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La Hora Cero: Tequeño con sabor a pescado

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Lo de ésta es cuestión de timing. Como lo indica su tagline en plan de profecía cumplida, al cine Venezolano le llegó su hora.

Este es el momento para lanzar tu repunte de Secuestro Express,  si lo hubieses hecho en aquel tiempo, probablemente no te hubiese ido tan bien. Pero la ola de Hermano es grande y generosa, las reglas del juego son otras y el contexto social es aún más evidente que hace cuatro años.

No nos dejemos engañar, en el fondo seguimos siendo los mismos. La gente cree que hace su labor social del día yendo a ver La Hora Cero, y se llenan la boca twitteando por ahí que «esta sí muestra la realidad del país».  Sin embargo, la realidad que importa está en la reacción de la audiencia ante piezas como estas: las risas incontrolables con los chistecitos ultraviolentos y machistas de los malandros (en definitiva, lo que somos),  los abucheos y decepciones con subtramas apenas un poco salidos de nuestra zona de comfort (como la inclinación homosexual de uno de los personajes) y la satisfacción con giros conservadores y reinvidicadores de explicaciones demasiado simples para la realidad de Venezuela.

Sospecho que Velasco tuvo al menos poco de suerte. La acogida grandiosa de esta hora moribunda está más ligada a la esperanza que muchos tienen en este instante en los nuevos exponentes de distintas artes en nuestro país (Vida Boheme, Rasquin…) que el valor que tiene un refrito «lindo» de algo de hace cinco años. Aceite pasado.

Nota: Entre las lecciones que hemos rescatado del cine actual, es que el talento desconocido no siempre hace daño. De hecho, si nos alejamos de la misma rosca de nuestra televisión de to-da-la-vi-da, puedes descubrir maravillas que ni te imaginas!
Vamos. Anímate. Te sorprenderás.

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