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Ecología Oscura y la supuesta Sabiduría de la Naturaleza

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La ecología ha sido manchada por la creencia en una supuesta Sabiduría de la Naturaleza. Podemos ver esta ideología, sobre todo, representada en películas como Avatar. La Naturaleza, se nos dice, es armoniosa y está gobernada por bucles de retroalimentación negativa. Donde, los bucles de retroalimentación positiva se refieren a algunos procesos que están fuera de control, como en el caso de la persecución capitalista de plusvalía, que siempre persigue excesos; los bucles de retroalimentación negativa se rigen por actividades de auto-corrección que siempre buscan armonía y balance. Al igual que el termostato en un aire acondicionado enciende el compresor siempre que la temperatura sube demasiado y lo apaga cada vez que es muy baja, la Naturaleza, decimos, es homeostática, busca un equilibrio particular. Esta búsqueda constante de equilibrio es tal vez cruel, matando a algunas entidades individuales para que otras pudieran vivir, pero es un equilibrio, no obstante.

Como se muestra en Avatar, especialmente con el tema del árbol sagrado, la naturaleza es una especie de Sabiduría divina. Existe, se nos dice, esta Sabiduría de la Naturaleza que siempre equilibra las cosas, regresándolas al orden. Y, por supuesto, no es difícil detectar la ideología neo-liberal del Capitalismo trabajando en este pensamiento. Dentro del neo-liberalismo no debemos interferir en los mercados, porque los mercados siempre tendrán la razón y se equilibraran a sí mismos, siendo estos homeostáticos o los mecanismos de retroalimentación negativa que son. Igualmente cuando hablamos de sistemas de auto-organización. Existe una Sabiduría de la multitud, esta necesariamente se corregirá a sí misma si se le deja sola. En este punto, la narración se convierte previsible. Si los sistemas no hacen lo correcto ellos mismos, entonces, esto se debe a la arrogancia de los seres humanos que intervienen en la Natural dinámica de los sistemas, empujándolos fuera del orden. Atribuimos una Sabiduría divina a estos sistemas que se corrompen por la intervención humana, por lo tanto, hablamos como si los seres humanos son algo distinto o exterior a estos sistemas, corrompiéndolos desde afuera. Así como el nazi habla de los Judíos como un invasor alienígena o como algo corrompiendo a la sociedad desde afuera que siendo erradicado permita a la sociedad alcanzar la comunidad orgánica que es natural, hablamos de la Naturaleza como esta Sabiduría acosada por un parásito que necesita sólo ser erradicado, para, armoniosamente, alcanzar el equilibrio ella misma.

Sin embargo, de una manera Derrideana, debemos buscar las condiciones en las que la Naturaleza es susceptible a contaminación. ¿Después de todo, no debe ser la Naturaleza susceptible a contaminación para sufrir estos bucles de retroalimentación positiva? Debe ser algo que ya existe en la naturaleza misma lo que permite que funcione de esta manera desequilibrada. ¿Dónde ha existido jamás esta naturaleza homeostática? ¿Hace falta citar los brotes de rayos gammas que fríen, sin duda, planetas impregnados con vida? ¿O qué de las plagas o los períodos de alta actividad volcánica que jugaron un papel tan importante en la destrucción de la vida durante el precámbrico? ¿O qué, otra vez, de las plagas de langostas o las especies que lograron conseguir una ventaja, eliminando así toda clase de otras especies? ¿Donde ha habido alguna vez una Sabiduría de la Naturaleza que regula las cosas y que sólo es acosada desde el exterior? Sin duda, en este mismo momento, hay planetas con ecosistemas ricos siendo devorados por agujeros negros. Y, en efecto, hay galaxias en colisión, destruyendo el delicado equilibrio de los sistemas solares donde la vida depende de estar a una cierta distancia de sus estrellas. Hay, incluso, planetas que viajan realizando un recorrido aleatorio a lo largo de galaxias, destruyendo a su paso el balance gravitacional de sistemas solares que albergan vida.

La historia de la ecología iluminada es siempre la misma triste historia con nosotros los seres humanos: la historia de una Providencia, como se encuentra formalmente articulado en la tesis de Leibniz sobre el mejor de los mundos posibles, que vela por ser y organizar la mejor de todas las formas posibles. Si tan sólo pudiéramos ver, como Leibniz argumenta en El Discurso de la Metafísica, la pintura completa, veríamos que lo que parece ser el caos y el horror es en realidad hermoso orden. Buscamos confiar en una providencia de la Naturaleza. Mientras tanto, brotes de rayos gamma fríen planetas llenos de vida y asteroides golpean la tierra.

Lo Silvestre no es una ecología iluminada, sino una ecología oscura. No es una ecología que trafica narrativas acerca de la especial Sabiduría de la Naturaleza con una ridícula creencia en la esencia homeostática de la Naturaleza, sino una ecología que sólo reconoce la relación. Esa relacionalidad incluye verdades, distancias desde el sol, la luna, pero también plásticos, instituciones, grupos, la arquitectura de los edificios, los sapos de caña que han migrado a Australia, iPhones y todo lo demás. No hay piedad Heideggeriana sobre el río antes de que este generara electricidad. Sólo hay una exploración de las relaciones en donde los seres humanos son tratados como seres entre los seres, no soberanos de los seres.

Nuestro planeta es un gran nicho ecológico con salvajes (indomables) procesos y entidades. Y a medida que emergen de esta matriz generadora de potencias, nos encontramos lanzados en una realidad oscura y enmarañada. Este, a veces oscuro, a veces iluminado, campo de posibilidades, es, literalmente, un terreno silvestre lleno de objetos, flujos, organismos, poderes complejos y diferenciales. Y somos, literalmente, animales afrontándonos y adaptándonos a estas «fuerzas» a través de cualquier medio disponible.

Lo Silvestre no ha terminado ahí, sino que es con lo que vivimos. A veces una mala cosecha de cereales inicia la Revolución Francesa. Y claro, para cualquier cosa que hacemos, hay todo tipo de resultados aleatorios, que son inesperados. De hecho, estos resultados son inesperados, no simplemente porque producen efectos que no esperábamos -como en la versión cinematográfica de Soy Leyenda– sino también porque nosotros mismos somos transformados y debemos adaptarnos a las tecnologías y las instituciones culturales que creamos. «El hombre» es un cuadro vacío o un objetivo en movimiento, como resultado de sus propias producciones.

En el corazón de la ecología oscura está la idea de la Ilustración. Kant dijo que la Ilustración consistió en que los seres humanos se elevaran por encima de su falta de madurez auto-impuesta. Parte de esa falta de madurez se encuentra en aprender a pensar por nosotros mismos y no depender de la autoridad de figuras como la Iglesia, Marx o Chávez. Sin embargo, otra parte de esa inmadurez se encuentra en nuestras fantasías cripto-idealistas, donde creemos en la divinidad de la naturaleza que actúa siempre en la más sabias de las formas. Con la ecología oscura empezamos a reconocer que nuestra identidad normativa no reside en la propia naturaleza, sino que son decisiones activas que nosotros mismo hacemos. Como el personaje de Ángel en El corazón del ángel hemos llegado a reconocer las normas que nosotros mismos hemos legislado, así como nuestra propia culpabilidad en el estado de las cosas que enfrentamos. Ya no creemos en la Providencia de la Naturaleza del mismo modo que ya no creemos en la Providencia de los Mercados Capitalistas, sino que hemos llegado a reconocer nuestra propia culpabilidad y libertad. Reconocemos las películas tipo Avatar como las insidiosas y profundas fantasías ecológicas que son. Nadie tiene la última palabra y no hay nada inherentemente bueno en la naturaleza.

 

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