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El Triste Día de la Mujer de Leiqui Uriana


Toda nuestra solidaridad con Leiqui Uriana, directora de cine venezolana humillada y vejada por su condición femenina, étnica, social y cultural por parte de los sádicos funcionarios de la Guardia Nacional en el aeropuerto de Maiquetía, viejo y nuevo terminal del infierno, donde te someten a las peores violaciones de los derechos humanos, por solo parecer distinto, diferente o no portar un carnet de chivo pesadote.
A los magnates del proceso, cargados de valijas de dólares, sí los dejan pasar como perros por su casa. A los ladrones de cuello, también. Los corruptos reciben trato preferencial.
Los narcotraficantes de verdad son atendidos a cuerpo de rey, por la comitiva de bienvenida de la susodicha aduana. Si eres de la oposición, pues prepárate para la sorpresita. Hasta te graban y te sacan por «Zurda Konducta». El Gran Hermano te vigila, te controla y te reprime por miedo a la disidencia, a la resistencia.
En el fondo, los de la Guardia Nacional solo cumplen órdenes superiores, para aterrorizar al pueblo y crear pánico en la población. Es su terapia de choque y la aplican con una saña propia de un manual de la CIA. ¿Recuerdan «Camino a Guantánamo» y «Taxi to The Dark Side»?
Ustedes en la revolución hablan de Abu Grahib y se llenan la boca transmitiendo el documental de denuncia de Errol Morris, «Standard operating procedure». Irónicamente, ponen en práctica sus métodos de tortura con el colectivo supuestamente defendido y reinvidicado por su carta magna.
La constitución es bien estricta al respecto. Nadie debe ser subestimado por su color de piel y por su imagen corporal.
Las mujeres y los miembros de las tribus aborígenes, constituyen un colectivo a dignificar. En Leiqui Uriana se unen ambos principios, pero aun así, sufrió las consecuencias de la policía del pensamiento uniformada en los cuarteles.
Ella iba de viaje para abogar por su proyecto, «Ser un Ser Humano”. Lamentablemente, topó con la deshumanización de las fuerzas armadas, de su país, de su contexto, en la víspera de la celebración del día de la mujer. Su caso es, por desgracia, la punta de un iceberg. Por fortuna, su noticia hace tambalear los cimientos del Titanic del aeropuerto de Maiquetia.
En efecto, somos optimistas a pesar de las circunstancias de la realidad. Desde aquí abogamos y clamamos por justicia. Semejante delito no puede quedar impune. Exigimos todo el peso de la ley para los culpables del trágico evento.
Antes comentábamos las paradojas de la celebración del día de la mujer. Ahora confirmamos las sospechas. En el futuro inmediato, lo recordaremos como un pasado siniestro ya superado. Es el destino de los dinosaurios. Condenados a desaparecer.
En suma, hay una enorme doble moral en el seno del gobierno, de la ciudad podrida. Ya lo dijo Onechot y por poco no sobrevive para contarla.
Aquí le declararon la guerra a la alteridad. Y el hampa con el moño suelto.
Es hora de apostar por el escenario inverso.
Nos lo merecemos.
Por la libertad de expresión y circulación.
¿Cuál será la excusa?¿La colega se lo buscó?¿Culpa de ella?
No inventen, carceleros infames.

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