panfletonegro

2do. Intento; Para sacarse el ratón.

/home/depr002/panfletonegro.com/v/wp-content/themes/panfleto2019/images/random/depr_44.jpg

“Hola mujer como está tu mente”

                    Humberto Suárez.

             Internado de Yare, 2007

Tengo una tía, y según mis primos, todos los  diciembres cocina una sopa exquisita. Un cruzado. Las opiniones son muy favorables. El picante es excelente, no falta el aceite de oliva, ni el vino. Hay aguacate, casabe, y rifas y fotos. Esta tía tiene un invitado, digamos que de honor, aunque no estoy seguro. El ilustre, es miembro destacado, a veces, de la oposición.

Tía, este año si voy.

Apología del delito.

Trataré de no adjetivarlos, y no por ser políticamente correcto, sino para que se aprecie la intención. No la amenaza, no la bravuconada, ni la habladora de paja; perro que ladra no muerde. La intención nomás. Esto no es  nada nuevo. Ya lo dijo el Duque, José Roberto. Al final del túnel, lo que hay es plomo. Sin comillas, tranquilo, relajado. Sin alterarme. Total, la escritura no siempre sirve para algo.

Un sopapo. Más nada. Duro, sin tantas contemplaciones, o sin alguna. No a traición, por supuesto. De frente. Con aviso y todo. Lo que pasa es que hay un arrepentimiento repentino. Cuando he dicho:

–         Compadre (o pana, o señor, o señora), pero yo soy chavista, y me estás ofendiendo.

–         No, pero no lo digo por ti, lo digo por esa cuerda de…, o – Bueno, pero es que contigo se puede hablar…, o – ¿En serio eres chavista? (y le miro las pestañas, y las sandalias, y su pregunta no ofende para nada)

Total, que eso desarma. Y por lo general es gente que uno conoce, o va conociendo. Pero con la que uno no conoce, se va quedando picao. El tipo que en la televisión habla,  gesticula, se emociona diciendo esto, esto y aquello de la gente, que como yo, apoya el liderazgo de Chávez. Es tan vehemente, que el desprecio se aprecia. Coño, uno tiene que encontrarse a ese carajo en la calle, o en una comida familiar, o en un carrito de perro caliente, pararlo y decirle: Epa, señor, (o pana, o compadre), tu dijiste esto y esto y aquello, y eso me ofendió. ¿Sigues pensando igual, o qué?

Y dependiendo de la respuesta, sopapo de una. ¡Violento, chavista, resentido, malandro! ¡Te vas de mi casa! Pero tiíta, si no he probado la sopita.

Otro ataque a la libertad de expresión.

 Es que usted se para o se sienta frente a una cámara y habla la paja que jode y ofende que jode y desprecia que jode y me subestima que jode y no le puedo joder. Ah, yo no puedo decirle nada porque es periodista, o tiene una sotana. O es un señor mayor. O porqué no cambié de canal. O para qué terminé de leer el artículo.

Entonces me jode, además,  con el derecho a réplica. Con que la violencia es el arma de los que no tenemos razón. Con mi resentimiento y mi irracionalidad.

No hay ninguna bajadita. Somos mayoría, somos alegría, ¿no? Ajá. ¿Y entonces? Yo, alegre y serio, le digo que si me ofende le zampo. Compadre, señor, señora, tía, no fue Chávez quién estimuló mi resentimiento a través de una capta-huella, o de un bombillo ahorrador. El hombre estaba ocupado trabajando.  No fue quién promovió mi sed de venganza, quién me dijo que no me la calara más, que si te veía por ahí te parara, educadamente, te recordara cómo me ofendiste, despreciaste y subestimaste diciendo esto, esto y aquello, te preguntara con cortesía pero muy seriamente si seguías pensando igual, que si todo eso era conmigo, y, dependiendo de la respuesta, sopapo. No hay bajadita. Se me ocurrió a mi solo. Con la ayuda de mi ignorancia, de mi incapacidad de razonar, de no ver cómo este carajo nos está dividiendo, cómo está destruyendo al país y a la propiedad privada, en ese orden. Obvio, con la ayuda de mi resentimiento. Claro, soy motorizado. Resentido. No di dinero para pagar la multa de Globovision. Resentido. No tenía plata en el Federal. Pela bola.

¿Y a ti qué te ha dado Chávez?

A la dueña de unos pies así, esa pregunta se le perdona. Eso desarma. Por ahora. Pero tú, vuélveme a preguntar, anda. No te vayas. Dime ignorante y resentido otra vez.

– Por cierto, tía, él empezó. ¿Puedo repetir?

– Muerto de hambre. Toma.

Gustavo Mérida.

Salir de la versión móvil