panfletonegro

EL RETORNO DE LOS MUERTOS VIVIENTES, EDICIÓN BOLIVARIANA

Quiero sumarme a la serie de comentarios respecto a la exhumación de los restos mortales de Simón Bolívar. Definitivamente, este nuevo (e igualmente alocado) proyecto del máximo líder nos mueve a todos, de muchas formas. No hay quien no esté conmovido, en uno u otro sentido, frente al espectáculo mágico-realista que nos ha brindado el presidente. Por un lado, los chavistas andan excitadísimos, hablando de un nuevo aire para la sensibilidad patria, una revigorización del proceso… Exáctamente como si los cristianos hubiesen encontrado el Santo Grial.

Por otro lado, la oposición está en shock, aterrada ante los posibles motivos siniestros detrás de la exhumación y, sobre todo, por la puesta en escena del procedimiento, más digna de una película animada japonesa que de la vida política de un país en crisis.

Yo voy a tomar un poco de distancia cínica respecto a lo sucedido. A mí este acontecimiento, en lo personal, me ha inspirado a imaginar cosas. Por esto, en lo que sigue les voy a dar mi visión del asunto, centrándome en las posibilidades estéticas que, sin saberlo, Hugo Chávez ha abierto para nosotros.

LA NUEVA ESTÉTICA TECNO-MÁGICO-APOCALÍPTICA DE LA «REVOLUCIÓN» BOLIVARIANA

Pese a lo que diga el comandante, Venezuela no tiene, en este momento, un proyecto de Nación. ¿Acaso algún chavista puede decir exactamente a dónde vamos? ¿Queremos bajar la inflación? ¿En cuánto? ¿Cuántas nuevas viviendas populares se entregarán en los próximos diez años? Nadie lo sabe. Sólo tenemos la «certeza» de «estar luchando contra el imperialismo», así, en abstracto. Pero ¿cómo se supone que vamos a lograr esto? ¡Ah, sí con el socialismo del siglo XXI! El asunto es que nadie sabe exáctamente qué es y cómo se come eso. En resumen, no sólo no hay metas definidas (sólo tenemos sueños e ideales «bolivarianos»), sino que no tenemos ni idea de cuales son la serie de pasos sucesivos que estructuran un plan de acción.

Claro, al principio el presidente se inventó las misiones y otros programas alternativos. Lo cierto es que todo eso ha fracasado, y el mismo que los inventó declaró su ineficiencia al reconocer la emergencia del sistema de salud. Eso sin contar con que el sector alimentos apesta, literalmente.

Así las cosas es comprensible que «el proceso» esté compuesto por eventos desarticularos y surreales, como la exhumación de Bolívar.

Este nuevo invento chavista, nos confronta con dos hechos simultáneos, que explican la nueva estética que nos es posible desarrollar ya:

1. Desacralización de Simón Bolívar:

No nos engañemos, el mito del héroe es solo eso: un mito. Un mito es una serie de fantasias asociadas a una realidad concreta. En el caso del Bolívar mítico consiste en todo lo que hemos aprendido acerca de la grandeza y los logros maravillosos de un enano acomplejado que, como los otros blancos criollos, no quería pagarle impuestos a la corona de España. ¿Le choca lo que escribo? Claro, nos enseñaron no a ver al Bolívar de carne y hueso, sino al aura que se creo alrededor de él. Pero está bien, seamos menos extremistas: Bolívar era un hombre de carne y hueso, delgado y de corta estatura con motivos personales para su lucha independentista, que tuvieron resultados muy importantes en el mediano y largo plazo para un grupo de gente que se autodenomina venezolanos. Sí, fue un hombre importante, pero fue sólo un hombre.

La exhumación nos pone en frente esta pieza de lo real. Nuestro Bolívar queda expuesto frente a nuestros ojos como un montón de huesos rancios. Porque seamos honestos: todos sabemos (o podemos imaginar) lo que le pasa a un cuerpo luego de 180 años enterrado.

2. Resacralización absurda de un montón de huesos:

Ahora bien, lo más insólito, indignante y absurdo es que frente a esta realidad, nos quieran vender el cuento de que estamos ante un evento de magnitudes cósmicas. Escuchen y lean a los chavistas; a la fiscal en el famoso video donde se dirige al país con puras palabras huecas; a Mario Silva en el Twitter de La Hojilla y, por supuesto, a @chavezcandanga y su retahila de ideas delirantes. Cualquiera que tenga el contacto con la realidad lo suficientemente preservado puede ver el exceso (de fantasía). Para decirlo coloquialmente,

¡mijo, nos pusiste un poco de huesos en frente nombrando a peritos forenses que trabajan en el área criminal para determinar si un tipo de apellido Bolívar de verdad murió de tuberculosis! ¿Ahora, ante esto, nos vienes con el cuento de que Bolívar es un mito aún más grande del que imaginábamos? Cucú, cucú…

Es este desfase, este intento por reinsertar un objeto desacralizado en un mito aún mayor lo que genera el horror que sentimos. Es como si nos dijeran que el niño jesús no existe y, a la vez, nos obliguen a pedirle más cosas. Es simplemente absurdo. Lo bueno de todo esto es que ahora vemos cuán locos pueden llegar a estar los chavistas extremos.

En fin, el resultado de la exhumación está entonces en que ahora todo toma los visos de lo que podemos llamar «vodoo bolivariano«: profanación de tumbas para extraños rituales afrocaribeños, huesos de Bolívar circulando por ahí (con esa obsesión de Chávez por Bolívar, podemos imaginarlo robandose un huesito «de recuerdo»), urnas de cristal para exponer la osamenta como una reliquia. Lo que más me emociona a mí es que ahora podemos imaginar héroes convertidos en zombies, en una onda muy a tono con la saga eclipse y con todo el culto a las películas de los muertos vivientes.

Así que bueno, prepárense. No se que nos depara el futuro como país, lo que si se es que ahora tenemos una nueva estética que muchos ya estamos desarrollando: Bolívar, el muerto-vivo. ¿Comerá cerebros, bailará thriller? Ya lo veremos.

Salir de la versión móvil