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la arrogancia del Estado

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El poder se ejerce, afirmaba Michel Foucault. Lo que no explicó es cómo lo ejerce el Estado.

Los gobernantes arrogantes e inseguros creen que la sociedad se arregla a punta de decretos y leyes. Que los hombres estamos esperando que nos digan qué podemos hacer para meternos por el carril, como los militares en un cuartel.

Pero la sociedad no es un cuartel y se mueve por una combinación particular de fuerzas. Los ilegalismos, la delincuencia y la represión son sólo mecanismos con los cuales el Estado sienta posición ante una conducta particular.

Las leyes son marcadores sociales: No indican que la conducta no exista, sólo indican que, en nuestra sociedad y en este momento, nuestros valores y creencias nos llevan a afirmar que esta conducta es ilegal. Ejemplo: el consumo (legal) de ciertas drogas (alcohol) e ilegal de otras.

Una ley que jamás se rompe no sirve de nada. Ejemplo: «se prohibe a los seres humanos teletransportarse a Tokyo». Esta ley no existe porque nadie puede romperla. Entonces, cuando se enuncia una ley, se legitima una práctica social y se le criminaliza. No se hace nada para atacar la conducta ni su práctica social.

La conducta en sí, sólo se desplazará o se hará más complicada. Además, como las leyes son interpretaciones arbitrarias, se exponen a todo tipo de juego lingüístico (ver El idioma analítico de John Wilkins, de J. L. Borges).

Ejemplo: el Estado regula el precio de la carne y obliga a los vendedores a ofrecerla a pérdida. Estos, (1) dejan de vender carne cruda, (2) empiezan a vender platos preparados de carne a precios de lujo. El Estado se ofusca, vuelve a regular, la conducta se repite… Este juego es infinito. Como leía en un blog, un comentario muy creativo proponía que las carnicerías pasaran a ser clubes privados con cotizaciones anuales (que suplen el déficit de ganancia) que dan paso a la compra de carne regulada. O: el carnicero ofrece carne regulada, pero exige para su compra la compra también de un ticket para un bingo interno, cuyo costo es de cien mil bolívares…

En fin, se entiende la idea. «Prohibir el mercado paralelo de dólares», por ejemplo, no ataca la conducta de comprar dólares: sólo encarece las divisas y las hace más difíciles de conseguir.

Igualmente, ahora se prohíbe publicar en blogs la tasa del dólar paralelo. No puedo escribir acá información «financiera o bursátil» sobre esta tasa.

Pero como ya dijimos, la redacción de toda ley es arbitraria y se basa en convenciones sociales para su interpretación. El Estado se acaba de meter en un problemón gigantesco (sobre todo cuando nos da por hacer sofismas). Es decir, sin publicar información financiera o bursátil, puedo decir, «una «o» de Estado oligofrénico encima de otra «o» de oligofrénico son la clave y el primer paso para la cifra en cuestión».

Acá, rueda la imaginación, y mi generación que creció viendo a Tio Simón cambiar chinas por pelotas, seguramente recordará esa copla llanera que decía,

El PSUV son adecos lelos
que votaron por el Gocho,
y el dólar paralelo,
su primera cifra es…

¿O también está prohibida la poesía mala (y entonces qué hacemos con Tarek W. Saab)?

Ser arrogante tiene su precio. Esto va a ser divertido…

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