Luego de más de una década, y sin cambios positivos tangibles y duraderos en el país, tenemos que admitir que la promesa que mantiene vivos a los chavistas es del tamaño del más allá. De hecho, y hablando de una realidad ultraterrena, el chavismo tiene la forma de una religión, donde la realidad social no importa, pues lo valioso es la presencia de este mesías que, en algún momento -nunca ahora- va a cambiar el mundo.
Para no engancharme con los que saltarán a descalificarme por apuntar al punto neurálgico de la tragedia política venezolana, me limito a dejarles preguntas que, espero yo, sean capaces de responder con argumentos (no con descalificaciones a quien las formula).
- ¿Es que acaso es el socialismo un castigo moral? ¿Por qué la propuesta implica la destrucción del adversario sin tomar en cuenta sus argumentos?
- ¿Es que acaso necesitamos un líder que nos diga lo que tenemos que hacer?
- ¿Por qué si se trata de algo bueno para todos se desconoce que otros, que no son pocos, tienen sus propias ideas acerca de lo que es bueno para los venezolanos (y que eso está bien porque así funciona la realidad social y ya no estamos en la Edad Media)?
- En definitiva, por qué se intentan imponer las ideas (lo que debe ser) sobre la vida de las personas (lo que efectivamente es)?
Bolivar el señor y Chávez su profeta (de lo que alucina quiere Bolívar, no del Bolívar de carne y hueso). Esta estructura se repite y entonces resulta que Chávez es el señor y los chavistas sus profetas. Dentro de ellos, como en todo culto, hay profetas destacados. En el caso del chavismo es Mario Silva quien, a través de un telepúlpito llamado La Hojilla nos enseña de moral y buenas constumbres que, para nada se encuentran alineadas con el pensamiento revolucionario o la izquierda socialista. Acá se los dejo, no sin antes mencionar que hasta cruzadas tiene esta versión retorcida del cristianismo, gracias al convenio con Rusia. Como en la versión medieval, los cruzados tienen preferencia, por eso para ellos un aumento del 40%, en comparación con el triste 25% que recibe el pueblo (quien de paso no recibe los beneficios de estar en la milicia, especialmente porque la mitad de los trabajadores en Venezuela están en el mercado informal, es decir, son buhoneros y no les sale aumento de ningún tipo).
