus personajes, cuidando cada detalle que diferenciaba a cada uno de sus protagonistas sin mostrar debilidades durante el desarrollo de los diálogos y capítulos del libro. Además de mostrarnos una capacidad gramatical increíble, adecuándose a los coloquios de la época, tanto por mérito personal como por los equipos editoriales que se encargaban de pulir los detalles estilísticos de su trabajo.

El autor afirmó, que la participación de Gómez  en la política de Venezuela fue fundamental, más allá de ese lado oscuro y mortífero que le atribuían sus detractores, en especial los futuros precursores de la democracia venezolana como lo fueron la generación del 28. El tirano liberal tal como lo definió Manuel Caballero, se adaptó de acuerdo a unas estructuras y dinámicas socio-históricas que exigían la aparición de un hombre fuerte, déspota y centralizador, pero en realidad, esa no fue la única faceta del personaje ya que el Chácharo de la Mulera3 como le llamaban despectivamente las familias centrales, tuvo una fuerte disposición para escuchar  ideas modernizantes, además de rodearse de los intelectuales más granados de la época como Laureano Vallenilla Lanz, Teresa de la Parra, Juan Pietri, Pedro Manuel Arcaya, Gil Fortoul, la misma familia machado, con sus asesores y ministros.

El Benemérito fue el gobernante que más allá de sus contradicciones, sentó las bases para la posterior aparición del Estado Venezolano, erradicó la estructura caudillista que campeaba por casi toda Venezuela, además que logró sanear las arcas del Estado y pagar la deuda externa que el país mantenía desde la época de Guzmán. Venezuela parecía ajustarse para la ocasión a esa frase del libertador que decía: “Nuestro mundo es un gran mundo de locos que anda buscando un loquero4 “y Gómez sin duda, encajó en el traje del loquero en un país sumido en la absoluta anarquía.

III

La mirada a destiempo de Venezuela

La historia que no se proyecte en el futuro no puede ser historia. La obra de Herrera Luque penetra con una capacidad trepidante, la historia socio-política y psicológica de la Venezuela contemporánea. Apelando siempre al pasado para tratar de hurgar en nuestras raíces hereditarias las diferentes conductas que vienen manteniéndose tradicionalmente durante cientos de años con ciertos cambios pero que en el fondo son las mismas.

Ya sea desde perspectivas genéticas, o, sociológicas que nos hagan ser lo que somos, Luque fue un venezolano que comprendió muy bien la mentalidad de sus coterráneos, manifestando en sus distintas obras, las conjeturas desarrolladas durante tantos años de investigación histórica y estudios psiquiátricos, que le permitieron desarrollar con esa hábil maestría, la diferentes facetas de la historia de Venezuela con sus personajes contradictorios, sus paisajes bravíos y esa historia de la cual, tenemos el deber de reescribirla nosotros mismos que somos sus actores más importantes.

La evocación de sus personajes trabajados con excelsa pulcritud, se manifiestan como arquetipos de nuestros personajes históricos actuales, puedo imaginar a hombres y mujeres de la familia machado, cuyo leitmotiv fue durante generación en generación permanecer serviles bajo las sombras del poder en turno, sin importar, si el poder en cuestión, fuera personificado por un gobierno de hombres, justos, honestos, con amor hacia la patria; los Machado me evocan a un Alí Rodríguez Araque, viejo mercenario de la política, o a un Jorge Giordani sobreviviente de muchas batallas, que generación tras generación logran permanecer ante los avatares de la historia, por su condición de titiriteros de la política y muchos otros más, que como ellos, se alimentan como sanguijuelas detrás del poder.

Nuestros males no solamente se encuentran en nuestros gobernantes; ellos son solo una imagen reflejada en un espejo de lo que somos los venezolanos socialmente; es decir, Chávez no  fue más que un producto circunstancial dentro de nuestra vasta historia de caudillos y líderes populistas, debido al deterioro de las estructuras democráticas, alberga en su personalidad mucha similitud con Castro por ejemplo. Castro evocaba sus epopeyas de la montaña, sus discursos, sus ideas, su influencia, siempre haciéndose imagen en la figura de Bolívar, hasta el punto de convertir el pensamiento del Libertador, hombre poco comprendido en Venezuela como muchos, en una pantomima, una ópera bufa, una arenga que apelaba las pasiones.

Esta nueva revolución, bajo la figura de su principal caudillo, quiere mostrarnos un rostro similar convirtiendo el pensamiento del libertador en su obra de teatro particular, silenciando cada vez más, nuestra verdadera historia como país. También podemos observar esos visos de autócrata y de positivismo histórico que banalizan toda nuestra historia patria, proponiéndonos desesperanza y caos si la figura del único salvador, de ese líder, llegase a faltarle a la Nación.

No estaré muy seguro, pero hay tanta similitud en estos casos, que al parecer el máximo peligro que tiene nuestro actual presidente; es, él mismo. Tal y como sucedió con Castro por sus excesos y, por la enfermedad que acabo con la vida del Benemérito un 17 de diciembre de 1935.

Referencias

1-        Para una mayor ilustración sobre este tema consultar este artículo: Cuando las enfermedades urológicas cambiaron la historia de un país. Venezuela: Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez. En: http://vitae.ucv.ve/index_pdf.php?module=articulo_pdf&n=4010&rv=89

2-        Luque. F. Bolívar en carne y hueso y otros ensayos. 2005 editorial Alfaguara, pág. 55

3-        Cerdo salvaje de los Andes. Término despectivo utilizado por los centrales para designar a los Andinos.

4-        Frase del libertador véase en: Luque. F. La caza del pez que escupe el agua. 2002 editorial Santillana, pág. 649

 

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