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Autobiografía de Nicolae Ceausescu: Retrato descarnado de la Tiranía de la Comunicación Socialista


Auge y caída del líder comunista de la república socialista de Rumania. Film documental con ecos del pasado y el presente. Sintetiza el fracaso del experimento marxista en los países de la Europa del Este, después del desplome del telón de acero.
A su vez, el largometraje anticipa el actual escenario de convulsión del medio oriente, producto de las necesidades democráticas del ciudadano común y de los empeños continuistas de la clase dirigente.
El gran valor de la pieza de no ficción, radica en su inteligente uso del material de archivo grabado por el tirano para el lucimiento de su ego, a través de su campaña permanente de propaganda. De ahí su irónico título, “Autobiografía de Nicolae Ceausescu”.
El principal mérito del director, Andrei Ujica, reside en su forma de combinar y montar el “found footage” del déspota para construir algo cercano a un relato de suspenso, a la crónica de una muerte anunciada, protagonizada por una víctima de su onanismo y narcisismo mediático. Cualquier parecido con la figura del presidente de Venezuela, no es mera coincidencia.
En tal sentido, el realizador hizo en conjunto con Harun Farocki, “Videogramas de una revolución», cuyo argumento es resumido así por la página de FilmAffinity: “La caida del dictador Ceaucescu vista a través de grabaciones particulares y transmisiones en vivo de la televisión rumana. El seguimiento mediatico de la insurgencia popular sirve como muestra para un análisis de los mecanismos de construcción de un discurso audiovisual. En contraste con la diversidad de testimonios filmicos, la mirada oficial denuncia sus propios artificios, sus métodos de edición de la imagen adecuados a los intereses y la circunstancia.”
De igual modo, “Autobiografía de Nicolae Ceausescu” prosigue con las investigaciones del autor sobre las razones de la bancarrota moral y económica del modelo de país instaurado por sus antepasados, bajo la égida del bloque soviético.
Las causas y las consecuencias quedan claras a lo largo de los exhaustivos 180 minutos del ambicioso retrato audiovisual. Inédito en la historia. Podría compararlo, quizás, con el estupendo ejercicio de estilo de Manuel de Pedro en “Juan Vicente Gómez y su Época”, fruto también de la revisión contemporánea del metraje encontrado filmado por los esbirros del benemérito para su estricto encumbramiento. La paradoja del procedimiento es feroz.
Los autócratas gastan millones del erario público, para glorificar su iconografía privada, individual, de cara a ser inmortalizados en presente y a futuro.
Así, la corrupción de estado se naturaliza como práctica habitual del mandamás de turno, para darle un sistema de legitimación a su eterno conflicto de intereses.
Con el transcurso de las décadas, las miles de horas de cinta y celuloide impresas con el rostro del caudillo, acaban por tejerle una soga al cuello y condenarlo como un hombre aislado y egoísta, carente de afecto, ante los ojos críticos de las generaciones de relevo.
En su debido instante, dicha contradicción fue estudiada por Jay Rosenblatt en la magnífica comedia del horror, “Human Remains”, consagrada a exponer la tesis de la banalidad de mal formulada por Hannah Arendt.
“Human Remains” desnudaba las rutinas absurdas y frívolas de cinco genocidas de su pueblo: Adolf Hitler, Benito Mussolini, Joseph Stalin, Francisco Franco y Mao Tse Tung, quienes comentan sus preferencias y debilidades mientras contemplamos sus aparentemente inofensivas vidas sociales.
El humor negro estriba en conocer sus expedientes y en lo omitido por sus testimonios de vida. Entonces comprendemos la inanidad escondida detrás de la fábrica del holocausto.
No eran tipos lúcidos y brillantes, héroes de la mitología kistch. Apenas daban el papel para engrosar una curiosa galería de sátrapas autoindulgentes. La poesía de la venganza de los oprimidos, encontraba un camino para resurgir de sus cenizas, tras el dolor y el martirio de Auschwitz-Birkenau.
Mutatis mutandis, “Autobiografía de Nicolae Ceausescu” le devuelve el protagonismo al funcionario gris, para desarmarlo en su insólita y hasta conmovedora soledad.
Nicolae Ceausescu se inflige su propio castigo y escarmiento al cometer el error de eternizarse en el cuarto poder, con el defecto de convertir su intimidad en un programa de Gran Hermano.
Presagio de la distopía de “1984” en el 2012 y de la entronización del género del reality show. Dura lección para los consumidores y clientes de Facebook y de la second life.
Verbigracia, las evidencias de la progresiva descomposición de Nicolae Ceausescu frente a las cámaras, guardan notable correspondencia con las postales macabras y las galerías del materialismo histérico de la boliburguesía caraqueña, en pleno alarde de su fortuna recién adquirida y mal habida. El parentesco con Rosines y compañía, es elocuente y alarmante.
Prometieron cosechar la bonanza y repartirla equitativamente. En realidad cosecharon miseria a costa de la pobreza de la clase obrera. En adelante, administrarían con celo de banquero codicioso, su riqueza ganada con el sudor de su gente. Tumbaron a la oligarquía para establecer una distinta, pero rojo rojita.
Por su lado, la autobiografía de Nicolae Ceausescu lo muestra en sus pavosas, improvisadas y aburridas alocuciones en cadena, apoyado por su rebaño de focas en un congreso monocolor.
El Rey camina entre ellos, desprovisto de atributos y bondades, pero prefieren fingir demencia y afianzarlo como el tonto útil, la marioneta y el chivo expiatorio de su mafia de burócratas del Partido oficial.
El héroe trágico de la farsa, recibe a Nixon en su territorio y visita a sus hermanos de la liga de los no alienados. Comparte con los chinos, los rusos y los coreanos del norte. Levantan copas en sus palacios de Dinastía decadente de los Romanov y celebran fiestas colectivas, en aras de reforzar su control de la masa. Dentro de la cursilería de espectáculos de pan y circo, las personas y los ciudadanos pierden su identidad, para fundirse con una muchedumbre uniforme de adoradores del becerro de oro, en la tradición de las paradas fascistas de los nazis para “El Triunfo de la Voluntad” y “Olimpia”.
Los únicos seres con derecho a voz, voto y presencia son los comandantes y jefes de la patria.
Los demás fungen de carne de cañón, precisamente dispuestos en segundo plano como comparsas de los desfiles carnestolendos de la maquinaría de destrucción bélica. Siempre sacan los cañones como forma de amenaza permanente en contra de los disidentes.
En exteriores, Nicolae Ceausescu revela dotes de orador mediocre bendecido por la legitimidad de una audiencia condescendiente. Mecánicamente, abraza y besa a viejitos y niñitos. Estrecha la mano de sus acólitos, por acto reflejo. Su comunicación es plana, hipócrita y deshumanizada.
En interiores, se quita la careta de benefactor, de diente roto, de gran timonel y de hijo ilustrado de Lenin. Disfruta de sus vacaciones de verano en piscinas de lujo, emprende incongruentes y salvajes expediciones de cacería, acribilla a osos en un duelo injusto, fusila a faisanes a diestra y siniestra.
Escenas de una enorme comicidad involuntaria, próximas al imaginario pictórico y expresionista de Goya, Buñuel y Berlanga.
Tipo Fujimori, nuestro Drácula redacta las páginas de su expediente negro a la luz de la compañía de un fotógrafo del pánico, contratado para registrarlo en vivo y directo, cual Montesinos.
La revancha estética de Andrei Ujica se consuma gracias a la ingenua complicidad de los culpables de la masacre de Timisoara.
En efecto, al principio y en el desenlace, Nicolae Ceausescu aparece demacrado, ya detenido por los integrantes de la oposición, de la resistencia. Borracho y todavía ebrio de arrogancia, se declara inocente de los crímenes imputados por el grupo de la fiscalía. En el intermedio, durante un enorme y brutal flash back, conocemos el por qué de su apresamiento y procesamiento.
Bajan los créditos.
Con prudencia y cautela, Andrei Ujica nos abstiene de ser testigos del epílogo de la función macabra. Opta por excluirla de su reflexión. Ya la sabíamos, además.
No vemos la ejecución sumaria de Ceausescu y su esposa. Tampoco es necesaria. Los auténticos creadores saben distinguir el grano de la paja, al extremo de concederle un espacio de dignidad a sus enemigos políticos. Enorme diferencia con la locura del asesinato de Sadam y Gadaffi, explotados por el amarillismo de la red social.
Andrei Ujica no cultiva el sensacionalismo barato. En cambio, es la punta visible de la generación de relevo de la última escuela rumana. Ejemplo para la industria censurada de Venezuela.
Aprendieron las técnicas de montaje de Dziga Vertov, Kuleschov y Eisenstein.
Ahora las aplican y las llevan a la práctica para denunciar las calamidades de la guerra fía.
Enseñanza para nosotros en la actualidad.
La tengo en video.
La pongo a la orden para un cine foro a micrófono abierto, sin estrellas y oradores de orden de por medio.
Vamos a discutirla en igualdad de condiciones.

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