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Garbo, el Espía: La Sorpresa del 15 Festival de Cine Español


La edición número 15 del Festival de Cine Español elevó el listón de la calidad, gracias a una variopinta y apetecible selección de doce títulos, cuyas principales virtudes residen en el hecho de convocar a buena parte de los autores consagrados de la modernidad ibérica, de la segunda y tercera generación de realizadores, a la vanguardia de su tiempo dentro y fuera de la industria, como el caso de Alex De La Iglesia(“Balada Triste de Trompeta”), Rodrigo Cortés(“Buried”), Fernando Trueba(“Chico y Rita”) y Agustí Villaronga(“Pa Negre”).
De igual modo, destaca la inclusión de jóvenes talentos de la madre patria, así como de viejas figuras imprescindibles en la cita anual.
Si acaso, cabe extrañar la presencia de mayor cantidad de representantes de los llamados “invisibles” del campo alternativo, cuyos trabajos siguen siendo soslayados por la curaduría, concentrada alrededor del mainstream o de la “independencia” con apoyo del mercado cultural.
En tal sentido, abogamos por la futura incorporación de directores de la talla de Albert Serra, Isaki Lacuesta(Concha de Oro por “Los Pasos Dobles”), Oliver Laxe, Lluís Galter, Judith Colell, Elena Trapé, el colectivo “Los Hijos”, Virgina García del Pino y hasta del propio baluarte criollo, Andrés Duque, a quien por cuestiones de afinidad patriótica y por respeto a su obra a contracorriente, le debemos una invitación formal para el evento.
No en balde, obtuvo una nominación al Goya por su documental, “Iván Z”, y participó en la competencia del prestigioso Festival de Locarno con su ópera prima de ficción, “Color Perro que Huye”. Atención con él. Es una materia pendiente. No cuesta nada traerlo para acá, con miras a nutrirnos de su experiencia y estrechar lazos de producción entre los dos países. Allí va uno de mis consejos para el 2012.
Aparte, si hilamos fino, cuestionaríamos el desfase de armar la grilla con largometrajes del 2009 y el 2010. Sin embargo, ello se justifica por las difíciles condiciones impuestas en Venezuela para la importación de cintas extranjeras. Por ende, al respecto no hay base para la crítica. Al contrario, solo nos queda reconocer el esfuerzo de celebrar el evento, a pesar de las adversidades del entorno y del momento.
Incluso, es loable el empeño de defender la diversidad de la cartelera, a través de algunas propuestas arriesgadas y experimentales, incluidas en el lado “b” del ciclo. No serán las favoritas del público al principio, pero con el respaldo del boca a boca, lograremos posicionarlas en un lugar meritorio a corto plazo.
De hecho, recibimos como una buena e insólita noticia la programación del estupendo documental, “Garbo: El Espía”, ganador del Goya en su categoría. Fueron atendidas entonces las demandas y reclamos de los incondicionales del género. No cayeron en saco roto, como es costumbre.
A propósito y no por casualidad, el nombre de Isaki Lacuesta destaca en el crédito de guión de “Garbo:El Espía”, fruto de su relevancia e importancia para el desarrollo del espectro de la realidad, mediatizada por la sensibilidad contemporánea.
En efecto, la pieza es una magnífica reflexión audiovisual, a caballo entre el híbrido y la mezcla del lenguaje de no ficción. Incluye tomas de archivo y su montaje intelectual se beneficia de un interesante “found footage”, alusivo al tema de fondo.
Vemos imágenes de clásicos del cine de espías de los años cuarenta y cincuenta, en relación con la vida del singular protagonista, un doble agente de la segunda guerra mundial, condecorado por los aliados y por los Nazis al mismo tiempo, para después acabar sus días en Venezuela, cual metáfora de un héroe anónimo e irónico, reivindicado por la astucia de sus actos, divorciados de la corrección política al uso. Seguro arquetipo del hombre oportunista y caza fortuna, capaz de cambiar el curso de los acontecimientos por un golpe de suerte. Mucho de él, de su sangre picaresca de sabio maestro del disfraz, corre por las venas de nuestro ADN.
El espectador vernáculo lo agradece y ríe al unísono ante las aventuras y desventuras desplegadas por los creadores del ensayo con vocación de guiño autoparódico.
Precisamente, “Garbo: El Espía” sabe explotar el tono esperpéntico y de humor negro del curioso homenajeado, para señalarlo y exponerlo como un espejo donde atisbamos el reflejo de cierto inconsciente colectivo de Hispanoamérica, movido desde la clandestinidad, signado por pasiones encontradas y destinado a salirse con la suya, en provecho de la humanidad. Un Quijote con aires de Sancho.
Según cuenta la leyenda, “Garbo” es el artífice del éxito del desembarco de Normandía , en virtud de su manera de confundir al enemigo con sus informaciones cruzadas de infiltrado al servicio de los dos bandos.
Victoria de la trama de enredo por encima del absurdo de la intolerancia.
Un puñado de brillantes especialistas y entendidos en la materia, narran la divertida y tragicómica biografía de un mentiroso de oficio, redimido por las verdades implícitas de sus acciones. En resumen, luchar por la instauración de la democracia y apostar por la derrota del fascismo ordinario, de la dictadura, del totalitarismo. De ahí su decisión de establecerse en la emergente ciudad de Caracas, luego del desenlace del conflicto bélico con los alemanes. Para el momento, Venezuela era el destino del exilio internacional, pues contaba con los atributos de una nación en pleno proceso de expansión y crecimiento. Por desgracia, dicha utopía deviene en el actual desastre institucional y gubernamental.
Por consiguiente, “Garbo: El Espía” contiene el enorme mérito de fijar su mirada en un pasado común, para comprender mejor el entorno de ahora, cuando las banderas de Pujol lucen vigentes y cumplen con el objetivo de llamar nuestra atención.
Para rematar, el film cuenta con un subtexto tan poderoso y cínico como el de “Zelig” de Woody Allen. En conclusión, jamás determinaremos a lo largo del metraje donde comienza la verosimilitud y donde termina la farsa, la tomadura de pelo.
Digno retrato de la propiedad ambigua del idioma del cine.
Películas como “Garbo” justifican la organización de cualquier Festival.
Verla en la sala oscura no tiene precio.
Fija en mi lista del 2011.
Es una auténtica gozada.
A la altura de “Exit Through the Gift Shop”.
Recomendada a los fanáticos de Banksy.
Su banda sonora es de miedo.
Su crítica al nazismo también produce escalofríos por su parentesco y correspondencia con el siglo XXI.
Ni hablar del epílogo emocionante,conmovedor y entrañable.
Pujol camina por un cementerio,como una fantasma,como un espectro de nuestra memoria olvidada.
Tributo al genio anónimo rescatado por el celuloide.
Me recordó el pasaje final de «Vampyres and other Symptoms».

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